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jueves, 28 de julio de 2016

Las fábulas latinas de Fedro


Los relatos en que intervienen personas, animales, dioses, plantas, montañas, etc., fueron muy comunes en todas las culturas antiguas, cuando el ser humano estaba en íntimo contacto con la naturaleza. Actualmente entre el gran público existe la tendencia a ver esos relatos como “cuentos para niños”, pero ellos no son relatos inofensivos, ni fueron creados para un entretenimiento ocioso, sino que encierran la sabiduría popular ante diversas personas y circunstancias que el ser humano debe afrontar en su vida, empezando por uno mismo.

Dibujo egipcio (s. XII a. C.) de una fábula: un gato cuida unos gansos y sus huevos. Foto de Wikimedia Commons.

En Occidente un lugar especial lo ocupó el fabulista Esopo, del cual poco sabemos con certeza, pues los diversos autores griegos y romanos nos dan información contradictoria. Si hemos de creer a los primeros (Herodoto, Aristóteles, Aristófanes, etc.) que lo mencionan, Esopo debió vivir en el s. VII a. C., oriundo de Tracia, pero que vivió en Samos, primero como esclavo, después como liberto, alcanzando celebridad entre sus contemporáneos gracias a sus fábulas con agudas cargas morales.
Actualmente es imposible determinar con exactitud el conjunto y el tenor exacto de las fábulas que compuso Esopo, pues así como su datos biográficos están confusos, también sus fábulas se modificaron y se le atribuyeron otras, de modo que cada colección que se escribió en la Antigüedad o en el Medioevo contiene distintas fábulas o con distinto tenor.

Esopo representado con rasgos africanos, pues algunos defienden que su nombre significa "etíope". Ilustración en una edición inglesa del s. XVII. Foto de Wikipedia.

En el s. IV a. C. el escritor griego Demetrio de Falero hizo una recopilación de las fábulas que entonces se atribuían a Esopo; pero esa obra se ha perdido. La recopilaciones más antiguas escritas en griego que hoy poseemos provienen, una de un cierto Babrius (hacia el s. III), un texto en que los versos están muy contaminados por elementos de la métrica latina, y otra escrita en prosa, de autor anónimo, titulada “Vida y Fábulas de Esopo” (s. II - III), también conocida como Collectio Augustana por el manuscrito medieval en el cual se descubrió.
Ya que entre los romanos Esopo fue muy popular, no es de extrañar que en el s. I un liberto llamado Fedro escribió en versos latinos una recopilación de fábulas de Esopo (Phaedri, Augusti liberti, Fabulae Aesopiae); pero su obra no nos ha llegado completa. El manuscrito más antiguo es el Rosambo o Codex Pithoeanus (s. IX), un texto plagado de erratas. En el s. IV se hizo una adaptación de la obra de Fedro a prosa latina, que es conocida como Aesopus Latinus cuyo autor se llamaba Romulus. Más tarde, a principios del s. V el escritor Aviano publicó en versos latinos una colección basada en la colección de Babrius.

"El lobo francés y el cordero siamés" en la revista inglesa Punch (1893) ironiza sobre los intentos anglo-franceses por invadir Tailandia. Foto de Wikipedia.

Veamos algunas fábulas de la colección de Fedro, tal como nos ha llegado en el manuscrito más antiguo (con las debidas correcciones de erratas). Trascribo el texto latino como si fuese prosa, pero marco con // el final de cada verso.
 

Libro 1, fábula 1
EL LOBO Y EL CORDERO
LUPUS ET AGNUS
Un lobo y un cordero habían ido a un mismo arroyo, empujados por la sed; en la parte más alta estaba el lobo y mucho más abajo el cordero.
Ad rivum eundem lupus et agnus venerant // siti compulsi; superior stabat lupus // longeque inferior agnus.
Entonces el ladrón, incitado por su cruel voracidad, alegó este pretexto de pleito: “¿Por qué me has enturbiado el agua que bebía?”
Tunc fauce improba // latro incitatus iurgii causam intulit: // “Cur, inquit, turbulentam mihi fecisti // aquam bibenti?”
El ovino temeroso replicó: “¿Cómo, por favor, puedo hacer lo que te quejas, oh lobo? El agua baja de ti hacia donde yo bebo”.
Laniger contra timens: // “Qui possum, quaeso, facere quod quereris, lupe? // A te decurrit ad meos haustus liquor”.
Aquel, repelido por la fuerza de la verdad: “Hace seis meses, dijo, hablaste mal de mí”.
Repulsus ille veritatis viribus: // “Ante hos sex menses, ait, maledixisti mihi”. //
Respondió el cordero: “En verdad no había nacido”.
Respondit agnus: “Equidem natus non eram”. //
“¡Por Hércules! Tu padre, dijo, habló mal de mí”
“Pater, Hercle! tuus, inquit, maledixit mihi”. //
Y así, tras atraparlo, lo despedaza con injusta muerte.
Atque ita correptum lacerat iniusta nece. //
Esta fábula fue escrita a causa de aquellos hombres que oprimen a los inocentes con razones ficticias.
Haec propter illos scripta est homines fabula // qui fictis causis innocentes opprimunt.


