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miércoles, 6 de enero de 2021

La Iglesia ante los poderes mágicos (III): el fundamento doctrinal

Una característica notable de la Iglesia católica es su esfuerzo por organizar sus creencias en un conjunto sistemático y razonado que fundamenta y rige la liturgia y la moral. Tengamos en cuenta que el cristianismo se desarrolló en medio de poderosas escuelas filosóficas que tenían sólidas doctrinas sobre Dios y sobre la moral (estoicismo, epicureísmo, neoplatonismo) y también existieron otras religiones que unían lo filosófico, lo místico y lo moral (misterios, gnosticismo, maniqueísmo, etc.), sin olvidar las corrientes heréticas (arrianismo, pelagianismo, etc.). Frente a ellos el cristianismo naciente por un lado tiene que defenderse de las críticas, a la vez que explicar y justificar sus creencias, por otro lado los autores cristianos tomaron prestados del tesoro cultural de la Antigüedad todas las ideas que eran útiles para la construcción de su edificio teológico, pero manteniendo y subrayando su propia identidad. Así como la Iglesia fue ocupando los templos y festividades paganas, desplazando el paganismo de la vida cotidiana, del mismo modo los autores cristianos eran optimistas en que se podía concordar la admirable sabiduría pagana con la verdad de Cristo. Este optimismo es el causante, en gran medida, de la producción de ese colosal tesoro intelectual que es la teología católica. Pero no siempre ha reinado este optimismo. Desde san Pablo que salió del Areópago de Atenas entre abucheos y burlas, muchos ascetas y místicos católicos han considerado ese optimismo como una arrogancia y que la sabiduría humana es necedad, pues el único saber útil es la palabra de Dios, la cual no necesita que venga a explicarla o a fundamentarla ni la filosofía ni ningún otro saber humano. Esa visión negativa es la que ha triunfado en el protestantismo y luego en las iglesias evangélicas, donde todo el esfuerzo intelectual se agota en la recitación del texto sagrado y su exégesis, quedándose en los mismos límites que el judaísmo y el mahometismo.

Quiero detener aquí esta reflexión porque es suficiente como introducción al tema de esta entrada. Retenga el lector solamente estas ideas: 1) la Iglesia siempre ha querido mantener todas sus enseñanzas como un conjunto coherente y se ha preocupado por explicar las dificultades; 2) aunque los puntos más esenciales de la fe siempre han estado bastante claros, muchos otros aspectos han ido modelándose poco a poco.

Respecto a la brujería y la adivinación debemos tener en cuenta que son fenómenos que aparecen en todas las culturas, y como ya dijimos en el primer artículo, tienen su fuente más profunda en el anhelo de poder y saber del ser humano. Y la explicación tradicional de este poder se puede resumir así: el brujo y el adivino pretenden saber el modo de entrar en contacto con fuerzas sobrenaturales y ponerlas a su servicio a través de ciertos ritos y fórmulas. Por lo tanto cuando el cristianismo surge en la Palestina romana y se expande por el mundo mediterráneo, no nos sorprende que el cristianismo asuma con total naturalidad la existencia de estos fenómenos, cuya creencia estaba bien arraigada en la cultura judía y pagana.

El cristianismo asumió la creencia en ángeles del judaísmo, que a su vez lo había tomado del zoroastrismo. Imagen de la Hofbibliothek Aschaffenburg ms. 27, f. 141r

Centremos ahora la atención en la fuente de ese poder. El cristianismo naciente adoptó del judaísmo la creencia en ángeles buenos y malos. El judaísmo había tomado esa noción del zoroastrismo, cuando gran parte de la élite de Israel entró en contacto con dicha religión durante el destierro en Babilonia. Pero mientras en el zoroastrismo los ángeles malignos son expresión de un dualismo radical, en el estricto monoteísmo judío solo puede existir un ser supremo con un poder indiscutible y por lo tanto los ángeles buenos y malos son criaturas totalmente sometidas al Dios único. Esta idea del total sometimiento del demonio a Dios es una idea muy presente en la reflexión cristiana: el demonio solo puede realizar las cosas que Dios por un designio misterioso le permite. Frente a sus rivales el cristianismo naciente usa la categoría "demonio" para explicar todo lo maravilloso que no venía de la Iglesia = de Dios. Si los milagros y profecías de los apóstoles y santos eran prueba clara del poder de Dios testificando a favor de la Iglesia, en cambio los milagros y predicciones que se obraban en los santuarios paganos eran obra del diablo tratando de confundir a la humanidad. Los primeros cristianos en ningún momento ponían en duda la veracidad de las curaciones de Esculapio y la adivinación que realizaban los oráculos paganos, pero lo atribuían al demonio. Por lo tanto (y aquí pasamos a la cuestión de la magia) los magos y adivinos necesariamente eran peones del diablo, aunque los escritores cristianos admiten que los paganos mayoritariamente obran engañados: creyendo servir auténticos dioses (Afrodita, Apolo, etc) en realidad están sirviendo al diablo, que los llevan al error y la depravación.

Veamos ahora unos fragmentos sobre la naturaleza del demonio, su actividad dañina y su relación con la magia en dos teólogos que en su momento escribieron los manuales de teología que marcaron el rumbo de la reflexión católica: san Isidoro de Sevilla († 636) y Pedro Lombardo († 1160). En los textos de ambos se alude directa o indirectamente al teólogo más grande del primer milenio: san Agustín de Hipona († 430), el cual escribió la primera gran reflexión teológica sobre el demonio (el que esté interesado en conocer más sobre ese primer estadio debe leer el "De divinatione daemonum" de san Agustín, del que he hecho una edición que se puede leer libremente en mi página web).

 

Isidorus, Sententiarum liber, lib. 1, cap. 10, n. 17-19 (St. Gallen, Stiftsbibliothek, Cod. Sang. 229, p. 48-50. MIGNE PL 83, col. 556-557).

