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viernes, 16 de marzo de 2018

Cocina en el Renacimiento


   Hasta no hace muchos años era casi un título de honor que un varón declarase que no sabía freír ni un huevo o encender la cocina y en cambio un descrédito que una mujer no supiese cocinar. El varón conseguía el dinero y la mujer compraba, preparaba y servía los alimentos. Esta regla solo se rompía cuando implicaba prestigio o ganancia económica: por eso aquí en Valencia, por ejemplo, los varones nunca desdeñaron preparar la paella; por eso siempre se vio con naturalidad que en un ámbito comercial un hombre cocinase o sirviese las mesas, o incluso que barriese y fregase platos, mientras que, si realizase esas mismas acciones en su hogar, hubiese sido causa de ignominia social. En cuanto la cocina era una tarea rutinaria y sin relevancia social o económica, entonces era dejada para las mujeres, mientras que la llamada “alta cocina” con su halo de creatividad y distinción estuvo durante mucho tiempo como reservada a los varones. Por eso, aunque seguramente la mayoría de los grandes “descubrimientos” del arte culinario salieron del ingenio femenino que diariamente lidiaba con los ingredientes y técnicas de preparación, sin embargo todos los libros de los siglos pasados fueron escritos por varones.

Una profesora evalúa las habilidades de una joven en la cocina (Estocolmo 1950). Foto de Wikipedia

   El más antiguo libro (al menos en Occidente, no sé si a nivel mundial), que ha llegado hasta hoy (también hubieron autores griegos pero sus obras se han perdido), dedicado a recetas y al arte culinario es atribuido a Marcus Gavius Apicius, que vivió en el s. I, durante el reinado de Tiberio, del cual sabemos con certeza (gracias a diversos testimonios de autores contemporáneos) que era un sibarita siempre en busca de nuevos sabores. Ateneo de Náucratis en su “Deipnosofistas” o “Banquete de los eruditos” (lib. 1, 12) narra que en una ocasión Apicius viajó de Campania a África apenas oyó que ahí existía una variedad de cangrejo de río que desconocía. Cuando su barco entraba a puerto los pescadores le salieron al encuentro en lanchas y le ofrecieron los mejores que tenían. Disgustado con el producto, ordenó dar media vuelta sin siquiera desembarcar. Su búsqueda de la excelencia del refinamiento lo resumió bien Plinio: “Apicius, ad omne luxus ingenium natus” es decir: “Apicio, un talento innato para todo clase de artificios del refinamiento”. (Plinio el Viejo, Historia Natural, 9, 30). Y cuando gastó la mayor parte de su fortuna en un banquete multitudinario, aunque todavía conservaba una gran fortuna, Apicius se suicidó, considerando que ya no podría vivir con el nivel de lujo y magnificencia al que estaba acostumbrado. (Séneca, Consolatio ad Helvium, 11, 10). Los estudiosos están de acuerdo que el libro “De re coquinaria” (= del arte culinario) contiene solo un núcleo de recetas que pueden atribuirse al mismo Apicius, pues el texto que nos ha llegado fue corregido y aumentado por distintos autores anónimos y obtuvo su forma definitiva a finales del s. IV, poniéndose toda la obra bajo la autoridad de Apicius, auténtico santo patrón de todos los sibaritas de los placeres de la mesa, que supo unir lujo y arte en la cocina.

Representación de una cocina en el frontispicio del manual de cocina escrito en alemán Kuchemaistrey (Nüremberg 1490) de Conradus Celtis. Incunable de la Herzog August Bibliothek.

   En época medieval el interés por la gastronomía revivió gracias a los cocineros reales. Así en la corte de Francia se publica el “Viander” (= el cocinero) en la primera mitad del s. XIV, escrito en francés medieval, y poco después en la corte de Inglaterra se escribió “The Form of Cury” (= el método de cocinar) en inglés medieval. También hubo iniciativas privadas como atestigua el “Llibre de Sent Soví” (= el libro de San Salvio) escrito en Valencia hacia 1324 dirigido a “los scuders de tota la terra e ells cochs e los ministradors e seruidors”, y “Das Buoch von guoter Spise” (= el libro de la buena comida) escrito en alemán medieval hacia 1340 dirigido a las pujantes clases burguesas, que querían que sus banquetes tuviesen más lustre.

Índice e inicio del "Llibre de Sent Soví" (Valencia 1324): "Deueu saber que en aquest libre ha scrit LXXXVII menjars ..." Manuscrito 0216 de la Biblioteca general e histórica de la Universitat de València.

   Ya en época renacentista el maestro Martino de Rossi, que había alcanzado gran fama en Italia como cocinero del duque de Milán Francesco Sforza I y después del cardenal Ludovico Scarampi, hacia 1464/5 escribió en italiano su “Libro de arte coquinaria” (= el libro del arte culinario). Quiso el destino que este consumado cocinero conociese al humanista Bartolomé Plátina, el cual quedó fascinado con la materia y casi de inmediato puso manos a la obra y entre 1466/7 escribió en latín su “De honesta voluptate et valetudine” (= sobre el placer honesto y la buena salud), cuya edición príncipe se imprimió en Roma en 1470. Casi mil años después del libro atribuido a Apicius se volvía a publicar otro tratado gastronómico en latín. Todos los que habían escrito en los siglos anteriores a Plátina, lo habían hecho en sus lenguas nacionales y sus obras eran meros recetarios. Plátina supo superar esas limitaciones. Escribiendo en latín su obra estaba al alcance de todas las personas cultas de la Cristiandad de aquel entonces. Y tal como el título ya anuncia, Plátina no quiso simplemente copiar y recopilar recetas, sino que se detuvo en exponer las propiedades de los distintos productos alimenticios, varios consejos para conservar la buena salud y en especial sobre una buena alimentación, incluso llevó el debate al ámbito moral y filosófico al defender la licitud de ciertos placeres frente a la interpretación, entonces mayoritaria, del ascetismo cristiano. Plátina no era ni cocinero profesional, ni médico, sino simplemente un aficionado a estas materias. Por eso cuando entra en temas especializados recurre a otros autores, principalmente a la Naturalis Historia de Plinio el Viejo y al recetario de Martino de Rossi. La genialidad de Plátina estuvo en el hecho que con materiales prestados de otros autores, su elegante latín, algunas anotaciones personales y envuelto todo en un contexto científico, médico y moral consiguió una obra original que obtuvo un resonante éxito en su época y en los siglos siguientes. Después de Plátina la gastronomía no era cuestión de escuderos y sirvientes, sino que era presentado a las élites educadas con un nuevo halo prestigioso y académico.
Inicio del recetario del maestro Martino de Rossi. Manuscrito de la Library of Congress of U.S.A.

   Y si nos gusta la arqueología gastronómica, aquí tenemos unas recetas del s. XV en el elegante latín de Plátina. Sigo el texto del incunable de la Bayerische Staatsbibliothek 2 Inc. c. a. 401, Venecia 1475. Algunas palabras las he corregido (las marcadas con un *) según el incunable de la Biblioteca Nacional de España, Inc/498, Cividale del Friuli 1480.

B. Plátina, De honesta voluptate et valetudine, Venecia 1475, lib.VII, f. 59r - 59v

GUISO DE CARNE CIBARIUM EX CARNE
Has de cortar en trozos pequeños carne magra bien hervida. Una vez cortada has de cocerla de nuevo media hora en caldo graso, añadiendo antes miga de pan triturada, un poco de pimienta y un poco de azafrán.
Carnem macram elixam minutim concidito, concisam in iure pingui, iterum per dimidium horae coquito, addendo prius excauatum panem ac tritum, modicum piperis, croci [f. 59v] parum.
Cuando se haya enfriado un poco le pondrás huevos crudos, queso triturado, perejil, mejorana, menta picada finamente con un poco de agraz, mezclando y removiendo todo junto en la misma olla, moviéndolo lentamente con una cuchara para que no haga grumos.
Vbi paulum refrixerit, oua dissoluta,* caseum tritum, petroselinum, amaracum, mentham concisam minutim cum modico acrestae, mixta et simul agitata in eundem cacabum indes, cochleari lente agitando ne conglobentur.
Lo mismo también puedes hacerlo de higaditos y pulmones.
Idem etiam fieri ex iocusculis et pulmonibus potest.