Libro 1, fábula 6
LAS RANAS CONTRA EL SOL
RANAE AD SOLEM
Esopo vio las concurridas nupcias de un vecino ladrón, y de inmediato empezó a narrar:
Vicini furis celebres vidit nuptias // Aesopus, et continuo narrare incipit: //
Una vez, ya que el sol quería tomar esposa, las ranas alzaron su clamor hasta las estrellas.
Uxorem quondam sol cum vellet ducere, // clamorem ranae sustulere ad sidera. //
Sobresaltado por el griterío, Júpiter pregunta la causa de la protesta.
Convicio permotus quaerit Jupiter // causam querelae.
Entonces una habitante del estanque: “Ahora, dijo, uno solo seca todas las charcas y nos obliga a morir miserables en un lugar árido. ¿Qué ocurrirá, si procrea hijos?”
Quaedam tum stagni incola: // “Nunc, inquit, omnes unus exurit lacus // cogitque miseras arida sede emori. // Quidnam futurum est, si crearet liberos?”

Libro 2, fábula 3
ESOPO A UNO SOBRE EL ÉXITO DE LOS MALVADOS
AESOPUS AD QUEMDAM DE SUCCESSU IMPROBORUM
Un hombre, herido por el mordisco de un perro bravo, arrojó al agresor un pan mojado en su sangre, pues había oído que era un remedio para la herida.
Laceratus quidam morsu vehementis canis, // tinctum cruore panem immisit malefico, // audierat esse quod remedium vulneris. //
Entonces Esopo dijo así: “No vayas a hacer esto a todos los perros, ya que nos devorarán vivos, cuando sepan que tal es el premio de la culpa”.
Tunc sic Aesopus: “Noli coram pluribus // hoc facere canibus, ne nos vivos devorent, // cum scierint esse tale culpae praemium”. //
El éxito de los malvados incita a otros muchos.
Successus improborum plures allicit.


Libro 3, fábula 12
EL POLLO A LA PERLA
PULLUS AD MARGARITAM
Un pollo, mientras buscaba comida, encontró una perla en el basurero.
In sterquilino pullus gallinaceus, // dum quaerit escam, margaritam repperit. //
“¡Preciosa, dijo, estás en un lugar indigno! Si alguien ávido de tu valor te hubiese visto, hace tiempo hubieses vuelto a tu máximo esplendor. Pero te he encontrado yo, que prefiero el alimento, y ni yo te soy útil a ti ni tú para mí vales nada”.
“Iaces indigno quanta res, inquit, loco! // Hoc si quis pretii cupidus vidisset tui, // olim redisses ad splendorem maximum. // Ego quod te inveni, potior cui multo est cibus, // nec tibi prodesse nec mihi quicquam potes”. //
Esto lo cuento a aquellos que no me entienden.
Hoc illis narro qui me non intelligunt.



Libro 4, fábula 3
SOBRE EL ZORRO Y LA UVA
DE VULPE ET UVA
Empujado por el hambre, un zorro intentaba coger la uva en la alto de una parra, saltando con todas sus fuerzas.
Fame coacta vulpes alta in vinea // uvam appetebat, summis saliens viribus. //
Ya que no pudo alcanzarla, al irse dijo: “Todavía no está madura; no quiero cogerla verde”.
Quam tangere ut non potuit, discedens ait: // “Nondum matura est; nolo acerbam sumere”. //
A quienes desprecian lo que no logran hacer, se deberá aplicar esta fábula.
Qui facere quae non possunt verbis elevant, // ascribere hoc debebunt exemplum sibi.


Libro 4, fábula 10
SOBRE LOS VICIOS DE LOS HOMBRES
DE VITIIS HOMINUM
Júpiter nos impuso dos alforjas: una llena de nuestros vicios nos la puso en la espalda, otra cargada de los ajenos nos la colgó en el pecho.
Peras imposuit Iuppiter nobis duas: // propriis repletam vitiis post tergum dedit, // alienis ante pectus suspendit gravem. //
Por este motivo no podemos ver nuestros defectos; pero apenas los otros yerran, los criticamos.
Hac re videre nostra mala non possumus; // alii simul delinquunt, censores sumus.