17. En la palabra de Dios los ángeles conocen todo antes que se haga realidad; y las cosas que para los hombres todavía son futuras, los ángeles ya las han conocido por revelación de Dios.

17. Angeli in uerbo Dei cognoscunt omnia antequam in re fiant; et quae apud homines adhuc futura sunt, angeli iam, reuelante Deo, nouerunt.

Los ángeles pecadores, aunque perdieron la santidad, sin embargo no perdieron su aguda percepción de criatura angélica. Pues de un triple modo gozan de una aguda presciencia, a saber: por la sutileza de su ser, por su experiencia secular, por revelación de las potestades superiores.

Praeuaricatores angeli, etiam sanctitate amissa, non tamen amiserunt uiuacem creaturae angelicae sensum. Triplici enim modo praescientiae acumine uigent, id est: subtilitate naturae, experientia temporum, reuelatione supernorum potestatum.

18. Cada vez que Dios descarga algún castigo a este mundo, los ángeles apóstatas son enviados para administrar la pena. Pero ellos son coartados por el poder divino, para que no dañen tanto cuanto desean

18. Quotiens Deus quocunque flagello huic mundo irascitur, ad ministerium uindictae apostatae angeli mittuntur. Qui tamen diuina potestate coercentur, ne tantum noceant quantum cupiunt ......

19. Del aire superior los ángeles asumen cuerpos, con los que se aparecen a los hombres, y de un elemento celestial se revisten de una especie sólida, por la cual se muestran de modo más evidente a la mirada humana.

19. Angeli corpora, in quibus hominibus apparent, de superno aere sumunt solidamque speciem ex coelesti elemento induunt, per quam humanis obtutibus manifestius demonstrentur.

 

 

Isidorus, Sententiarum liber, lib. 3, cap. 5, n. 5 y 13 (St. Gallen, Stiftsbibliothek, Cod. Sang. 229, p. 285-286; 289. MIGNE PL 83, col. 661-662) 

5. Las insidias y astucias del diablo, aunque se derraman aquí y allá buscando a quien devorar, sin embargo por el poder divino no progresan ni dañan tanto como pretenden maliciosamente. Pues ¿alguna vez la virtud de los santos hubiese podido soportar tanto, si el gobierno celestial no frenase con piadosa mano la maldad de los demonios?

5. Insidiae diaboli atque astutiae, quamuis huc atque illuc quaerentes quem deuorent diffundantur, a potestate tamen diuina non egrediuntur, ne tantum noceant, quantum malitiose contendunt. Nam quando sanctorum uirtus tanta tolerare potuisset, si superna dispensatio pio moderamine nequitiam daemonum non frenaret?

Y aunque el diablo siempre desea poner tentaciones al justo, sin embargo si no recibe de Dios tal potestad, de ningún modo puede realizar lo que desea .......

Et licet diabolus temptationem iustis semper inferre cupiat, tamen si a Deo potestatem non acceperit, nullatenus adipisci potest quod appetit. ......

13. A ojos de los seres carnales el diablo es terrible, a ojos de los elegidos su terror es ínfimo. Los incrédulos lo temen como a un león, los fuertes en la fe lo desprecian como a un gusano, y cuando se manifiesta es repelido al instante.

13. In oculis carnalium diabolus terribilis est, in electorum oculis terror eius uilis est. Ab incredulis ut leo timetur; a fortibus in fide ut uermis contemnitur, atque ad momentum ostensus repellitur.

 

Petrus Lombardus, Sententiarum libri, lib. 2, dist. 7 (BSB Hofbibliothek Aschaffenburg ms 27, f. 88v - 89r. MIGNE PL 192, col 665) 

5. Y aunque los ángeles malos se han endurecido así por su malicia, sin embargo para nada están privados de un agudo sentido. ....

5. Et licet mali angeli ita per malitiam sint obdurati, uiuaci tamen sensu non penitus sunt priuati. .....

Sobre esto también dice Agustín [en "Sobre el Génesis", lib. 2, cap. 17]: "Los espíritus malos llegan a saber algunas cosas verdaderas sobre hechos futuros: en parte por la sutileza de sus sentidos, en parte por su experiencia secular, más astutos por su gran longevidad, en parte por los santos ángeles, que lo saben por Dios omnipotente y que se lo revelan por orden de Él. Pero a veces estos espíritus impíos predicen lo que ellos mismos van a hacer, como si adivinasen".

De hoc etiam Augustinus ait: "Spiritus mali quaedam uera de temporalibus rebus noscere permittuntur: partim subtilitate sensus, partim experientia temporum, callidiores propter tam magnam longitudinem uitae, partim sanctis angelis, quod ipsi ab omnipotenti Deo discunt, iussu Eius sibi reuelantibus. Aliquando autem iidem nefandi spiritus et quae ipsi acturi sunt, uelud diuinando, praedicunt".

6. Por el saber y poder de ellos también se ejercen las artes mágicas; pero a ellos Dios les da tanto el saber como el poder, o para engañar a los pérfidos, o para amonestar a los fieles, o para que los justos ejerzan y pongan a prueba su paciencia.

6. Quorum scientia atque uirtute etiam magicae artes exercentur; quibus tamen tam scientia quam potestas a Deo data est, uel ad fallendum fallaces, uel ad monendum fideles, et ad exercendam probandamque iustorum patientiam.

Por eso Agustín dice en "Sobre la Trinidad", lib. 3, [cap. 7]: "Veo que una mente débil puede plantearse una duda: ¿Por qué pueden hacerse estos milagros también por artes mágicas? En verdad los magos del faraón hicieron serpientes y otras cosas semejantes. Pero hay algo más sorprendente: ¿Cómo el poder de los magos, que pudo hacer serpientes, fracasó por completo cuando se trató de unas moscas diminutas, llamadas zancudos, que fue la tercera plaga que sufrió Egipto? Ahí sin duda fracasaron los magos que dijeron: Aquí está la mano de Dios".