B. Plátina, De honesta voluptate et valetudine, Venecia 1475, lib.VIII, f. 71v - 72r

TORTA QUE LLAMAN MAZAPÁN TORTA QUAM MARZAPANEM VOCANT
De este modo has de hacer la torta que llaman “mazapán”: las almendras, que hayan reposado día y noche en agua fresca, bien limpias lo mejor que pueda hacerse, han de ser trituradas salpicándolas continuamente con agua fresca con cuidado para que no hagan aceite.
Tortam quam marzapanem uocant hoc modo facito: amygdalas, quae in aqua recenti per diem et noctem resederint, bene mondas quam accurate fieri poterit, terito aqua recenti continuo leniter inspargendo ne oleum faciant.
Si quieres que sea óptima, deberás agregar tanta cantidad de azúcar de óptima calidad como de almendras.
Optimam si uoles, tantum sacchari optimi addito quantum amygdalarum.
Cuando todo esté bien triturado y disuelto en agua de rosas, has de amasar una suave masa y has de extenderla en una bandeja humedeciéndola frecuentemente con agua de rosas, e introducirla en el horno, esparciendo inmediatamente azúcar molida con algo de agua de rosas, para que no se seque demasiado.
Vbi omnia bene tunsa fuerint atque aqua rosacea dissoluta, in patellam leui crustulo subactam atque rosacea aqua saepius humectatam extendito, et in furnum indito, inspargendo continuo tritum saccharum cum modico aquae rosaceae, ne nimium desiccetur.
También se pueden cocer al fuego, con tal que cuidemos que no queden más tostadas que cocidas. También trataría que esta torta sea más baja que alta, pues está mejor.
Coqui item ad focum possunt, modo curetur ne tostae potiusque coctae uideantur. Bassam item quam altam hanc tortam uelim, melior enim est.
No recuerdo haber comido nada más delicioso que cuando estuve con mi amigo Patricio en Siena, donde las preparan de modo peculiar.
Cum Patritio meo Senis, vbi peculiariter fiunt, edisse nil suauius me memini.
Son óptimos los alimentos que están bien cocidos: favorecen al pecho, los riñones y al hígado, aumentan la fertilidad, excitan la libido y quitan el ardor al orinar.
Optimi sunt alimenti bene [f. 72r] concoquuntur: pectus, renes, hepar iuuant, genituram augent, venerem cient et ardorem urinae tollunt.

B. Plátina, De honesta voluptate et valetudine, Venecia 1475, lib. VIII, f. 72r - 72v
PASTEL DE PESCADO PISCIS IN PASTILLO
Has de rasgar por ambos lados cerca de la espina un pescado limpio y lavado.
Piscem mundum et lotum, circa spinam utrinque scindito.
Una vez hecho estos cortes has de sazonarlo con sal y hierbas aromáticas, y has de envolverlo en una masa de harina bastante gruesa y cocerlo en el horno.
Scissum sale et aromatibus conspargito. Inuoluitoque [72v] pasta satis grossa ac in furno decoquito.
Esto yo lo serviría a los enemigos: ¡hasta tal punto es dañino!
Hunc ego hostibus apponerem*: adeo pernitiosus est!

Si vas a preparar estas recetas, hecha un vistazo al Libro de arte coquinario del maestro Martino de Rossi, que es de donde Plátina toma estas recetas. En el manuscrito conservado en la Library of Congress of U.S.A. (es el mejor y más antiguo que se conserva), estas recetas están bajo los siguientes títulos y folios: Menestra de carne (f. 17r), Marzapane (f. 38r - 38v), Pastelli secchi facti con pesce sano (f. 39v). ¡Buen apetito!

martes, 26 de agosto de 2014

Anécdotas de Augusto, emperador e intelectual

El pasado 19 de agosto se cumplieron 2000 años de la muerte del emperador Augusto († 14 d. C.). Al nacer (63 a. C.) recibió el nombre de Gayo Octavio, como su padre. Cuando fue adoptado (45 a. C.) por su tío, el dictador Julio César, pasó a llamarse Gayo Julio César Octaviano. Y finalmente cuando se convirtió en el primer emperador de Roma (27 a. C.) fue oficialmente llamado César Augusto.
Desde siempre ha sido justamente alabada su figura como estadista, legislador y mecenas del arte, que tomó de la mano la vetusta república oligárquica de Roma, dividida por incesantes guerras civiles, y la convirtió en un pujante Principado, que supo organizar todas las fuerzas heterogéneas que formaban el colosal imperio y forjar las bases jurídicas, administrativas e ideológicas de la unidad del Imperio.
En las últimas décadas novelas y series de televisión también han divulgado y puesto en primer plano su faceta como astuto político, que siendo solo un joven, supo navegar en las turbulentas aguas de la política romana, sabiendo escoger con oportunidad los tiempos para unirse o apartarse de los distintos bandos, aparecer o desaparecer del primer plano, hasta finalmente quedar como el único e indiscutible dueño de Roma.
Menos se ha hablado sobre su faceta como escritor, en gran medida con razón, pues prácticamente todas sus obras se han perdido o solo nos han llegado escasos fragmentos.
Aunque perdidos, sabemos con total certeza que escribió un Rescripta Bruto de Catone, que fue una respuesta al panegírico que había escrito Bruto el Joven († 42 a. C.) en alabanza de Catón de Útica († 46 a. C.), que era el icono de una facción de la aristocracia. También escribió unas Hortationes ad Philosophiam (Exhortaciones a filosofar); unas memorias conocidas como Commentarii de Vita Sua, que abarcaban hasta el final de la guerra cantábrica (24 d. C.); terminó una obra sobre geografía italiana que había proyectado M. Vipsanio Agripa, el notable general, arquitecto de acueductos y geógrafo, y que tituló Descriptio Italiae; escribió una Vita (Biografía) de su estimado hijastro Druso el Mayor, muerto prematuramente el a. 9 a. C. También incursionó en la poesía con un poema titulado Sicilia y un libro de epigramas (del que solo han llegados unas líneas). Incluso empezó a escribir una tragedia sobre el mitológico héroe griego Ajax, pero disgustado por el resultado, la destruyó. Solo han llegado hasta nosotros algunas epístolas y su Index Rerum a Se Gestarum, que escribió poco antes de morir, y que contiene un apretado resumen de toda su actividad. Por el carácter y la brevedad de la obra fue esculpida en numerosos monumentos y gracias a eso ha llegado hasta nosotros como ejemplo de su estilo ágil y conciso.

Representación del joven Augusto como sumo pontífice. En el Museo Nazionale Romano. Foto de Wikipedia.

La agudeza de su inteligencia y su personalidad también ha quedado reflejado en pequeñas anécdotas de la vida diaria, que felizmente para nosotros fueron conservadas por varios escritores romanos. A continuación veamos algunas, tomadas principalmente de Macrobio.


Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 2
Él había escrito una tragedia sobre Ajax y la había destruido porque le desagradaba. Después Lucio Vario, escritor de tragedias, le preguntó qué fue de su Ajax, y él le dijo: “Cayó bajo la esponja”.
Aiacem tragoediam scripserat, eandemque, quod sibi displicuisset, deleuerat. Postea Lucius Varius, tragoediarum scriptor, interrogabat eum, quid ageret Aiax suus, et ille: “In spongiam -inquit- incubuit”.
Nótese que en latín “spongia” significa esponja (que se usaba como una mota para borrar lo escrito) y también la cota de malla de los guerreros. Por lo tanto la frase indica que “cayó bajo la esponja” es decir que la obra fue borrada; pero al mismo tiempo puede significar: “yace en su cota de malla”, evocando que Ajax enloqueció y luego se suicidó a causa de la disputa por la armadura de Aquiles.


Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 3
El mismo Augusto, ya que uno tembloroso le daba una solicitud, y ora la tendía, ora la retiraba, le dijo: “¿Piensas que estás dando un as a un elefante?”.
Idem Augustus, cum ei quidam libellum trepidus offerret, et modo proferret, modo retraheret, “Putas -inquit- te assem elephanto dare?”.
El hombre que tembloroso ante la presencia del poderoso Augusto no sabe si hace bien entregando su solicitud o es un atrevimiento que le puede costar caro, es bien representado con la figura del que quiere colocar un as (la moneda más pequeña, como un céntimo) en la trompa de un inmenso y temible elefante (pensemos que el elefante era usado como arma de guerra y estaban lejos de verlos como hoy vemos a los apáticos elefantes de circo o zoológico).

Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 6.
Su afabilidad se mostró con Herenio, un joven entregado a los vicios, al cual, ya que le ordenó abandonar el campamento y él suplicante dijese este lamento: “¿Cómo volveré a mi patria? ¿Qué diré a mi padre?, le respondió: “Dile que yo no te caía bien”.
Urbanitas eiusdem innotuit circa Herennium, deditum uitiis iuuenem, quem, cum castris excedere iussisset et ille suplex hac deprecatione uteretur: “Quomodo ad patrias sedes reuertar? Quid patri meo dicam?”, respondit: “Dic me tibi displicuisse”.


Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 8
A Galba, cuyo cuerpo estaba deforme por una joroba, que defendía una causa en su presencia y frecuentemente decía: “Corrígeme, si algo desapruebas”, le respondió: “Yo puedo aconsejarte, no puedo enderezarte”.
Galbae, cuius informe gibbo erat corpus, agenti apud se causam, et frequenter dicenti: “Corrige in me, si quid reprehendis”, respondit: “Ego te monere possum, corrigere non possum”.
En latín “corrigere”, como "corregir" en castellano, significa enmendar un error (a lo que se refiere Galba), pero también enderezar o remediar un defecto físico (a lo que se refiere Augusto).


Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 11.
Habiendo oído que entre los niños menores de dos años que en Siria Herodes, rey de los judíos, ordenó matar, también había matado a su propio hijo, dijo: “Mejor es ser un puerco de Herodes que un hijo de Herodes”.
Cum audisset inter pueros quos in Syria Herodes, rex Iudaeorum, intra bimatum iussit interfici, filium quoque eius occisum, ait: “Melius est Herodis porcum esse quam filium”.
La autenticidad de esta anécdota ha levantado suspicacias entre los estudiosos; primero por la alusión al episodio del evangelio de Mt 2: 16 (la matanza de los inocentes); y segundo por el hecho que la ejecución de los hijos de Herodes el Grande ( 4 a. C.), Alejandro, Aristóbulo y Antípatro contaron con la aprobación del mismo Augusto. A pesar de todo no es inverosímil que Augusto (que solo formalmente dio el consentimiento, y no tuvo nada que ver en el juicio) lanzase esta censura contra el sanguinario rey. La frase hace referencia a la costumbre judía de no comer carne de cerdo, por lo tanto un cerdo estaba más a salvo en la corte de Herodes que los propios hijos del rey.



Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 12.
Fue llevado por uno a una cena bastante parca y casi cotidiana, pues él casi no se negaba a nadie que le invitaba. Así pues tras la cena, yéndose vacío y sin ningún festejo, mientras se despedía solo le susurró esto: “No sabía que yo te era tan familiar”.
Exceptus est a quodam cena satis parca et quasi quotidiana, nam paene nulli se inuitanti negabat. Post epulum igitur, inops ac sine ullo apparatu discedens, uale dicenti, hoc tantum insusurrauit: “Non putabam me tibi tam familiarem”.

Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 29
Al volver glorioso de la victoria de Accio, entre los que le felicitaban se acercó uno que tenía un cuervo al que le había enseñado a decir: “¡Ave César, victorioso comandante!”. El César admirado compró el ave por 20 mil monedas.
Sublimis Actiaca uictoria reuertebatur, occurrit ei inter gratulantes coruum tenens, quem instituerat haec dicere: “Aue Caesar, uictor imperator!”. Miratus Caesar officiosam auem uiginti milibus nummum emit.
Un socio del comerciante, al que no le había tocado nada de esa generosidad, aseguró al César que aquel también tenía otro cuervo, y le rogó que le obligase a traerlo. Traído, dijo las palabras que había aprendido: “¡Ave Antonio, victorioso comandante!”. Para nada enfadado, consideró suficiente ordenar que aquel dividiese el dinero con su camarada.
Socius opificis, ad quem nihil ex illa liberalitate peruenerat, affirmauit Caesari habere illum et alium coruum, quem ut afferre cogeretur rogauit. Allatus, uerba quae didicerat expressit: “Aue uictor imperator Antoni!”. Nihil exasperatus, satis duxit iubere illum diuidere donatiuum cum contubernali.
Saludado de igual modo por un loro africano, ordenó comprarlo. Admirado igualmente por una urraca, también la adquirió.
Salutatus similiter a psittaco, emi eum iussit. Idem miratus in pica, hanc quoque redemit.
Estos casos incitaron a un pobre zapatero para enseñar a un cuervo un saludo similar. El cual, agotado por el esfuerzo, muchas veces solía decir al ave que no respondía: “¡Trabajo y dinero perdidos!”.
Exemplum sutorem pauperem sollicitauit ut coruum institueret ad parem salutationem. Qui, impendio exhaustus, saepe ad auem non respondentem dicere solebat: “Opera et impensa periit!”.
Pero cierto día el cuervo empezó a decir el saludo enseñado. Al escucharlo, mientras pasaba, Augusto respondió: “Bastantes de esos aduladores tengo en casa”. Quedaba en la memoria del cuervo aquellas palabras que solía oír a su dueño, y agregó: “¡Trabajo y dinero perdidos!”. Ante eso el César sonrió y ordenó pagar por el ave lo que hasta ahora no había pagado por ninguna de ellas.
Aliquando tamen coruus coepit dicere dictatam salutationem. Hac audita, dum transit, Augustus respondit: “Satis domi salutatorum talium habeo”. Superfuit coruo memoria ut et illa, quibus dominum querentem solebat audire, subtexeret: “Opera et impensa periit!”. Ad quos Caesar risit emique auem iussit quanti nullam adhuc emerat.
La batalla naval de Accio (31 a. C.) entre Marco Antonio y Vepsanio Agripa (general de Augusto) fue el golpe definitivo que desequilibró la balanza a favor de Augusto. El astuto entrenador de pájaros había preparado uno en caso de triunfo de Marco Antonio y otro en caso que la victoria fuese para Augusto. Su plan pudo tener un final trágico cuando su envidioso socio lo denunció, pero para Augusto fue ocasión de mostrar que no era un sátrapa oriental sino un hombre magnánimo.
Gema del s. I que representa a Augusto entre los dioses y abajo una alegoría del triunfo de Roma. En el Kunsthistoriche Museum de Viena. De Wikipedia. Foto de A. Praefcke.