Libro 4, fábula 23
LA MONTAÑA PARTURIENTA
MONS PARTURIENS
La montaña estaba de parto, profiriendo monstruosos gemidos, y había en el mundo gran expectación de qué iba a parir. Pero ella dio a luz un ratón.
Mons parturibat, gemitus immanes ciens, // eratque in terris maxima expectatio // quod ille pareret. // At ille murem peperit.
Esto fue escrito para ti, que aunque proyectas grandes cosas, no concluyes nada.
Hoc scriptum est tibi, // qui, magna cum minaris, extricas nihil.

jueves, 22 de mayo de 2014

Catulo: poesía visceral


Un amigo de Facebook nos sugirió que el carácter primaveral y festivo del mes de mayo era un marco ideal para recordar el “Vivamus, mea Lesbia” de Catulo. La sugerencia me pareció óptima y con ese pretexto podemos recordar la figura del poeta y algunos retazos de su obra.
Gayo Valerio Catulo ( c. 54 a. C.) nació en Verona, en una familia acomodada y con contactos con hombres ilustres y poderosos del imperio (su padre era amigo de Julio César). Se trasladó a Roma para estudiar y luego se introdujo en los círculos literarios (quizás de la mano de Cornelio Nepote). Su temperamento apasionado y su talento poético encontraron incentivo y aplauso en la vida agitada y voluptuosa de la gran urbe.
Ahí encontraría una mujer que le haría experimentar emociones tan dispares que, por atracción o aversión, sería su gran musa y el tema dominante de sus poemas. Catulo dice que era una mujer casada y la llama con el seudónimo de Lesbia. Aunque él nunca revela la identidad de su amor imposible, sin embargo pronto ella fue identificada con una cierta Clodia (Apuleius, Apología, 10) y los estudiosos, a partir de diferentes indicios, han llegado a la convicción que se trataba de la esposa del poderoso Quinto Metelo Céler, cónsul el a. 60 a. C. Esta Clodia es conocida por su romance con Marco Celio Rufo, al que terminó acusando de intento de asesinato. El abogado del acusado fue el gran orador Cicerón (cf. Pro Marco Caelio Oratio), que nos ha dejado un detallado retrato de Clodia como una mujer lujuriosa, cruel e intrigante (y así logró la absolución de su defendido).
Tras la ruptura final con Clodia, Catulo se embarcó en una expedición a la provincia de Bitinia (norte de la actual Turquía), en parte para apartarse de Clodia, en parte con la esperanza de ganar dinero (siempre insuficiente por su prodigalidad), y sobre todo para honrar la tumba de su hermano que había muerto solo en aquellas tierras lejanas.
A su vuelta a Roma pudo darse el gusto de darle un portazo a Clodia, que buscaba restablecer las antiguas cadenas, y vislumbrar un futuro brillante bajo la protección de Julio César, pero todo quedó truncado con su muerte, cuando tenía unos treinta años.
Con el final del imperio romano la memoria del poeta cayó casi en el completo olvido. De su obra solo existe un manuscrito del s. X que contiene un solo poema (el 62). Sin embargo existió otro volumen que contenía toda su colección de poemas. De ese ejemplar (hoy perdido) se hicieron dos copias en el s. XIV, que subsisten hasta hoy, y son las fuentes de toda la obra que poseemos de Catulo.
"Catulo en casa de Lesbia" (1875). Óleo de sir Lawrence Alma-Tadema. Foto de WikiArt.
Los tres textos que presento a continuación los he construido a partir de esos dos manuscritos: el Bodleian Library, Canonicianus Class. Lat. 30 (O), y el BNF Ms. lat. 14137 (G). Adjunto las variantes más notables y una breve explicación de aspectos oscuros para el principiante.

Carmen 5
Vivamos, Lesbia mía, y amémonos,
y a todas las habladurías de los viejos ceñudos
démosles el valor de un as.
Viuamus, mea Lesbia, atque amemus,
rumoresque senum seueriorum
omnes unius aestimemus* assis.
Los astros pueden ocultarse y volver; pero
una vez que se apaga la breve luz para nosotros,
debemos dormir una única noche perpetua.
Soles occidere* et redire possunt;
nobis cum semel occidit breuis lux,
nox est perpetua una dormienda.
Dame mil besos, luego cien,
luego otros mil, luego otros cien,
luego hasta otros mil, luego cien.
Da mi basia mille, deinde centum,
dein** mille altera, dein secunda centum,
deinde usque altera mille, deinde centum.
Luego, cuando nos hayamos dado muchos miles,
los revolveremos, para que no sepamos,
ni ningún desgraciado pueda envidiar
al saber, cuántos besos nos dimos.
Dein,* cum milia multa fecerimus,
conturbabimus* illa, ne sciamus,
aut ne quis malus inuidere possit,
cum tantum sciat esse basiorum.