Unde Agustinus in lib. 3 De Trinitate: "Uideo, inquit, infirmae cogitationi quid possit occurrere: cur scilicet ista miracula etiam magicis artibus fiant? Nam et magi pharaonis serpentes fecerunt et alia. Sed illud est amplius admirandum: Quomodo magorum potentia quae serpentes facere potuit, ubi ad muscas minutissimas, scilicet sciniphes uentum est, omnino defecit, qua tertia plaga Aegyptus caedebatur? Ibi certe defecerunt magi, dicentes: Digitus Dei est hic".

"De ahí se deduce que ni lo mismos ángeles y potestades aéreas transgresoras, arrojadas de la morada de sublime pureza etérea de Dios a estas profundas tinieblas como en una cárcel singular, por quienes las artes mágicas pueden lo que pueden, nada pueden, si no les es dada potestad desde lo alto. Tal poder es dado o para engañar a los que engañan, tal como se hizo contra los egipcios y los mismos magos, para que se viesen admirados por los prodigios de esos espíritus por medio de los cuales lo hacían, y condenados por la verdad divina; o para amonestar a los fieles para que no deseen hacer tal cosa como si fuese algo digno, por lo cual además nos lo han expuesto en las Escrituras; o para ejercer, probar y mostrar la paciencia de los justos".

"Unde datur intelligi nec ipsos quidem angelos transgressores et aerias potestates, in imam istam caliginem tanquam in sui generis carcerem ab Illius sublimis aetheriae puritatis habitatione detrusos, per quos magicae artes possunt quicquid possunt, ualere aliquid, nisi data desuper potestate. Datur autem uel ad fallendum fallaces, sicut in aegyptios et in ipsos etiam magos data est, ut in eorum spirituum operatione* uiderentur admirandi, a quibus fiebant, a Dei ueritate dampnandi; uel ad monendum fideles, ne tale aliquid facere pro magno desiderent, propter quod etiam nobis in Scriptura sunt prodita; uel ad exercendam, probandam manifestandamque iustorum patientiam".

7. "Y no se debe de pensar que la materia de las cosas visibles están sujetas al capricho de estos ángeles transgresores, sino más bien a Dios, que concede este poder, en la medida que así lo decreta el Eterno".

7. "Nec putandum est istis transgressoribus angelis ad nutum seruire hanc uisibilium rerum materiam, sed Deo potius, a quo haec potestas datur quantum Incommutabilis iudicat".

 De todo lo dicho en estas dos citas solo quiero subrayar estas ideas: 1) el poder del demonio para predecir el futuro, obrar maravillas o causar daño, siempre y completamente se ejerce bajo la supervisión de Dios, que es el que le permite, o no, realizarlas. 2) Por lo tanto el buen cristiano no mira con temor sino con desprecio al demonio, pues el demonio nada puede, y cuando puede, es porque Dios así lo decreta, y por lo tanto siempre será algo que de algún modo edifica al cristiano y lo hace mejor. 3) De lo anterior podemos deducir que para estos autores el brujo y el adivino, que es el peón del demonio, todavía es más risible, pues vive en una ilusión de poder, que en realidad no poseen ni su mentor, el diablo, ni mucho menos ellos. Esta deducción concuerda muy bien con lo que hemos visto en los dos artículos anteriores, en los que la magia se reduce casi por completo a mera superchería y delirios.

 

Pedro Lombardo imparte una lección magistral. Imagen de la Hofbibliothek Aschaffenburg ms. 27, f. 3r.

Pasemos a otra cuestión, que no quedó bien resuelta: ¿los demonios son seres meramente espirituales o poseen algún tipo de cuerpo? La primera respuesta fue afirmativa. Influyó en ello por un lado algunos textos bíblicos, por ejemplo en el libro de Tobías se dice que el ángel Rafael se presentó en aspecto humano (cap. 5) y que el demonio Asmodeo huyó a Egipto al oler el pez quemado y que Rafael lo encadenó (cap. 8, 1-3); por otro lado la mezcla de platonismo y la creencia judía en ángeles (Is 6, 1-7; Ez 10) aceptada por los escritores del Nuevo Testamento (cf. Ef 1, 19-21; Col 1, 16), conducirá a la idea de una "jerarquía" celestial e infernal: si Dios está en lo más alto, como espíritu puro, todos los demás seres creados deben tener alguna mezcla con la materia, y en el caso de los ángeles su cuerpo estaría formado por la materia más sutil, que es el aire; en tercer lugar, atribuir cuerpo a los ángeles y demonios ayudaba a explicar muchos relatos bíblicos y como ellos intervenían en el mundo humano, y en especial explicaba como era posible la magia, pues parecía que si eran meros espíritus, entonces de ningún modo podrían actuar directamente en el mundo material (provocando una tormenta, un derrumbe, o una enfermedad).

Dios crea los seres vivientes, el hombre y la mujer. Imagen de la Hofbibliothek Aschaffenburg ms. 27, f. 78v.

Esta explicación más primitiva será impulsada por el gran teólogo Orígenes († 254), del cual por desgracia se han perdido la mayor parte de sus obras, y muchas de las que han sobrevivido solo han llegado en traducciones latinas no siempre muy fiables. También san Agustín acogió esta idea, pero pronto la mayoría de autores preferirá la solución contraria: una razón de peso fue que si aceptaban que era corpóreo, se aceptaba que era histórico, y así como el hombre puede pecar pero luego convertirse y salvarse, también parecía que, si el demonio era corpóreo, se debía conceder esa posibilidad al demonio, lo cual iba en abierta oposición a varios textos bíblicos.

 

Petrus Lombardus, Sententiarum libri, lib. 2, dist. 8 (BSB Hofbibliothek Aschaffenburg ms 27, f. 89v - 90r. MIGNE PL 192, col 667-668) 

1. También suele debatirse entre los doctores si todos los ángeles, o sea buenos y malos, son corpóreos, es decir están unidos a un cuerpo. Algunos lo afirman, apoyados en las palabras de Agustín, el cual parece decir que todos los ángeles antes de su confirmación o su caída tuvieron cuerpos aéreos, formados del aire más puro y superior, aptos para actuar, no para sufrir, y que a los ángeles buenos que perseveraron, se le ha mantenido tales cuerpos, para que con ellos puedan obrar y no sufrir, cuerpos que son tan tenues que no pueden ser vistos por los mortales, salvo que estén revestido de alguna forma más gruesa: al asumirla se ven, y al quitarla dejan de ser visibles.