Quintiliano, Institutiones Oratorias, lib. 6, cap. 3, n. 79
Augusto, a los tarragonenses que le anunciaban que en su altar había brotado una palma, les dice: “Parece que la encendéis a menudo”.
Augustus, nuntiantibus tarraconensibus palmam in ara eius enatam: “Apparet -inquit- quam saepe accendatis”.
Hispania y las Galias estuvieron entre los primeros lugares donde se empezó a implantar el culto al genio del emperador, estando atestiguado también por Quintiliano la existencia en Tarragona de un altar dedicado a Augusto, cuando este todavía vivía. Era visto como un signo de buena fortuna que hubiese brotado una palma junto al altar, y ese hecho sería un buen argumento para los aduladores delegados de Tarragona; sin embargo Augusto frivoliza el asunto anotando con ironía que simplemente puede ser señal de la poca frecuencia o poca monta de los sacrificios que ahí se realizaban. Nótese que dice "encender" porque los sacrificios se quemaban sobre el altar.

jueves, 22 de mayo de 2014

Catulo: poesía visceral


Un amigo de Facebook nos sugirió que el carácter primaveral y festivo del mes de mayo era un marco ideal para recordar el “Vivamus, mea Lesbia” de Catulo. La sugerencia me pareció óptima y con ese pretexto podemos recordar la figura del poeta y algunos retazos de su obra.
Gayo Valerio Catulo ( c. 54 a. C.) nació en Verona, en una familia acomodada y con contactos con hombres ilustres y poderosos del imperio (su padre era amigo de Julio César). Se trasladó a Roma para estudiar y luego se introdujo en los círculos literarios (quizás de la mano de Cornelio Nepote). Su temperamento apasionado y su talento poético encontraron incentivo y aplauso en la vida agitada y voluptuosa de la gran urbe.
Ahí encontraría una mujer que le haría experimentar emociones tan dispares que, por atracción o aversión, sería su gran musa y el tema dominante de sus poemas. Catulo dice que era una mujer casada y la llama con el seudónimo de Lesbia. Aunque él nunca revela la identidad de su amor imposible, sin embargo pronto ella fue identificada con una cierta Clodia (Apuleius, Apología, 10) y los estudiosos, a partir de diferentes indicios, han llegado a la convicción que se trataba de la esposa del poderoso Quinto Metelo Céler, cónsul el a. 60 a. C. Esta Clodia es conocida por su romance con Marco Celio Rufo, al que terminó acusando de intento de asesinato. El abogado del acusado fue el gran orador Cicerón (cf. Pro Marco Caelio Oratio), que nos ha dejado un detallado retrato de Clodia como una mujer lujuriosa, cruel e intrigante (y así logró la absolución de su defendido).
Tras la ruptura final con Clodia, Catulo se embarcó en una expedición a la provincia de Bitinia (norte de la actual Turquía), en parte para apartarse de Clodia, en parte con la esperanza de ganar dinero (siempre insuficiente por su prodigalidad), y sobre todo para honrar la tumba de su hermano que había muerto solo en aquellas tierras lejanas.
A su vuelta a Roma pudo darse el gusto de darle un portazo a Clodia, que buscaba restablecer las antiguas cadenas, y vislumbrar un futuro brillante bajo la protección de Julio César, pero todo quedó truncado con su muerte, cuando tenía unos treinta años.
Con el final del imperio romano la memoria del poeta cayó casi en el completo olvido. De su obra solo existe un manuscrito del s. X que contiene un solo poema (el 62). Sin embargo existió otro volumen que contenía toda su colección de poemas. De ese ejemplar (hoy perdido) se hicieron dos copias en el s. XIV, que subsisten hasta hoy, y son las fuentes de toda la obra que poseemos de Catulo.
"Catulo en casa de Lesbia" (1875). Óleo de sir Lawrence Alma-Tadema. Foto de WikiArt.
Los tres textos que presento a continuación los he construido a partir de esos dos manuscritos: el Bodleian Library, Canonicianus Class. Lat. 30 (O), y el BNF Ms. lat. 14137 (G). Adjunto las variantes más notables y una breve explicación de aspectos oscuros para el principiante.

Carmen 5
Vivamos, Lesbia mía, y amémonos,
y a todas las habladurías de los viejos ceñudos
démosles el valor de un as.
Viuamus, mea Lesbia, atque amemus,
rumoresque senum seueriorum
omnes unius aestimemus* assis.
Los astros pueden ocultarse y volver; pero
una vez que se apaga la breve luz para nosotros,
debemos dormir una única noche perpetua.
Soles occidere* et redire possunt;
nobis cum semel occidit breuis lux,
nox est perpetua una dormienda.
Dame mil besos, luego cien,
luego otros mil, luego otros cien,
luego hasta otros mil, luego cien.
Da mi basia mille, deinde centum,
dein** mille altera, dein secunda centum,
deinde usque altera mille, deinde centum.
Luego, cuando nos hayamos dado muchos miles,
los revolveremos, para que no sepamos,
ni ningún desgraciado pueda envidiar
al saber, cuántos besos nos dimos.
Dein,* cum milia multa fecerimus,
conturbabimus* illa, ne sciamus,
aut ne quis malus inuidere possit,
cum tantum sciat esse basiorum.

* O: estinemus; G: extimemus. O: ocidere.
** O: deinde mille altera deinde secunda centum; G: deinde mi altera da secunda centum.
* OG: deinde; G: millia; OG: conturbauimus; OG: tantus.

5,3: un as era la moneda de menor valor.
5, 11-13: se revuelve de modo que ni ellos ni los envidiosos sepan cuántos besos se han dado.

Carmen 92
Lesbia siempre habla mal de mí y no deja de hablar sobre mí, ¡pero que me muera si Lesbia no me ama!
Lesbia mi dicit semper male nec tacet umquam*
de me, Lesbia me dispeream nisi amat!**
¿Cómo lo sé? Porque lo mismo me pasa. La insulto a menudo ¡pero que me muera si no la amo!

Quo* signo? Quia sunt totidem mea.* Deprecor illam
assidue, uerum* dispeream nisi amo!

* G: unquam.
** G: amo.
* Estas dos últimas líneas faltan en G. O: ea. O: uero.

92, 3: Signo: es el verbo “signo, signavi”; no el sustantivo neutro “signum, signi”.

Carmen 101
Tras atravesar muchos pueblos y anchos mares
llego, oh hermano, a estas tristes exequias,
Multas per gentes et multa aequora uectus
aduenio has miseras, frater, ad inferias,
para darte el último servicio fúnebre
y hablar en vano a tus mudas cenizas,
ut te postremo donarem munere mortis
et mutam nequiquam* alloquerer cinerem,
pues el destino me arrebató a ti,
ay pobre hermano, apartado injustamente de mí.
quandoquidem fortuna mihi* tete abstulit ipsum,
heu miser indigne frater adempte mihi.*
Pero ahora entretanto recibe esto, que según la vieja usanza paterna
por triste deber se ofrece en las exequias,
Nunc tamen interea haec,* prisco quae* more parentum
tradita sunt tristi munere ad inferias,
con el fraternal llanto derramado en abundancia
y por siempre, oh hermano. Adiós y cuídate.
accipe, fraterno multum manantia fletu
atque in perpetuum, frater. Aue atque uale.**

* OG: ne quicquam. G: michi. G: hoc. OG: priscoque.
** O: valle.

101, 2: has miseras inferias: un rito religioso por el difunto.
101, 3: donarem munere mortis; la misma idea. Nótese que rige ablativo y no acusativo.
101, 6: indigne: injustamente porque el hermano ha muerto prematuramente.
101, 7: haec: estas cosas son las ofrendas de vino, leche, miel, flores, etc., que solían ofrecerse a los difuntos. Esto es dado como un adelanto de una ofrenda mayor, probablemente un monumento conmemorativo en su tierra natal.
101, 7-10: la oración principal es: “nunc tamen interea accipe haec, frater”. Esta oración principal está interrumpida por dos subordinadas: “quae prisco more parentum tradita sunt tristi munere ad inferias”. Y la segunda: “fraterno manantia fletu multum atque in perpetuum”.

martes, 4 de febrero de 2014

Horacio: Sapere aude. Incipe



Quinto Horacio Flaco ( 8 a. C) es un poeta romano que siempre ha gozado de popularidad: fue apreciado entre prestigiosos autores romanos como Ovidio y Quintiliano, en la Edad Media se valoró las vehementes llamadas a la virtud de sus Epistulae, en el Renacimiento Petrarca lo tomó como modelo de poeta, y en los siglos siguientes sus ediciones se multiplicaron y muchos de sus versos se han convertido en slogan populares, como el famosísimo “carpe diem” (Odas 1, XI 7).