* O: estinemus; G: extimemus. O: ocidere.
** O: deinde mille altera deinde secunda centum; G: deinde mi altera da secunda centum.
* OG: deinde; G: millia; OG: conturbauimus; OG: tantus.

5,3: un as era la moneda de menor valor.
5, 11-13: se revuelve de modo que ni ellos ni los envidiosos sepan cuántos besos se han dado.

Carmen 92
Lesbia siempre habla mal de mí y no deja de hablar sobre mí, ¡pero que me muera si Lesbia no me ama!
Lesbia mi dicit semper male nec tacet umquam*
de me, Lesbia me dispeream nisi amat!**
¿Cómo lo sé? Porque lo mismo me pasa. La insulto a menudo ¡pero que me muera si no la amo!

Quo* signo? Quia sunt totidem mea.* Deprecor illam
assidue, uerum* dispeream nisi amo!

* G: unquam.
** G: amo.
* Estas dos últimas líneas faltan en G. O: ea. O: uero.

92, 3: Signo: es el verbo “signo, signavi”; no el sustantivo neutro “signum, signi”.

Carmen 101
Tras atravesar muchos pueblos y anchos mares
llego, oh hermano, a estas tristes exequias,
Multas per gentes et multa aequora uectus
aduenio has miseras, frater, ad inferias,
para darte el último servicio fúnebre
y hablar en vano a tus mudas cenizas,
ut te postremo donarem munere mortis
et mutam nequiquam* alloquerer cinerem,
pues el destino me arrebató a ti,
ay pobre hermano, apartado injustamente de mí.
quandoquidem fortuna mihi* tete abstulit ipsum,
heu miser indigne frater adempte mihi.*
Pero ahora entretanto recibe esto, que según la vieja usanza paterna
por triste deber se ofrece en las exequias,
Nunc tamen interea haec,* prisco quae* more parentum
tradita sunt tristi munere ad inferias,
con el fraternal llanto derramado en abundancia
y por siempre, oh hermano. Adiós y cuídate.
accipe, fraterno multum manantia fletu
atque in perpetuum, frater. Aue atque uale.**

* OG: ne quicquam. G: michi. G: hoc. OG: priscoque.
** O: valle.

101, 2: has miseras inferias: un rito religioso por el difunto.
101, 3: donarem munere mortis; la misma idea. Nótese que rige ablativo y no acusativo.
101, 6: indigne: injustamente porque el hermano ha muerto prematuramente.
101, 7: haec: estas cosas son las ofrendas de vino, leche, miel, flores, etc., que solían ofrecerse a los difuntos. Esto es dado como un adelanto de una ofrenda mayor, probablemente un monumento conmemorativo en su tierra natal.
101, 7-10: la oración principal es: “nunc tamen interea accipe haec, frater”. Esta oración principal está interrumpida por dos subordinadas: “quae prisco more parentum tradita sunt tristi munere ad inferias”. Y la segunda: “fraterno manantia fletu multum atque in perpetuum”.

martes, 4 de febrero de 2014

Horacio: Sapere aude. Incipe



Quinto Horacio Flaco ( 8 a. C) es un poeta romano que siempre ha gozado de popularidad: fue apreciado entre prestigiosos autores romanos como Ovidio y Quintiliano, en la Edad Media se valoró las vehementes llamadas a la virtud de sus Epistulae, en el Renacimiento Petrarca lo tomó como modelo de poeta, y en los siglos siguientes sus ediciones se multiplicaron y muchos de sus versos se han convertido en slogan populares, como el famosísimo “carpe diem” (Odas 1, XI 7).

Cada época parece haber encontrado en la poesía de Horacio algo en que reflejarse. El poeta cristiano Prudencio ( c. 413) no dudaba en considerar a Horacio una especie de “cristiano anónimo” y las burguesías occidentales han creído identificar su “aurea mediocritas” (Odas 2, X, 5) con una vida apartada de la política o por lo menos de “los extremismos”, mientras que los fascistas y gobiernos militaristas estaban encantados con su “dulce et decorum est pro patria mori” (Odas 3, II, 13). Esto es posible en gran parte por culpa (o mérito) del mismo Horacio que tuvo un pensamiento ecléctico. Mientras que el poeta Lucrecio era un ferviente apóstol del epicureísmo y cada verso de su obra proclama su fe, no ocurre lo mismo en Horacio. Aunque estudió en Grecia y conoció bien las dos corrientes rivales y de moda, el estoicismo y el epicureísmo, sin embargo no llegó a optar abiertamente por ninguna. En sus escritos hallamos guiños a ambas corrientes, aunque en sus últimas obras su preferencia parece inclinarse más claramente hacia el epicureísmo. De todos modos Horacio siempre se detiene en los aspectos comunes (la exhortación a la virtud, la crítica a las pasiones, el elogio a la vida sobria del sabio) y evita entrar en las cuestiones cosmológicas, antropológicas y teológicas que dividían ambas corrientes.
"Horacio". Oleo de Adalbert von Rössler ( 1922)
A continuación, para saborear algo de su estilo directo un pasaje de uno de sus famosos poemas: la dirigida al joven Lolio Máximo (Epístolas 1, 2, vv. 32-54).