1. Solet etiam in quaestione uersari apud doctores utrum angeli omnes, boni scilicet ac mali, corporei sint, id est corpora habeant sibi unita. Quod aliqui putant, innitentes uerbis Augustini, qui dicere uidetur quod angeli omnes ante confirmationem uel lapsum corpora aeria habuerint, de puriore ac superiore aeris parte formata, ad faciendum habilia, non ad patiendum, et angelis bonis qui perstiterunt, talia obseruata sunt corpora, ut in eis possint facere et non pati, quae tantae sunt tenuitatis ut a mortalibus uideri non ualeant, nisi superuestita aliqua grossiori forma: qua assumpta uidentur, depositaque uideri desinunt.

En cambio con la caída los cuerpos de los ángeles malos han pasado a una peor calidad de espesor aéreo. Pues así como fueron arrojados de un lugar más digno a un lugar inferior, o sea al aire tenebroso, así aquellos cuerpos tenues se han convertido en cuerpos peores y más espesos, en los cuales pueden padecer a causa de un elemento superior, es decir por el fuego .....

Angelis uero malis mutata sunt in casu corpora in deteriorem qualitatem spissioris aeris. Sicut enim a loco digniori in inferiorem locum, id est caliginosum aerem, deiecti sunt, ita illi corpora tenuia transformata sunt in deteriora corpora et spissiora, in quibus possint pati a superiori elemento, id est ab igne. ..........

También dicen que la mayoría de autores católicos están de acuerdo y enseñan de modo concorde que los ángeles son incorpóreos y no tienen cuerpos. Pero a veces asumen cuerpos, que Dios les prepara, para realizar una misión que Dios les impone, y tras cumplirla dejan aquellos cuerpos con los que aparecieron y hablaron a los hombres. .......

Dicunt quoque plurimos catholicos tractatores in hoc conuenisse atque id concorditer docuisse quod angeli incorporei sunt, nec corpora habeant sibi unita. Assumunt autem aliquando corpora, Deo praeparante, ad impletionem ministerii sui sibi a Deo iniuncti, eademque post expletionem deponunt, in quibus corporibus hominibus apparuerunt atque locuti sunt. ....

Un siglo más tarde santo Tomás de Aquino (Super Sent. lib. 2 d. 8) buscará dar más solidez a la idea que los ángeles son incorpóreos. En el actual Catecismo de la Iglesia Católica (15/08/1997) leemos: "La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe" (n. 328). Y sobre el demonio: "No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura" (n. 395).

Inicio del "Sententiarum libri" de san Isidoro de Sevilla. Imagen del Cod. Sang. 229, f. 1r
 Una nota sobre el texto latino:

Para el texto de san Isidoro sigo el manuscrito del s. VIII-IX: St. Gallen, Stiftsbibliothek, Cod. Sang. 229 que no tiene diferencias notables con el texto de Migne. Para la cita de Pedro Lombardo sigo el manuscrito del s. XIII: BSB Hofbibliothek Aschaffenburg ms 27, que tiene diferencias importantes respecto al Migne. De todos modos en un par de pasajes (los que están subrayados) he preferido el texto de Migne, pues he comprobado la cita de san Agustín con el manuscrito del s. IX: St. Gallen, Stiftsbibliothek, Cod. Sang. 175, p. 81-82.

martes, 4 de febrero de 2014

Horacio: Sapere aude. Incipe



Quinto Horacio Flaco ( 8 a. C) es un poeta romano que siempre ha gozado de popularidad: fue apreciado entre prestigiosos autores romanos como Ovidio y Quintiliano, en la Edad Media se valoró las vehementes llamadas a la virtud de sus Epistulae, en el Renacimiento Petrarca lo tomó como modelo de poeta, y en los siglos siguientes sus ediciones se multiplicaron y muchos de sus versos se han convertido en slogan populares, como el famosísimo “carpe diem” (Odas 1, XI 7).

Cada época parece haber encontrado en la poesía de Horacio algo en que reflejarse. El poeta cristiano Prudencio ( c. 413) no dudaba en considerar a Horacio una especie de “cristiano anónimo” y las burguesías occidentales han creído identificar su “aurea mediocritas” (Odas 2, X, 5) con una vida apartada de la política o por lo menos de “los extremismos”, mientras que los fascistas y gobiernos militaristas estaban encantados con su “dulce et decorum est pro patria mori” (Odas 3, II, 13). Esto es posible en gran parte por culpa (o mérito) del mismo Horacio que tuvo un pensamiento ecléctico. Mientras que el poeta Lucrecio era un ferviente apóstol del epicureísmo y cada verso de su obra proclama su fe, no ocurre lo mismo en Horacio. Aunque estudió en Grecia y conoció bien las dos corrientes rivales y de moda, el estoicismo y el epicureísmo, sin embargo no llegó a optar abiertamente por ninguna. En sus escritos hallamos guiños a ambas corrientes, aunque en sus últimas obras su preferencia parece inclinarse más claramente hacia el epicureísmo. De todos modos Horacio siempre se detiene en los aspectos comunes (la exhortación a la virtud, la crítica a las pasiones, el elogio a la vida sobria del sabio) y evita entrar en las cuestiones cosmológicas, antropológicas y teológicas que dividían ambas corrientes.
"Horacio". Oleo de Adalbert von Rössler ( 1922)
A continuación, para saborear algo de su estilo directo un pasaje de uno de sus famosos poemas: la dirigida al joven Lolio Máximo (Epístolas 1, 2, vv. 32-54).