Cada época parece haber encontrado en la poesía de Horacio algo en que reflejarse. El poeta cristiano Prudencio ( c. 413) no dudaba en considerar a Horacio una especie de “cristiano anónimo” y las burguesías occidentales han creído identificar su “aurea mediocritas” (Odas 2, X, 5) con una vida apartada de la política o por lo menos de “los extremismos”, mientras que los fascistas y gobiernos militaristas estaban encantados con su “dulce et decorum est pro patria mori” (Odas 3, II, 13). Esto es posible en gran parte por culpa (o mérito) del mismo Horacio que tuvo un pensamiento ecléctico. Mientras que el poeta Lucrecio era un ferviente apóstol del epicureísmo y cada verso de su obra proclama su fe, no ocurre lo mismo en Horacio. Aunque estudió en Grecia y conoció bien las dos corrientes rivales y de moda, el estoicismo y el epicureísmo, sin embargo no llegó a optar abiertamente por ninguna. En sus escritos hallamos guiños a ambas corrientes, aunque en sus últimas obras su preferencia parece inclinarse más claramente hacia el epicureísmo. De todos modos Horacio siempre se detiene en los aspectos comunes (la exhortación a la virtud, la crítica a las pasiones, el elogio a la vida sobria del sabio) y evita entrar en las cuestiones cosmológicas, antropológicas y teológicas que dividían ambas corrientes.
"Horacio". Oleo de Adalbert von Rössler ( 1922)
A continuación, para saborear algo de su estilo directo un pasaje de uno de sus famosos poemas: la dirigida al joven Lolio Máximo (Epístolas 1, 2, vv. 32-54).

Vehemente exhortación a la virtud
Para matar a un hombre se alzan de noche los ladrones;
¿para cuidarte a ti mismo, no te despiertas? Pero si no quieres correr sano, correrás hidrópico, y si no pides antes que amanezca un libro y una lampara, si no vas a dirigir tu empeño a los estudios y acciones honestas, la envidia y la pasión te torturarán despierto. Pues ¿por qué te apresuras a remover lo que molesta a los ojos, si lo que está en el alma, difieres la hora de curarlo de año en año?
Ut iugulent hominem surgunt de nocte latrones; [32]
ut te ipsum serues, non expergisceris? Atqui
si noles sanus, curres hydropicus, et ni
posces ante diem librum cum lumine, si non [35]
intendes animum studiis et rebus honestis,
inuidia uel amore uigil torquebere. Nam cur,
quae laedunt oculos, festinas demere, siquid
est animum, differs curandi tempus in annum?
Quien empieza, tiene la mitad de la obra; ¡atrévete a saber! ¡Empieza! Quien retrasa la hora de vivir rectamente, espera como el rústico mientras el río fluye: pero este, rápido, corre y correrá por todos los siglos. Dimidium facti, qui coepit, habet; sapere aude!
Incipe! Uiuendi qui recte prorogat horam, [41]
rusticus expectat dum defluat amnis: at ille
labitur et labetur in omne uolubilis aeuum.
Inutilidad de las ambiciones
Se busca plata y para procrear niños una fértil
esposa y se someten los bosques incultos con el arado:
a quien le toca lo suficiente, que no desee nada más.
Ni la casa ni la finca, ni los montones de bronce y oro apartan la fiebre del cuerpo enfermo del amo, ni las cuitas del alma: es necesario que el dueño tenga salud, si piensa gozar felizmente de los bienes acumulados.
Quaeritur argentum puerisque beata creandis
uxor et incultae pacantur uomere siluae: [45]
quod satis est cui contingit, nihil amplius optet.
Non domus et fundus, non aeris aceruus et auri
aegroto domini deduxit corpore febrem,
non animo curas: ualeat possessor oportet,
si conportatis rebus bene cogitat uti. [50]
Al que arde en deseo o teme, la casa y los bienes le valen tanto como las pinturas al legañoso, los paños tibios al gotoso, las cítaras a las orejas afligidas por la suciedad acumulada. Si el recipiente no es puro, todo lo que metes, se agria.
Qui cupit aut metuit, iuuat illum sic domus et res
ut lippum pictae tabulae, fomenta podagram,
auriculas citharae collecta sorde dolentis.
Sincerum est nisi uas, quodcumque infundis acescit.
El texto completo puedes leerlo en este enlace: https://sites.google.com/site/magisterhumanitatis/filosofia/horacio-epistolas-primer-libro/2-a-lolio-maximo


“Si no quieres correr sano, correrás hidrópico”. La sabiduría y la virtud no son elementos opcionales o decorativos en la vida humana que impunemente podemos dejar a un lado. La vida misma se encarga de “castigar” al necio, pues la vida es una carrera que debemos correr: o lo haremos bien, con sabiduría y virtud, y por tanto con felicidad; o lo haremos mal, con necedad y vicios y por tanto desgracia e infelicidad. Esa es la primera gran verdad que Horacio quiere hacer notar, casi gritar, al joven Lolio.
“Para matar a un hombre se alzan de noche los ladrones ¿Para cuidarte a ti mismo, no te despiertas?”. Durante la niñez y la juventud se vive como en un sueño, del cual hay que despertar a prisa, si no quieres que la vida te triture. Todo ser humano que ha llegado a este mundo cuando alcanza la juventud se encuentra en una encrucijada: dejarse arrastrar por el camino ancho de los pasiones o asumir los trabajos del camino estrecho de la virtud.
Si no pides antes que amanezca un libro y una lampara, si no vas a dirigir tu empeño a los estudios y acciones honestas, la envidia y la pasión te torturarán despierto”. Desde Sócrates y Platón toda la filosofía griega ha hecho una ecuación entre saber y virtud: mientras más conocimientos tuviese una persona, más virtuosa sería, pues tenían la convicción que el que obra mal, en el fondo siempre obra por ignorancia; para ellos es extraño el concepto judeo-cristiano de una “gracia y una sabiduría” infundida y revelada externamente desde Dios para alcanzar la perfección. En el caso del epicureísmo este imperativo de “conocer”, adoptaba un carácter más cosmológico, en la medida que a diferencia de las otras corrientes filosóficas, su visión era completamente revolucionaria: el universo estaba formado por átomos que se regían por sus propias leyes, también este mundo, las plantas, animales y el ser humano seguían estas leyes, en las cuales nada tenían que ver los dioses, que vivían apartados e indiferentes a la incesante fragua creadora y destructora de universos, entre cuyo oleaje brevemente el hombre aparece para intentar ser feliz antes de volver a ser engullido por la naturaleza. Solo el que obtiene este saber, según Epicuro, podrá librarse de las angustias de la mente, del miedo a los dioses y a la muerte, y llevar una existencia plena y feliz, en cuanto nos es posible, viviendo solos en un mundo extraño y hostil.
"¡Atrévete a saber! ¡Empieza!" (= sapere aude! Incipe!). Es imperativo que el joven se ponga pronto manos a la obra, que tenga el coraje de empezar a enterarse de cómo son realmente las cosas, empezar a leer y a saber. Y no quedarse boquiabierto ante la vida, como el necio que pierde las horas mirando el río pasar con la absurda esperanza que en algún momento dejará de fluir.
A quien le toca lo suficiente, que no desee nada más.” En esta otra sección Horacio empieza enumerando los pilares de la economía romana: comercio, familia y agricultura (no menciona la conquista) y condena como locura el consagrar todas las fuerzas y el tiempo a “buscar plata”. Pues la ambición y la avaricia suelen consumir el tiempo, el alma y la salud de quienes se hacen sus esclavos, víctimas de una sed insaciable, encadenados a una rueda que no deja nunca de girar. El sabio es el que sabe decir “basta”, sabe qué es lo necesario para vivir, sabe apreciar el valor de las cosas y sabe disfrutar de ellas; se sirve de las cosas, no es esclavo de las cosas. Entonces disfruta y es feliz con lo que tiene, obtiene la dulzura de todas las cosas; en cambio el necio, aunque sea rico, siempre está hambriento, inquieto, disgustado: destruye las cosas y finalmente no obtiene nunca el placer que esperaba. El sabio lo observa y se ríe, porque sabe que “si el recipiente no es puro, todo lo que metes se agria.”

martes, 20 de agosto de 2013

Laudatio Turiae: el epitafio romano más célebre

El mes pasado mi esposa tuvo que someterse a una operación a causa de una apendicitis aguda, que tardó en ser detectada por malos profesionales. Felizmente otros muy buenos lo remediaron oportuna y felizmente. Los días que pasé acompañándola en el hospital, viendo diferentes experiencias con la enfermedad, la soledad, el temor por los seres queridos, el dolor, me movieron a sacar del cajón un proyecto que hace tiempo tenía pendiente: una edición de la llamada Laudatio Turiae.
(Quienes quieran ver el estudio completo (texto latino, traducción y comentarios) pueden hacerlo en mi página: magisterhumanitatis/escritores-latinos/laudatio-turiae).