Vehemente exhortación a la virtud
Para matar a un hombre se alzan de noche los ladrones;
¿para cuidarte a ti mismo, no te despiertas? Pero si no quieres correr sano, correrás hidrópico, y si no pides antes que amanezca un libro y una lampara, si no vas a dirigir tu empeño a los estudios y acciones honestas, la envidia y la pasión te torturarán despierto. Pues ¿por qué te apresuras a remover lo que molesta a los ojos, si lo que está en el alma, difieres la hora de curarlo de año en año?
Ut iugulent hominem surgunt de nocte latrones; [32]
ut te ipsum serues, non expergisceris? Atqui
si noles sanus, curres hydropicus, et ni
posces ante diem librum cum lumine, si non [35]
intendes animum studiis et rebus honestis,
inuidia uel amore uigil torquebere. Nam cur,
quae laedunt oculos, festinas demere, siquid
est animum, differs curandi tempus in annum?
Quien empieza, tiene la mitad de la obra; ¡atrévete a saber! ¡Empieza! Quien retrasa la hora de vivir rectamente, espera como el rústico mientras el río fluye: pero este, rápido, corre y correrá por todos los siglos. Dimidium facti, qui coepit, habet; sapere aude!
Incipe! Uiuendi qui recte prorogat horam, [41]
rusticus expectat dum defluat amnis: at ille
labitur et labetur in omne uolubilis aeuum.
Inutilidad de las ambiciones
Se busca plata y para procrear niños una fértil
esposa y se someten los bosques incultos con el arado:
a quien le toca lo suficiente, que no desee nada más.
Ni la casa ni la finca, ni los montones de bronce y oro apartan la fiebre del cuerpo enfermo del amo, ni las cuitas del alma: es necesario que el dueño tenga salud, si piensa gozar felizmente de los bienes acumulados.
Quaeritur argentum puerisque beata creandis
uxor et incultae pacantur uomere siluae: [45]
quod satis est cui contingit, nihil amplius optet.
Non domus et fundus, non aeris aceruus et auri
aegroto domini deduxit corpore febrem,
non animo curas: ualeat possessor oportet,
si conportatis rebus bene cogitat uti. [50]
Al que arde en deseo o teme, la casa y los bienes le valen tanto como las pinturas al legañoso, los paños tibios al gotoso, las cítaras a las orejas afligidas por la suciedad acumulada. Si el recipiente no es puro, todo lo que metes, se agria.
Qui cupit aut metuit, iuuat illum sic domus et res
ut lippum pictae tabulae, fomenta podagram,
auriculas citharae collecta sorde dolentis.
Sincerum est nisi uas, quodcumque infundis acescit.
El texto completo puedes leerlo en este enlace: https://sites.google.com/site/magisterhumanitatis/filosofia/horacio-epistolas-primer-libro/2-a-lolio-maximo