Vehemente exhortación a la virtud
Para matar a un hombre se alzan de noche los ladrones;
¿para cuidarte a ti mismo, no te despiertas? Pero si no quieres correr sano, correrás hidrópico, y si no pides antes que amanezca un libro y una lampara, si no vas a dirigir tu empeño a los estudios y acciones honestas, la envidia y la pasión te torturarán despierto. Pues ¿por qué te apresuras a remover lo que molesta a los ojos, si lo que está en el alma, difieres la hora de curarlo de año en año?
Ut iugulent hominem surgunt de nocte latrones; [32]
ut te ipsum serues, non expergisceris? Atqui
si noles sanus, curres hydropicus, et ni
posces ante diem librum cum lumine, si non [35]
intendes animum studiis et rebus honestis,
inuidia uel amore uigil torquebere. Nam cur,
quae laedunt oculos, festinas demere, siquid
est animum, differs curandi tempus in annum?
Quien empieza, tiene la mitad de la obra; ¡atrévete a saber! ¡Empieza! Quien retrasa la hora de vivir rectamente, espera como el rústico mientras el río fluye: pero este, rápido, corre y correrá por todos los siglos. Dimidium facti, qui coepit, habet; sapere aude!
Incipe! Uiuendi qui recte prorogat horam, [41]
rusticus expectat dum defluat amnis: at ille
labitur et labetur in omne uolubilis aeuum.
Inutilidad de las ambiciones
Se busca plata y para procrear niños una fértil
esposa y se someten los bosques incultos con el arado:
a quien le toca lo suficiente, que no desee nada más.
Ni la casa ni la finca, ni los montones de bronce y oro apartan la fiebre del cuerpo enfermo del amo, ni las cuitas del alma: es necesario que el dueño tenga salud, si piensa gozar felizmente de los bienes acumulados.
Quaeritur argentum puerisque beata creandis
uxor et incultae pacantur uomere siluae: [45]
quod satis est cui contingit, nihil amplius optet.
Non domus et fundus, non aeris aceruus et auri
aegroto domini deduxit corpore febrem,
non animo curas: ualeat possessor oportet,
si conportatis rebus bene cogitat uti. [50]
Al que arde en deseo o teme, la casa y los bienes le valen tanto como las pinturas al legañoso, los paños tibios al gotoso, las cítaras a las orejas afligidas por la suciedad acumulada. Si el recipiente no es puro, todo lo que metes, se agria.
Qui cupit aut metuit, iuuat illum sic domus et res
ut lippum pictae tabulae, fomenta podagram,
auriculas citharae collecta sorde dolentis.
Sincerum est nisi uas, quodcumque infundis acescit.
El texto completo puedes leerlo en este enlace: https://sites.google.com/site/magisterhumanitatis/filosofia/horacio-epistolas-primer-libro/2-a-lolio-maximo


“Si no quieres correr sano, correrás hidrópico”. La sabiduría y la virtud no son elementos opcionales o decorativos en la vida humana que impunemente podemos dejar a un lado. La vida misma se encarga de “castigar” al necio, pues la vida es una carrera que debemos correr: o lo haremos bien, con sabiduría y virtud, y por tanto con felicidad; o lo haremos mal, con necedad y vicios y por tanto desgracia e infelicidad. Esa es la primera gran verdad que Horacio quiere hacer notar, casi gritar, al joven Lolio.
“Para matar a un hombre se alzan de noche los ladrones ¿Para cuidarte a ti mismo, no te despiertas?”. Durante la niñez y la juventud se vive como en un sueño, del cual hay que despertar a prisa, si no quieres que la vida te triture. Todo ser humano que ha llegado a este mundo cuando alcanza la juventud se encuentra en una encrucijada: dejarse arrastrar por el camino ancho de los pasiones o asumir los trabajos del camino estrecho de la virtud.
Si no pides antes que amanezca un libro y una lampara, si no vas a dirigir tu empeño a los estudios y acciones honestas, la envidia y la pasión te torturarán despierto”. Desde Sócrates y Platón toda la filosofía griega ha hecho una ecuación entre saber y virtud: mientras más conocimientos tuviese una persona, más virtuosa sería, pues tenían la convicción que el que obra mal, en el fondo siempre obra por ignorancia; para ellos es extraño el concepto judeo-cristiano de una “gracia y una sabiduría” infundida y revelada externamente desde Dios para alcanzar la perfección. En el caso del epicureísmo este imperativo de “conocer”, adoptaba un carácter más cosmológico, en la medida que a diferencia de las otras corrientes filosóficas, su visión era completamente revolucionaria: el universo estaba formado por átomos que se regían por sus propias leyes, también este mundo, las plantas, animales y el ser humano seguían estas leyes, en las cuales nada tenían que ver los dioses, que vivían apartados e indiferentes a la incesante fragua creadora y destructora de universos, entre cuyo oleaje brevemente el hombre aparece para intentar ser feliz antes de volver a ser engullido por la naturaleza. Solo el que obtiene este saber, según Epicuro, podrá librarse de las angustias de la mente, del miedo a los dioses y a la muerte, y llevar una existencia plena y feliz, en cuanto nos es posible, viviendo solos en un mundo extraño y hostil.
"¡Atrévete a saber! ¡Empieza!" (= sapere aude! Incipe!). Es imperativo que el joven se ponga pronto manos a la obra, que tenga el coraje de empezar a enterarse de cómo son realmente las cosas, empezar a leer y a saber. Y no quedarse boquiabierto ante la vida, como el necio que pierde las horas mirando el río pasar con la absurda esperanza que en algún momento dejará de fluir.
A quien le toca lo suficiente, que no desee nada más.” En esta otra sección Horacio empieza enumerando los pilares de la economía romana: comercio, familia y agricultura (no menciona la conquista) y condena como locura el consagrar todas las fuerzas y el tiempo a “buscar plata”. Pues la ambición y la avaricia suelen consumir el tiempo, el alma y la salud de quienes se hacen sus esclavos, víctimas de una sed insaciable, encadenados a una rueda que no deja nunca de girar. El sabio es el que sabe decir “basta”, sabe qué es lo necesario para vivir, sabe apreciar el valor de las cosas y sabe disfrutar de ellas; se sirve de las cosas, no es esclavo de las cosas. Entonces disfruta y es feliz con lo que tiene, obtiene la dulzura de todas las cosas; en cambio el necio, aunque sea rico, siempre está hambriento, inquieto, disgustado: destruye las cosas y finalmente no obtiene nunca el placer que esperaba. El sabio lo observa y se ríe, porque sabe que “si el recipiente no es puro, todo lo que metes se agria.”