Con este nombre se designa la inscripción funeraria más grande (unas 3 toneladas se calcula que debieron pesar las dos planchas de mármol que la formaban) y más extensa (entre 180 - 190 líneas) que nos ha llegado de la Roma antigua. Por desgracia el epitafio no nos ha llegado completo y entre los fragmentos que poseemos no se encuentra ni el nombre de la difunta ni de su marido que lo mando inscribir en su honor.
Se le llama Laudatio Turiae (= Elogio a Turia, o mejor, Curia) porque un estudioso del s. XVIII creyó que algunos acontecimientos relatados en el epitafio tenían semejanza con un relato sobre el cónsul Quinto Lucrecio Vespillo y su mujer Turia, que lo escondió en el falso techo de su habitación

A Quinto Lucrecio, proscrito por los triunviros, su mujer Turia, no sin gran peligro propio, lo mantuvo a salvo de la calamidad inminente, escondido entre el techo y el tejado del dormitorio, sabiéndolo solo una joven criada, y esto lo hizo con tal fidelidad que, mientras los otros proscritos a duras penas huían por tierras extranjeras y hostiles con grandes tormentos de cuerpo y alma, aquel se mantenía a salvo en su dormitorio y en el seno de su mujer.
Q. Lucretium, proscriptum a triumviris, uxor Turia, inter cameram et tectum cubiculi abditum, una conscia ancillula, ab imminente exitio, non sine magno periculo suo, tutum praestitit singularique fide id egit ut, cum ceteri proscripti in alienis et hostilibus regionibus per summos corporis et animi cruciatus vix evaderent, ille, in cubiculo et in coniugis sinu, salutem retineret.
Valerio Máximo, Facta et dicta memorabilia, VI, 7, 2

Esta opinión se mantuvo hasta mitad del s. XX, pero actualmente los estudiosos reconocen que en realidad existen pocos elementos para afirmar tal cosa con seguridad. Es verdad que los personajes del epitafio vivieron en la misma época que Turia y su marido, y tuvieron que padecer el trance de la proscripción, sin embargo también es cierto que hay varias divergencias, por lo cual lo más prudente parece ser dejarlos en el anonimato, con la esperanza de algún día encontrar nuevos fragmentos que arrojen más luz sobre este enigma.
La "dextrarum iunctio" era parte culminante del rito nupcial, pero en el arte funerario simboliza la fidelidad de los esposos. Aquí ella aparece coronada por Venus y él apadrinado por el genio de Roma.
Detalle del llamado "Sarcofago dei Fratelli" en el Museo Archeologico di Napoli. Foto de Marie-Lan Nguyen.
Ya que esta pieza oratoria es bastante extensa solo presentaré algunos breves fragmentos para esbozar las ideas principales. Por comodidad llamaré Turia a la desconocida mujer a quien se dedicó este elogio fúnebre.
1) Cuando ella era una joven, poco antes de casarse, sus padres fueron asesinados, seguramente durante las revueltas de la Primera Guerra Civil (guerra entre Julio César y Pompeyo). Con gran valor ella (su marido tuvo que salir de Roma, luchando en el ejército) pide castigo para los culpables y no descansa hasta que lo consigue:

Con tanta industria desempeñaste tu tarea de amor filial, insistiendo y reclamando, que si hubiésemos estado presentes no hubiésemos podido hacer más.
Tanta cvm indvstria mvnere es pietátis perfvncta, efflagitando atqve vindicando, vt si praesto fvissimvs non amplivs potvissemvs.

2) El testamento de su padre dejaba como herederos a Turia y su marido, pero ella incluso quiso compartirlo con su única hermana (que al ya estar casada, según ciertas leyes romanas, ya no tenía derecho al patrimonio familiar). Pero algunos parientes, movidos por la ambición, quieren declarar nulo el testamento y piden ser nombrados tutores de Turia y administradores de sus bienes. De nuevo ella sola debe ir a juicio para defender la voluntad de su padre y compartir con su hermana.

Después fuisteis insidiadas para que el testamento, del cual éramos herederos, se declarase nulo............
Temptatae deinde estis vt testamentvm, qvo nos eramvs heredés, rvptvm diceretvr .........
Cedieron ante tu firmeza y no prosiguieron la causa. Al hacer esto, tú sola concluiste la defensa que asumiste del deber hacia tu padre, del afecto hacia tu hermana y de la fidelidad hacia nosotros.
Cesservnt constantiae tuae neqve amplivs rem sollicitarvnt. qvo facto officii in patrem, pietatis in sororem, fidei in nos, patrocinivm svcceptvm sola peregisti.

3) Poco después de acabar la Primera Guerra Civil, el asesinato de Julio César volvió a dividir Roma: por un lado los conspiradores (aristocracia conservadora) y por otro lado los seguidores de César (encabezados por los triunviros Marco Antonio, Lépido y Octavio). Pronto los triunviros se hicieron con el poder de Roma y se desató una ola de asesinatos y confiscaciones de los sospechosos de haber participado en la conjura contra César. El marido de Turia, que había combatido en las filas de Pompeyo, fue acusado falsamente por algún enemigo y su nombre fue incluido en la lista de proscritos. Entonces fue Turia la que orquestó todo lo necesario para que su marido se ocultase con éxito y finalmente fuese rehabilitado.

Nuestros secretos, planes ocultos y diálogos arcanos, ahora ¿para qué lo revelaré? Cómo, alertado por veloces mensajeros de peligros reales e inminentes, me salvé por tus avisos.
Qvid ego nvnc interiora nostra et recondita consilia sermonesque arcanos érvam? vt, repentinís nvntiis ad praesentia et inminentia pericvla evocatvs, tvís consiliís conservatvs sim.

4) Su matrimonio fue largo y armonioso y el marido lamenta que ella, que era más joven, haya muerto antes que él.
Raros son los matrimonios tan largos, acabados por la muerte, no rotos por el divorcio: pues nos ocurrió a nosotros, que lo llevamos hasta 41 años sin agravios. ¡Ojalá esta vieja unión hubiese mutado por mi parte! Ya que era más justo que yo, el más anciano, sucumbiera al hado.
Rara svnt tam divtvrna matrimonia, finita morte, non divertio interrvpta: nam contigit nobis vt ad annvm xxxxi sine offensa perdvceretvr.
Vtinam vetvsta conivnctio habvisset mvtationem vice mea. qva ivstivs erat cedere fato maiorem.

5) La única sombra en su felicidad fue la falta de hijos. Incluso ella quiso divorciarse para que él pudiera casarse con otra y así tener hijos. Pero él rechazó enérgicamente esa idea: prefería vivir con ella sin hijos, que con hijos pero sin ella.