“Si no quieres correr sano, correrás hidrópico”. La sabiduría y la virtud no son elementos opcionales o decorativos en la vida humana que impunemente podemos dejar a un lado. La vida misma se encarga de “castigar” al necio, pues la vida es una carrera que debemos correr: o lo haremos bien, con sabiduría y virtud, y por tanto con felicidad; o lo haremos mal, con necedad y vicios y por tanto desgracia e infelicidad. Esa es la primera gran verdad que Horacio quiere hacer notar, casi gritar, al joven Lolio.
“Para matar a un hombre se alzan de noche los ladrones ¿Para cuidarte a ti mismo, no te despiertas?”. Durante la niñez y la juventud se vive como en un sueño, del cual hay que despertar a prisa, si no quieres que la vida te triture. Todo ser humano que ha llegado a este mundo cuando alcanza la juventud se encuentra en una encrucijada: dejarse arrastrar por el camino ancho de los pasiones o asumir los trabajos del camino estrecho de la virtud.
Si no pides antes que amanezca un libro y una lampara, si no vas a dirigir tu empeño a los estudios y acciones honestas, la envidia y la pasión te torturarán despierto”. Desde Sócrates y Platón toda la filosofía griega ha hecho una ecuación entre saber y virtud: mientras más conocimientos tuviese una persona, más virtuosa sería, pues tenían la convicción que el que obra mal, en el fondo siempre obra por ignorancia; para ellos es extraño el concepto judeo-cristiano de una “gracia y una sabiduría” infundida y revelada externamente desde Dios para alcanzar la perfección. En el caso del epicureísmo este imperativo de “conocer”, adoptaba un carácter más cosmológico, en la medida que a diferencia de las otras corrientes filosóficas, su visión era completamente revolucionaria: el universo estaba formado por átomos que se regían por sus propias leyes, también este mundo, las plantas, animales y el ser humano seguían estas leyes, en las cuales nada tenían que ver los dioses, que vivían apartados e indiferentes a la incesante fragua creadora y destructora de universos, entre cuyo oleaje brevemente el hombre aparece para intentar ser feliz antes de volver a ser engullido por la naturaleza. Solo el que obtiene este saber, según Epicuro, podrá librarse de las angustias de la mente, del miedo a los dioses y a la muerte, y llevar una existencia plena y feliz, en cuanto nos es posible, viviendo solos en un mundo extraño y hostil.
"¡Atrévete a saber! ¡Empieza!" (= sapere aude! Incipe!). Es imperativo que el joven se ponga pronto manos a la obra, que tenga el coraje de empezar a enterarse de cómo son realmente las cosas, empezar a leer y a saber. Y no quedarse boquiabierto ante la vida, como el necio que pierde las horas mirando el río pasar con la absurda esperanza que en algún momento dejará de fluir.
A quien le toca lo suficiente, que no desee nada más.” En esta otra sección Horacio empieza enumerando los pilares de la economía romana: comercio, familia y agricultura (no menciona la conquista) y condena como locura el consagrar todas las fuerzas y el tiempo a “buscar plata”. Pues la ambición y la avaricia suelen consumir el tiempo, el alma y la salud de quienes se hacen sus esclavos, víctimas de una sed insaciable, encadenados a una rueda que no deja nunca de girar. El sabio es el que sabe decir “basta”, sabe qué es lo necesario para vivir, sabe apreciar el valor de las cosas y sabe disfrutar de ellas; se sirve de las cosas, no es esclavo de las cosas. Entonces disfruta y es feliz con lo que tiene, obtiene la dulzura de todas las cosas; en cambio el necio, aunque sea rico, siempre está hambriento, inquieto, disgustado: destruye las cosas y finalmente no obtiene nunca el placer que esperaba. El sabio lo observa y se ríe, porque sabe que “si el recipiente no es puro, todo lo que metes se agria.”

viernes, 3 de agosto de 2012

Los versos sacrílegos de Lucrecio

Habitualmente la mayoría nos inclinamos a pensar que la poesía es algo puramente afectivo, una mera estética de formas sin fondo: un fuego artificial que produce mucho ruido y luces pero que es básicamente inofensivo. Sin embargo existe poesía "comprometida", con una carga de pólvora demoledora, donde el poeta no busca simplemente la forma virtuosa y el entretenimiento sino abatir las corazas de sus oyentes y atraerlos hacia sus ideales, se trate de la vida contemplativa como san Juan de la Cruz o del feminismo como Adrienne Rich, pasando por la revolución francesa, la independencia americana, el marxismo y un largo etcétera.
Pues bien, el poeta romano Lucrecio, debe de contarse entre los "poetas activistas" y seguramente que fue el primer romano que unió el arte poético y la finalidad proselitista. Cuando escribía no buscaba sólo entretener sino también convencer a sus oyentes para que siguieran el camino del epicureísmo. Y cuando su doctrina iba en contra de ideas tradicionales y firmemente arraigadas en la mente de sus oyentes, el poeta no dudaba en encarar con claridad las dificultades. Y ciertamente la doctrina epicúrea era revolucionaria, quizás demasiado para la tradicional sociedad romana.
Lucrecio enseña que el universo no ha sido creado por los dioses sino que procede de la agrupación de los átomos (primordia rerum). Además los dioses no gobiernan el mundo ni han dispuesto las cosas al servicio del hombre. A Lucrecio no le tiembla la mano cuando destruye una de las ideas más ingenuas pero arraigadas en la mente de todos los hombres: que somos el centro del universo y que todo está hecho a nuestra medida, por nosotros y para nosotros, que en la naturaleza existe una racionalidad que es benigna y favorable con el hombre.
Con razón la religión romana, y mucho más la cristiana, vieron esta doctrina como sacrílega y blasfema y persiguieron implacablemente la poesía de Lucrecio: aunque el epicureísmo no negaba a Dios, sin embargo negaba la religión, pues los dioses viven en un mundo perfecto y feliz, completamente ajenos al curso del mundo y desinteresados por las vicisitudes de cada individuo. Si la naturaleza sigue unas leyes implacables y los dioses no nos atienden, eso significa que el hombre está solo en el mundo y así debe buscar el camino de su felicidad.
Madonna del cardellino de Rafael Sanzio (1483-1520) , en la Galleria degli Uffizi, Florencia. El Renacimiento vio la naturaleza como algo profano, comprensible y que podía ser puesto al servicio del hombre.