viernes, 3 de agosto de 2012

Los versos sacrílegos de Lucrecio

Habitualmente la mayoría nos inclinamos a pensar que la poesía es algo puramente afectivo, una mera estética de formas sin fondo: un fuego artificial que produce mucho ruido y luces pero que es básicamente inofensivo. Sin embargo existe poesía "comprometida", con una carga de pólvora demoledora, donde el poeta no busca simplemente la forma virtuosa y el entretenimiento sino abatir las corazas de sus oyentes y atraerlos hacia sus ideales, se trate de la vida contemplativa como san Juan de la Cruz o del feminismo como Adrienne Rich, pasando por la revolución francesa, la independencia americana, el marxismo y un largo etcétera.
Pues bien, el poeta romano Lucrecio, debe de contarse entre los "poetas activistas" y seguramente que fue el primer romano que unió el arte poético y la finalidad proselitista. Cuando escribía no buscaba sólo entretener sino también convencer a sus oyentes para que siguieran el camino del epicureísmo. Y cuando su doctrina iba en contra de ideas tradicionales y firmemente arraigadas en la mente de sus oyentes, el poeta no dudaba en encarar con claridad las dificultades. Y ciertamente la doctrina epicúrea era revolucionaria, quizás demasiado para la tradicional sociedad romana.
Lucrecio enseña que el universo no ha sido creado por los dioses sino que procede de la agrupación de los átomos (primordia rerum). Además los dioses no gobiernan el mundo ni han dispuesto las cosas al servicio del hombre. A Lucrecio no le tiembla la mano cuando destruye una de las ideas más ingenuas pero arraigadas en la mente de todos los hombres: que somos el centro del universo y que todo está hecho a nuestra medida, por nosotros y para nosotros, que en la naturaleza existe una racionalidad que es benigna y favorable con el hombre.
Con razón la religión romana, y mucho más la cristiana, vieron esta doctrina como sacrílega y blasfema y persiguieron implacablemente la poesía de Lucrecio: aunque el epicureísmo no negaba a Dios, sin embargo negaba la religión, pues los dioses viven en un mundo perfecto y feliz, completamente ajenos al curso del mundo y desinteresados por las vicisitudes de cada individuo. Si la naturaleza sigue unas leyes implacables y los dioses no nos atienden, eso significa que el hombre está solo en el mundo y así debe buscar el camino de su felicidad.
Madonna del cardellino de Rafael Sanzio (1483-1520) , en la Galleria degli Uffizi, Florencia. El Renacimiento vio la naturaleza como algo profano, comprensible y que podía ser puesto al servicio del hombre.

A continuación sólo os presento la conclusión de esa reflexión de Lucrecio (5, 222- 234), unos versos universalmente famosos, en la que con insuperable talento describe la indefensión del hombre en comparación con los animales.

Pero el niño, como un marinero arrojado por crueles olas,
yace en tierra desnudo, sin habla, falto de todo auxilio vital,
cuando por primera vez a las costas de la luz
la naturaleza lo ha sacado con penas del vientre materno,
y con un triste llanto llena el lugar, como es justo
a quien le resta pasar tantos males en la vida.
Tum porro puer, ut saeuis proiectus ab undis
nauita, nudus humi iacet, infans, indigus omni
uitali auxilio, cum primum in luminis oras
nixibus ex aluo matris natura profudit,
uagituque locum lugubri complet, ut aecumst
cui tantum in uita restet transire malorum.
En cambio las distintas bestias, ganado y salvajes crecen
sin necesidad de sonajas y no atienden
los tiernos y entrecortados murmullos de una nodriza,
ni necesitan distintas vestiduras según las estaciones,
en fin, no necesitan de armas ni altas murallas
para proteger lo suyo pues todo en abundancia para todos
produce la tierra misma y la ingeniosa naturaleza.
At uariae crescunt pecudes armenta feraeque 
nec crepitacillis opus est nec cuiquam adhibendast
almae nutricis blanda atque infracta loquella,
nec uarias quaerunt uestis pro tempore caeli,
denique non armis opus est, non moenibus altis,
qui sua tutentur, quando omnibus omnia large
tellus ipsa parit naturaque daedala rerum.

Si quieres leer toda esta sección (5, 156-234) o quieres saber más sobre Lucrecio y el epicureísmo, puedes hacerlo en mi página: https://sites.google.com/site/magisterhumanitatis/filosofia

viernes, 29 de junio de 2012

De brevitate vitae


El filósofo Séneca (Lucius Anneus Seneca) está entre los personajes romanos más conocidos y controvertidos. Por un lado tenemos su producción literaria como filósofo de la escuela estoica, con vehementes llamados al cultivo de la razón y una vida frugal y moderada. Pero por otro lado Séneca desarrolló una agitada carrera política, que le condujo desde su Andalucía natal hasta la corte imperial de Roma. Allí se ganó primero la envidia demencial de Calígula y luego la antipatía del desconfiado Claudio.
El viento de la fortuna sopló a su favor cuando Agripina, mujer de Claudio, lo nombró tutor de su hijo, Nerón. Y cuando el joven Nerón con solo 17 años ocupó el trono (a. 54 d.C.), el poder de Séneca fue ilimitado y sus riquezas incalculables: fueron cinco años durante los cuales el mundo romano fue regido por un filósofo.
Su estrella comenzó a declinar a medida que surgía el verdadero carácter de Nerón, el cual se fue rodeando de personajes tan malignos como él, todos ellos envidiosos del poder y riquezas acumuladas por Séneca. Naturalmente era un blanco fácil de criticar un filósofo que predicaba la moderación y que había amasado unas riquezas fabulosas, aunque él conducía su vida privada con sobriedad.
En vano intentó apartarse de la corte imperial e incluso donar sus bienes al emperador: caído en desgracia, nada le libró de las calumnias de sus acérrimos enemigos políticos. El año 65 Nerón le condenó a muerte, pero él, conforme a la doctrina estoica, prefirió suicidarse cortándose las venas.