¿Por qué iba yo a tener tanto deseo o necesidad de tener hijos hasta el punto que por ello faltaría a la fidelidad, cambiaría lo cierto por lo dudoso?
Qvae tanta mihi fverit cvpiditás avt necessitás habendi liberos vt propterea fidem exverem, mvtarem certa dvbiís ?
Pero ¿para qué [decir] más? Cediendo te quedaste junto a mí, pues yo no podía ceder ante ti sin deshonor mío y nuestra común infelicidad.
Sed qvid plvra? cedens mihi mansisti apvt me, neqve enim cedere tibi sine dedecore meo et commvni infelicitate poteram.

6) En las últimas líneas el marido expresa la profundidad de su gratitud por su vida y de su dolor por su pérdida.

El dolor natural arranca las fuerzas a mi firmeza, me hundo en el dolor y me oprimen este luto y disgusto y no resisto a ninguna de las dos. ...........
Natvrális dolor extorqvet constantiae vírés, maerore mersor et qvibvs angor lvctv taedioqve in necvtro mihi cónstó. .......
La conclusión de esta oración será que tú lo mereciste todo, pero no todo me fue bien para dártelo.
Vltvmvm hvivs órationis erit omnia mervisse te, neqve omnia contigisse mihi vt praestarem tibi.

Sin duda ella fue una mujer inteligente, valiente y generosa. Ella entregó a su marido con plena confianza su vida y sus bienes, y él vivió para agradecérselo y pagarle con el mismo amor y fidelidad, pues solo uno que ama de verdad tiene la humildad para decir: "tú lo mereciste todo, pero no todo me fue bien para dártelo".

Los estudiosos de latín habrán notado varias peculiaridades en la escritura: si quieren profundizar al respecto pueden hacerlo en el enlace que he dejado al inicio.

martes, 28 de agosto de 2012

Espartaco según los romanos (II)


Continuamos con el relato de la guerra de Espartaco según el texto del historiador romano Aneo Floro. Aunque su relato es sumamente breve Floro se toma su tiempo para subrayar varias veces el grave deshonor que significó para Roma este acontecimiento. Floro precisa que no es tanto motivo de vergüenza combatir contra esclavos sino que estos hayan sido comandados por gladiadores, que eran considerados como la quintaesencia de los peores criminales.
Tengamos en cuenta que los gladiadores en tiempos de Espartaco estaban formados casi exclusivamente por criminales y prisioneros de guerra y todavía no existían grandes coliseos ni grandes juegos. Muy distinta ya era la situación en tiempos de Floro, en que los emperadores rivalizaban por construir grandes anfiteatros y ofrecer al pueblo espectáculos cada vez más sangrientos y exóticos. De todos modos entre la élite intelectual romana, entre los cuales parece colocarse Floro, siempre se reprobó las luchas de gladiadores y que se les considerase como estrellas. Para él no son más que "fieras rabiosas", gente de la peor calaña y que sin embargo puso en jaque a la mayor potencia militar de la época.
Pues aunque empezó como una simple revuelta en una escuela provincial de gladiadores pronto se convirtió en una auténtica guerra que puso en peligro incluso la capital del imperio. Floro constata que "los hombres que sólo se hubiesen contentado con huir, ahora también querían vengarse".
Este éxito inicial de los sublevados tiene su explicación en una serie de circunstancias favorables. Las tropas veteranas y los mejores generales romanos estaban fuera de Italia (Pompeyo en España y Licinio Lúculo en Grecia) cuando estalló la revuelta y los gladiadores al principio sólo combatieron contra tropas provinciales formadas mayoritariamente por reclutas sin experiencia: por eso pudieron recorrer toda Italia de sur a norte. A esto se suma la equivocada evaluación que el Senado hizo de sus enemigos: considerándolos simplemente una banda de esclavos fugitivos creyeron que podía resolverse con el uso de tropas locales. Después de varias derrotas iniciales el prestigio ya se inclinaba más hacia los rebeldes, rodeados de un aura de invencibles, por lo cual incluso las tropas consulares de M. Licinio Craso en las primeras escaramuzas arrojaron las armas y huyeron ante el enemigo.
Naturalmente el mérito principal fue de los líderes rebeldes: el tracio Espartaco y los galos Crixo y Enómao. Pues se requiere una notable clarividencia para que un grupo de fugitivos, en lugar de simplemente tratar de dispersarse y pasar desapercibidos, quieran prender la mecha de una revuelta y se lancen a liberar todos los esclavos que hallaban a su paso. Y todavía más difícil es el proyecto de querer reunir todos esos esclavos y descontentos y con ellos lograr formar un ejército y prácticamente un pueblo en marcha, pues es sabido que entre ellos iban miles de mujeres y niños, y se calcula que en su momento culmen habrían congregado hasta 120000 personas. Una hazaña que parece más increíble si recordamos que desde el Vesuvio (unos 200 km al sur de Roma) llegaron hasta los Apeninos (al norte de Italia) y luego volvieron al extremo sur de la península con la intención de pasar a Sicilia y convertirla en su bastión inexpugnable.
Aunque los historiadores romanos discrepan en varios aspectos de la vida y personalidad de Espartaco, sin embargo todos son unánimes en reconocer que era un soldado valeroso y murió combatiendo como un héroe.

Mosaico del retiario Montanus (en la Villa dei Quintili del emperador Cómodo, en la 5ª milla de la vía Appia Antica, Roma).

A continuación el final del relato de la guerra de Espartaco.

Anneus Florus, Epitome de gestis romanorum, 2, 8 [20]
Luego en seguida también atacó [tropas] consulares y abatió el ejército de Léntulo en el Apenino, y cerca de Módena destruyó el campamento de Publio Craso.
(10) Inde iam consulares quoque adgressus in Appenino Lentuli exercitum cecidit, apud Mutinam Publi Crassi castra delevit.
Animado por esas victorias llegó a plantearse lo cual es bastante vergüenza para nosotros— invadir la ciudad de Roma.
(11) Quibus elatus victoriis de invadenda urbe Romana — quod satis est turpitudini nostrae — deliberavit.
Finalmente contra el mirmillón se alzó Licinio Craso con todas las fuerzas del imperio y mantuvo el honor romano: derrotados y puestos en fuga por éste —da vergüenza decirlo— los enemigos se refugiaron en el extremo [sur] de Italia.
(12) Tandem enim totis imperii viribus contra myrmillonem consurgitur pudoremque Romanum Licinius Crassus adseruit; a quo pulsi fugatique — pudet dicere — hostes in extrema Italiae refugerunt.
Allí encerrados en un ángulo de Calabria, habiendo proyectado una fuga hacia Sicilia y ya que no tenían naves, probaron balsas de leños y toneles unidos con ramas infructuosamente a causa del impetuoso mar, finalmente hicieron una salida para encontrar una muerte digna de hombres y, tal como convenía bajo un líder gladiador, se combatió a muerte. El mismo Espartaco, luchando valerosamente en primera fila, murió como un general.
(13) Ibi circa Bruttium angulum clusi, cum fugam in Siciliam pararent neque navigia suppeterent, ratesque ex trabibus et dolia conexa virgultis rapidissimo freto frustra experirentur, tamen eruptione facta dignam viris obiere mortem et, (14) quod sub gladiatore duce oportuit, sine missione pugnatum est.
Spartacus ipse, in primo agmine fortissime dimicans, quasi imperator occisus est.