A continuación sólo os presento la conclusión de esa reflexión de Lucrecio (5, 222- 234), unos versos universalmente famosos, en la que con insuperable talento describe la indefensión del hombre en comparación con los animales.

Pero el niño, como un marinero arrojado por crueles olas,
yace en tierra desnudo, sin habla, falto de todo auxilio vital,
cuando por primera vez a las costas de la luz
la naturaleza lo ha sacado con penas del vientre materno,
y con un triste llanto llena el lugar, como es justo
a quien le resta pasar tantos males en la vida.
Tum porro puer, ut saeuis proiectus ab undis
nauita, nudus humi iacet, infans, indigus omni
uitali auxilio, cum primum in luminis oras
nixibus ex aluo matris natura profudit,
uagituque locum lugubri complet, ut aecumst
cui tantum in uita restet transire malorum.
En cambio las distintas bestias, ganado y salvajes crecen
sin necesidad de sonajas y no atienden
los tiernos y entrecortados murmullos de una nodriza,
ni necesitan distintas vestiduras según las estaciones,
en fin, no necesitan de armas ni altas murallas
para proteger lo suyo pues todo en abundancia para todos
produce la tierra misma y la ingeniosa naturaleza.
At uariae crescunt pecudes armenta feraeque 
nec crepitacillis opus est nec cuiquam adhibendast
almae nutricis blanda atque infracta loquella,
nec uarias quaerunt uestis pro tempore caeli,
denique non armis opus est, non moenibus altis,
qui sua tutentur, quando omnibus omnia large
tellus ipsa parit naturaque daedala rerum.

Si quieres leer toda esta sección (5, 156-234) o quieres saber más sobre Lucrecio y el epicureísmo, puedes hacerlo en mi página: https://sites.google.com/site/magisterhumanitatis/filosofia

miércoles, 6 de junio de 2012

Lucrecio: poeta y médico del alma


En otro artículo pudimos saborear la habilidad del poeta Lucrecio para observar y describir la naturaleza, ahora os propongo un fragmento en el que se revela la finalidad de su poesía filosófica: el ser humano está enfermo interiormente y lo peor es que la gran mayoría desconoce el origen de su malestar, desconoce que la medicina está en la filosofía de Epicuro.
Lucrecio, como un hábil médico, en primer lugar presenta una detallada descripción de los síntomas de la enfermedad moral que oprime al hombre. Con pocas pinceladas nos retrata al romano rico, que lo tiene todo pero que siempre está insatisfecho y descontento de todo, una inquietud que le lleva de la ciudad a su villa en el campo, sólo para descubrir que ni dentro ni fuera encuentra lo que necesita. Lucrecio siente simpatía hacia sus conciudadanos: quizás durante un tiempo él mismo llevó esa misma vida vacía, que intenta llenarse con cosas variopintas y actividades frenéticas.
A continuación Lucrecio pasa a extirpar una de las flechas que atraviesan el corazón humano: el miedo a la muerte. La poesía y la pasión del predicador por momentos opacan la lógica y la fría fuerza argumentativa, pero el mensaje vibrante queda bien claro, para sus lectores de entonces como para los de hoy: la eterna muerte a todos nos aguarda, entonces no hay que luchar contra esta idea sino aceptarla con serenidad y valor.
A continuación los versos que constituyen el grandioso final del libro III (versos 1053 - 1094) de su poema De rerum natura.

Si los hombres, así como parecen darse cuenta
que llevan un peso en el alma que les agobia duramente,
también pudiesen conocer de qué causas se origina y por qué
hay como una mole de desgracia en el corazón,
no llevarían una vida así, como ahora generalmente vemos
que se ignora lo que se quiere y se busca sin cesar
cambiar de lugar como si así pudiese quitarse la carga.
Si possent homines, proinde ac sentire uidentur
pondus inesse animo quod se grauitate fatiget,
e quibus id fiat causis quoque noscere et unde
tanta mali tamquam moles in pectore constet,
haut ita uitam agerent, ut nunc plerumque uidemus
quid sibi quisque uelit nescire et quaerere semper
commutare locum quasi onus deponere possit.