Ilustración medieval de Platón, Séneca y Aristóteles. En el MS Hunter 231 (U. 3.4), p. 276, del s. XIV. Actualmente en la biblioteca de la University of Glasgow, Reino Unido. Los escritos de Séneca fueron muy apreciados por la Iglesia cristiana.

Entre sus numerosas obras destacan sus 12 Diálogos o tratados morales. El décimo está dedicado a un tal Paulino y se titula Sobre la brevedad de la vida, del cual extraigo un fragmento en el que podemos apreciar su estilo conciso pero cargado de imágenes impactantes.
Para facilitar el análisis a los estudiosos de latín he separado el pasaje en varios párrafos, que en el original forman un solo párrafo.

Ad Paulinum, De brevitate vitae, 8, 5
Nadie recuperará [sus] años, nadie te devolverá de nuevo a ti mismo. La vida seguirá tal como comenzó: ni volverá atrás ni se detendrá. No habrá tumulto, nada [nos] advertirá de su rapidez: se deslizará silenciosa.
Nemo restituet annos, nemo iterum te tibi reddet. Ibit, qua coepit aetas: nec cursum suum aut revocabit aut supprimet. Nihil tumultuabitur, nihil admonebit velocitatis suae: tacita labetur.
Ella no se prolongará más por mandato de un rey ni por el aplauso del pueblo. Transcurrirá tal como se puso en marcha desde el primer día: no se desviará, nunca se retrasará.
¿Qué ocurrirá? Tú estás ocupado, la vida va a prisa: mientras tanto se presentará la muerte, para la cual, quieras o no quieras, hay que tener tiempo.
Non illa se regis imperio, non favore populi longius proferet. Sicut missa est a primo die, curret: nusquam devertetur, nusquam remorabitur.

Quid fiet? Tu occupatus es, vita festinat: mors interim aderit, cui, velis nolis, vacandum est.

Esta constatación de la muerte como destino inexorable del hombre no conduce a nuestro filósofo ni a una visión frenética ni melancólica de la vida: el sabio no busca vivir muchos años sino vivir bien cada día que le regala la vida.

Ad Paulinum, De brevitate vitae, 7, 9:
Pero aquél que destina todo el tiempo a sus necesidades, que organiza cada día como [si fuese] el último, ni anhela ni teme el mañana.
Pues ¿qué es lo que puedes sacar ahora con una hora de nuevo placer? Todo está visto, todo ha sido experimentado hasta la saciedad.
At ille qui nullum non tempus in usus suos confert, qui omnem diem tamquam ultimum ordinat, nec optat crastinum nec timet.
Quid enim est quod iam ulla hora novae voluptatis possis adferre? Omnia nota, omnia ad satietatem percepta sunt.
Del resto que la Fortuna disponga como quiera: la vida ya está a salvo. A éste se le puede añadir [algo], quitarle nada. Y añadir como al que ya está saciado y lleno de un alimento, que ni desea ni le cabe.
De cetero fors fortuna, ut volet, ordinet: vita iam in tuto est. Huic adici potest, detrahi nihil. Et adici sic quemadmodum saturo iam ac pleno aliquid cibi, quod nec desiderat et capit.
Por consiguiente no hay que pensar que alguien ha vivido más por las canas y las arrugas: aquél no vivió más, sino que estuvo más tiempo.
¿Pues acaso piensas que ha navegado mucho aquél al que, [apenas] salido del puerto, una violenta tempestad lo arrastró aquí y allá y por las vicisitudes de furiosos vientos contrarios se movió en círculo en el mismo espacio?
Aquél no navegó mucho, sino que fue muy zarandeado.
Non est itaque quod quemquam propter canos aut rugas putes diu vixisse: non ille diu vixit, sed diu fuit.

Quid enim si illum multum putes navigasse, quem saeva tempestas a portu exceptum huc et illuc tulit ac vicibus ventorum ex diverso furentium per eadem spatia in orbem egit ?
Non ille multum navigavit, sed multum iactatus est.


Doble busto (herma) de mármol (s. III), que representa a Séneca y a Sócrates. Perteneció a la Antikensammlung Berlin. Actualmente en el Pergamonmuseum, Berlín.




miércoles, 6 de junio de 2012

Lucrecio: poeta y médico del alma


En otro artículo pudimos saborear la habilidad del poeta Lucrecio para observar y describir la naturaleza, ahora os propongo un fragmento en el que se revela la finalidad de su poesía filosófica: el ser humano está enfermo interiormente y lo peor es que la gran mayoría desconoce el origen de su malestar, desconoce que la medicina está en la filosofía de Epicuro.
Lucrecio, como un hábil médico, en primer lugar presenta una detallada descripción de los síntomas de la enfermedad moral que oprime al hombre. Con pocas pinceladas nos retrata al romano rico, que lo tiene todo pero que siempre está insatisfecho y descontento de todo, una inquietud que le lleva de la ciudad a su villa en el campo, sólo para descubrir que ni dentro ni fuera encuentra lo que necesita. Lucrecio siente simpatía hacia sus conciudadanos: quizás durante un tiempo él mismo llevó esa misma vida vacía, que intenta llenarse con cosas variopintas y actividades frenéticas.
A continuación Lucrecio pasa a extirpar una de las flechas que atraviesan el corazón humano: el miedo a la muerte. La poesía y la pasión del predicador por momentos opacan la lógica y la fría fuerza argumentativa, pero el mensaje vibrante queda bien claro, para sus lectores de entonces como para los de hoy: la eterna muerte a todos nos aguarda, entonces no hay que luchar contra esta idea sino aceptarla con serenidad y valor.
A continuación los versos que constituyen el grandioso final del libro III (versos 1053 - 1094) de su poema De rerum natura.