Unas pocas aclaraciones al texto:
consulares quoque adgressus: hay divergencias en los relatos de los historiadores sobre las batallas y los que participaron. Aquí Floro parece que se refiere a la derrota de Cornelio Léntulo Clodiano y su colega Lucio Gelio Publícola, cónsules el a. 72. Léntulo salió para impedir el paso de los Apeninos mientras Publícola acechaba la retaguardia del ejército de esclavos, pero Espartaco los derrotó por separado. La mención de Publio (¿Gayo?) Craso sería un error de Floro. Esa doble derrota hizo que el Senado los apartase del mando militar y lo entregase a Licinio Craso.
contra mymillonem (en 12): se supone que Espartaco como gladiador luchaba de mirmillón.
pudet dicere (en 12): se refiere a llamar hostes (ejército enemigo) a aquella armada de esclavos comandados por gladiadores
rapidissimo freto (en 13): las fuertes corrientes del estrecho de Mesina impedían atravesarlo con medios de fortuna.
sine missione (en 13): es decir, sin perdón. Es un término técnico usado en los combates de gladiadores para indicar que la pelea era a muerte y el vencido no podía ser indultado.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Espartaco según los romanos (I)


Para todos nosotros la figura de Espartaco está ligada al famoso film de Stanley Kubrick "Spartacus" (1960), pero los escritores romanos, en mayor o menor grado, lo presentan como un hombre cruel y sediento de venganza, un alborotador que rompió la paz y puso en peligro el estado.
El primero que leyó la historia de Espartaco bajo una luz positiva fue el dramaturgo francés Bernard-Joseph Saurin (1706 - 1781) que le dedicó una tragedia en 5 actos, en la que por primera vez lo presentan como un héroe de la libertad.
Pero el gran impulsor de la figura de Espartaco fue Karl Marx, el padre del comunismo moderno, pues en su guerra veía la más genuina expresión de la clase trabajadora (esclavizada) que lucha por su liberación. Por eso posteriormente en los círculos marxistas Espartaco se convirtió en un héroe comunista.
Aunque la maquinaria de Hollywood ha sido la que finalmente ha impuesto la idea que actualmente tiene la mayoría de personas acerca del gladiador rebelde, sin embargo debemos tener en cuenta que el autor del libreto, el afamado guionista norteamericano Dalton Trumbo (1905-1976), perteneció al partido comunista y fue perseguido durante el macartismo. De hecho la American Legion, una asociación conservadora de veteranos, hizo una amplia campaña contra el film por supuestas "influencias comunistas".
Este film también fue el causante, sin fundamento, que Espartaco se haya convertido en icono del mundo gay. Todo surgió a partir de una sugestiva escena (en su día censurada) en la que el esclavo Antonino (Tony Curtis) baña a su amo, el pretor Licinio Craso (Laurence Oliver) mientras éste le explica la diferencia entre una elección basada sobre la moral y otra basada meramente en el gusto. Esta velada defensa del amor homosexual convirtió el film, y por asociación, al mismo Espartaco, en bandera de la lucha por la igualdad de derechos de la comunidad homosexual.

Lápida del gladiador Diodoro (s. II-III), hallada en Turquía y actualmente en el  Cinquantenaire Museum, Bruselas, Bélgica.


Volviendo a la Antigüedad hay que recordar que los principales escritos que han sobrevivido acerca de la guerra de Espartaco están escritos en griego, por lo cual no tienen sitio en nuestro blog de latín. Nos conformamos pues con el breve relato del historiador Anneus Florus (entre el s. I-II) que presentaremos en dos partes

Anneus Florus, Epitome de gestis romanorum, 2, 8 (20)
Sin duda también aguantes la vergüenza de una guerra contra esclavos; pues aunque sometidos en todo por la fortuna, sin embargo son como una segunda clase de hombres y son acogidos en los bienes de nuestra libertad: pero no sé con qué nombre llamar a la guerra surgida bajo la guía de Espartaco; ya que, habiendo combatido siervos y comandado gladiadores, aquéllos, hombres de ínfima clase, éstos, de la peor, aumentaron con [sus] ultrajes la desgracia romana.
(1) Enimvero et servilium armorum dedecus feras; nam etsi per fortunam in omnia obnoxii, tamen quasi secundum hominum genus sunt et in bona libertatis nostrae adoptantur: bellum Spartaco duce concitatum quo nomine appellem nescio; (2) quippe cum servi militaverint, gladiatores imperaverint, illi infimae sortis homines, hi pessumae, auxere ludibriis calamitatem Romanam.
Espartaco, Crixo y Enómao, forzada la escuela gladiatoria de Léntulo, salen de Capua con treinta o más hombres de su misma clase; y tras convocar a los siervos bajo su estandarte, habiéndose reunido de inmediato más de diez mil, los hombres que solo se hubiesen contentado con huir, ahora también querían vengarse.
(3) Spartacus, Crixus, Oenomaus, effracto Lentuli ludo, cum triginta aut amplius eiusdem fortunae viris erupere Capua; servisque ad vexillum vocatis, cum statim decem milia amplius coissent, homines modo effugisse contenti, iam et vindicari volebant.
Como fieras rabiosas les pareció bien el Monte Vesuvio como primera sede. Allí, estando sitiados por Clodio Glabro, descolgándose con ramas de vid por la garganta de una cavidad del monte, bajaron hasta sus primeras faldas y por una salida oculta, que [nuestro] general no imaginó, con un ataque sorpresa asolaron el campamento. Luego [atacaron] otros campamentos: el de Vareniana y luego el de Torani, extendiéndose por toda Campania. No contentos con la devastación de casas rurales y villas, asolaron Nola y Nuceria, Turio y Metaponto con terribles matanzas.
(4) Prima sedes velut rabidis beluis mons Vesuvius placuit. Ibi cum obsiderentur a Clodio Glabro, per fauces cavi montis vitineis delapsi vinculis ad imas eius descendere radices et exitu inviso nihil tale opinantis ducis subito impetu castra rapuerunt. (5) Inde alia castra: Vareniana, deinceps Thorani, totamque pervagantur Campaniam. Nec villarum atque vicorum vastatione contenti Nolam atque Nuceriam, Thurios atque Metapontum terribili strage populantur.
Siendo ya un auténtico ejército con la llegada diaria de refuerzos, se hicieron toscos escudos de juncos y de pieles del ganado y con hierro refundido de los calabozos espadas y lanzas.
(6) Adfluentibus in diem copiis cum iam esset iustus exercitus, e viminibus pecudumque tegumentis inconditos sibi clipeos et ferro ergastulorum recocto gladios ac tela fecerunt.
Y para que no faltase el esplendor de un auténtico ejército, se procuró caballería de manadas cogidas por el camino, y ofrecieron a su líder las insignias y las haces arrebatadas a los pretores.
(7) Ac ne quod decus iusto deesset exercitui, domitis obviis etiam gregibus paratur equitatus, captaque de praetoribus insignia et fasces ad ducem detulere.
Y no las rehusó aquél que de mercenario tracio [se hizo] soldado, de soldado desertor, luego ladrón, y finalmente en virtud de su fuerza gladiador.
(8) Nec abnuit ille de stipendiario Thrace miles, de milite desertor, inde latro, deinde in honorem virium gladiator.
Es más, también celebró los funerales de sus jefes muertos en batalla con exequias de generales, y ordenó que los cautivos peleasen con armas junto a la pira fúnebre, como si realmente fuese a expiar todo el deshonor pasado, si fuese el organizador de un [combate] de gladiadores.
(9) Quin defunctorum quoque proelio ducum funera imperatoriis celebravit exsequiis, captivosque circa rogum iussit armis depugnare, quasi plane expiaturus omne praeteritum dedecus, si de gladiatore munerarius fuisset.


Algunas observaciones para los estudiosos de latín:
secundum genus (en 1): en derecho romano se dividía los hombres en tres clases: los libres, los esclavos y los libertos. No se refiere pues a una "raza inferior", sino a una distinción jurídica.
in bona libertatis nostrae adoptantur (en 1): los esclavos podían alcanzar la libertad gracias a la manumisión. En el plano teórico los romanos siempre tuvieron claro que no existía diferencia esencial entre los hombres sino meramente jurídica, la cual surgía per fortunam.
auxere (en 2): forma abreviada de la 3ª pl. del perfecto indicativo de augeo.
captivosque circa rogum iussit armis depugnare (en 9): los estudiosos creen que las luchas de gladiadores nacieron como una costumbre funeraria; naturalmente entonces se trataba de unas pocas parejas de combatientes y sólo podían permitírselo los más adinerados.