Muchas veces sale fuera de su gran mansión aquél,
aburrido de estar en casa, y vuelve de inmediato,
ya que él se da cuenta que fuera nada es mejor.
Corre a [su] villa conduciendo los caballos precipitadamente,
apresurándose como si llevase auxilio a una casa en llamas;
bosteza en seguida, apenas ha llegado al umbral de la villa,
o cae en un sueño profundo y busca el olvido,
o incluso apresurándose se dirige a la Urbe y vuelve.
Exit saepe foras magnis ex aedibus ille,
esse domi quem pertaesumst, subitoque reuertit,
quippe foris nilo melius qui sentiat esse.
Currit agens mannos ad uillam praecipitanter,
auxilium tectis quasi ferre ardentibus instans;
oscitat extemplo, tetigit cum limina uillae,
aut abit in somnum grauis atque obliuia quaerit,
aut etiam properans urbem petit atque reuisit.

De este modo huye de sí mismo (pero sin duda ocurre que
no le es posible eludirse, está unido a su pesar) y se odia
por eso, porque el enfermo no sabe la causa de la enfermedad.
Si entendiese muy bien, dejando ya los bienes materiales, y
se esforzase por conocer primero la naturaleza de las cosas,
ya que de la eternidad, no del estado de una hora,
se trata, en la cual los mortales tienen todo el tiempo,
que queda después de la muerte y en el que deben permanecer.
Hoc se quisque modo fugit (at quem scilicet, ut fit,
effugere haut potis est, ingratis haeret) et odit
propterea, morbi quia causam non tenet aeger.
Quam bene si uideat, iam rebus quisque relictis
naturam primum studeat cognoscere rerum,
temporis aeterni quoniam, non unius horae,
ambigitur status, in quo sit mortalibus omnis
aetas, post mortem quae restat cumque manenda.

En fin, ¿qué tan dañina ansia por la vida nos empuja
a agitarnos con tanto afán ante dudosos peligros?
Pues un final cierto de la vida está fijado para los mortales
y no se puede evitar que comparezcamos ante la muerte.
Además siempre nos ocupamos y estamos en el mismo lugar
y viviendo [más] no se forja ningún nuevo deleite;
pero mientras falta lo que anhelamos, eso parece superar
lo demás; cuando se alcanza eso, después deseamos otra cosa
y la misma sed de vida nos tiene siempre hambrientos.
Denique tanto opere in dubiis trepidare periclis
quae mala nos subigit uitai tanta cupido?
Certa quidem finis uitae mortalibus adstat
nec deuitari letum pote quin obeamus.
Praeterea uersamur ibidem atque insumus usque
nec noua uiuendo procuditur ulla uoluptas;
sed dum abest quod auemus, id exsuperare uidetur
cetera; post aliut, cum contigit illud, auemus
et sitis aequa tenet uitai semper hiantis.

Y es dudoso qué fortuna trae el tiempo venidero,
o qué suerte nos ofrece o qué final nos acecha.
Ni prolongando la vida sustraemos un ápice
ni podemos alterar el tiempo de la muerte,
para que podamos estar muertos menos tiempo.
Posteraque in dubiost fortunam quam uehat aetas, quidue ferat nobis casus quiue exitus instet.
Nec prorsum uitam ducendo demimus hilum
tempore de mortis nec delibare ualemus,
quo minus esse diu possimus forte perempti.
Por tanto aunque viviendo quieras abarcar muchos siglos,
sin embargo esa muerte eterna igualmente [te] aguardará,
y no menos tiempo ya no existirá éste, que desde el día
de hoy llegó al final de la vida, y aquél
que murió hace muchos meses y años.
Proinde licet quot uis uiuendo condere saecla;
mors aeterna tamen nilo minus illa manebit,
nec minus ille diu iam non erit, ex hodierno
lumine qui finem uitai fecit, et ille,
mensibus atque annis qui multis occidit ante.



The Poncher Hours (hacia 1500), MS 109, fol. 156, en The J. Paul Getty Museum, New York.
La propietaria del devocionario, Denise Poncher, se enfrenta serenamente, con su libro de oraciones entre las manos, a la muerte, que ya se ha cobrado tres víctimas.
Para los estudiosos de latín unas pocas y breves indicaciones:
Pertaesumst : participio perfecto pasivo (en acusativo singular masculino) del verbo impersonal pertaedet. Es una forma arcaica que equivale a pertaesum.
Nilo : dativo y ablativo de nihil. Aunque nihil (menos habitual: nil) se considera indeclinable, sin embargo, tal como aquí vemos, en algunos autores aparece las formas nihilum (acusativo), nihilo (dativo y ablativo) e incluso nihili (genitivo).
Mannus: caballo de tiro, en concreto un tipo de caballo galo, pequeño y fuerte, percherón.
Periclis equivale a periculis. Illut equivale a illud.
Dubiost : forma arcaica del adjetivo dubius. En este caso equivale al ablativo dubio.