Si los hombres, así como parecen darse cuenta
que llevan un peso en el alma que les agobia duramente,
también pudiesen conocer de qué causas se origina y por qué
hay como una mole de desgracia en el corazón,
no llevarían una vida así, como ahora generalmente vemos
que se ignora lo que se quiere y se busca sin cesar
cambiar de lugar como si así pudiese quitarse la carga.
Si possent homines, proinde ac sentire uidentur
pondus inesse animo quod se grauitate fatiget,
e quibus id fiat causis quoque noscere et unde
tanta mali tamquam moles in pectore constet,
haut ita uitam agerent, ut nunc plerumque uidemus
quid sibi quisque uelit nescire et quaerere semper
commutare locum quasi onus deponere possit.

Muchas veces sale fuera de su gran mansión aquél,
aburrido de estar en casa, y vuelve de inmediato,
ya que él se da cuenta que fuera nada es mejor.
Corre a [su] villa conduciendo los caballos precipitadamente,
apresurándose como si llevase auxilio a una casa en llamas;
bosteza en seguida, apenas ha llegado al umbral de la villa,
o cae en un sueño profundo y busca el olvido,
o incluso apresurándose se dirige a la Urbe y vuelve.
Exit saepe foras magnis ex aedibus ille,
esse domi quem pertaesumst, subitoque reuertit,
quippe foris nilo melius qui sentiat esse.
Currit agens mannos ad uillam praecipitanter,
auxilium tectis quasi ferre ardentibus instans;
oscitat extemplo, tetigit cum limina uillae,
aut abit in somnum grauis atque obliuia quaerit,
aut etiam properans urbem petit atque reuisit.

De este modo huye de sí mismo (pero sin duda ocurre que
no le es posible eludirse, está unido a su pesar) y se odia
por eso, porque el enfermo no sabe la causa de la enfermedad.
Si entendiese muy bien, dejando ya los bienes materiales, y
se esforzase por conocer primero la naturaleza de las cosas,
ya que de la eternidad, no del estado de una hora,
se trata, en la cual los mortales tienen todo el tiempo,
que queda después de la muerte y en el que deben permanecer.
Hoc se quisque modo fugit (at quem scilicet, ut fit,
effugere haut potis est, ingratis haeret) et odit
propterea, morbi quia causam non tenet aeger.
Quam bene si uideat, iam rebus quisque relictis
naturam primum studeat cognoscere rerum,
temporis aeterni quoniam, non unius horae,
ambigitur status, in quo sit mortalibus omnis
aetas, post mortem quae restat cumque manenda.

En fin, ¿qué tan dañina ansia por la vida nos empuja
a agitarnos con tanto afán ante dudosos peligros?
Pues un final cierto de la vida está fijado para los mortales
y no se puede evitar que comparezcamos ante la muerte.
Además siempre nos ocupamos y estamos en el mismo lugar
y viviendo [más] no se forja ningún nuevo deleite;
pero mientras falta lo que anhelamos, eso parece superar
lo demás; cuando se alcanza eso, después deseamos otra cosa
y la misma sed de vida nos tiene siempre hambrientos.
Denique tanto opere in dubiis trepidare periclis
quae mala nos subigit uitai tanta cupido?
Certa quidem finis uitae mortalibus adstat
nec deuitari letum pote quin obeamus.
Praeterea uersamur ibidem atque insumus usque
nec noua uiuendo procuditur ulla uoluptas;
sed dum abest quod auemus, id exsuperare uidetur
cetera; post aliut, cum contigit illud, auemus
et sitis aequa tenet uitai semper hiantis.

Y es dudoso qué fortuna trae el tiempo venidero,
o qué suerte nos ofrece o qué final nos acecha.
Ni prolongando la vida sustraemos un ápice
ni podemos alterar el tiempo de la muerte,
para que podamos estar muertos menos tiempo.
Posteraque in dubiost fortunam quam uehat aetas, quidue ferat nobis casus quiue exitus instet.
Nec prorsum uitam ducendo demimus hilum
tempore de mortis nec delibare ualemus,
quo minus esse diu possimus forte perempti.
Por tanto aunque viviendo quieras abarcar muchos siglos,
sin embargo esa muerte eterna igualmente [te] aguardará,
y no menos tiempo ya no existirá éste, que desde el día
de hoy llegó al final de la vida, y aquél
que murió hace muchos meses y años.
Proinde licet quot uis uiuendo condere saecla;
mors aeterna tamen nilo minus illa manebit,
nec minus ille diu iam non erit, ex hodierno
lumine qui finem uitai fecit, et ille,
mensibus atque annis qui multis occidit ante.



The Poncher Hours (hacia 1500), MS 109, fol. 156, en The J. Paul Getty Museum, New York.
La propietaria del devocionario, Denise Poncher, se enfrenta serenamente, con su libro de oraciones entre las manos, a la muerte, que ya se ha cobrado tres víctimas.
Para los estudiosos de latín unas pocas y breves indicaciones:
Pertaesumst : participio perfecto pasivo (en acusativo singular masculino) del verbo impersonal pertaedet. Es una forma arcaica que equivale a pertaesum.
Nilo : dativo y ablativo de nihil. Aunque nihil (menos habitual: nil) se considera indeclinable, sin embargo, tal como aquí vemos, en algunos autores aparece las formas nihilum (acusativo), nihilo (dativo y ablativo) e incluso nihili (genitivo).
Mannus: caballo de tiro, en concreto un tipo de caballo galo, pequeño y fuerte, percherón.
Periclis equivale a periculis. Illut equivale a illud.
Dubiost : forma arcaica del adjetivo dubius. En este caso equivale al ablativo dubio.