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miércoles, 29 de abril de 2015

HISTORIA: MAESTRA DE LA VIDA

Todos nosotros seguramente hemos oído muchas veces la pregunta: ¿Para qué sirve la Historia? Al respecto el gran orador Cicerón († 44 a. C.) ya afirmaba con rotundidad su importancia.

Cicerón, De Oratore, 2, 36
En verdad la Historia es testigo de los siglos, luz de la verdad, sustento de la memoria, maestra de la vida, mensajera del pasado: ¿con qué otra voz, sino la del orador, es transmitida a la inmortalidad?
Historia uero testis temporum, lux ueritatis, uita memoriae, magistra uitae, nuntia uetustatis: qua uoce alia, nisi oratoris, inmortalitati commendatur?
Y todos también seguramente hemos oído la respuesta acuñada por el agudo filósofo Santayana y que retrata bien una de las causas del estancamiento tecnológico y moral de la sociedad. Citamos un fragmento más largo de lo habitual:

George Santayana ( 1952), The Life of Reason or The Phases of Human Progress, Londres 1906, vol. 1, cap. 12, p. 284.
cuando no se retiene la experiencia, como entre los salvajes, la infancia es perpetua. Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. En el primer estadio de la vida la mente es frívola y fácil de distraer; no alcanza el progreso por falta de continuidad y persistencia. Esta es la condición de los niños y los bárbaros, en quienes el instinto no ha aprendido nada de la experiencia.
when experience is not retained, as among savages, infancy is perpetual. Those who cannot remember the past are condemned to repeat it. In the first stage of life the mind is frivolous and easily distracted; it misses progress by failing in consecutiveness and persistence. This is the condition of children and barbarians, in whom instinct has learned nothing from experience.

La mayoría de las sociedades del s. XXI seguramente hemos superado ese estadio básico en el campo tecnológico, pues manejamos automóviles, armas, teléfonos, ordenadores y un largo etcétera de artefactos sofisticados. Sin embargo en el campo político y moral ocurre exactamente lo contrario, y constatamos que millones de personas están en el nivel infantil o salvaje. No solo pensamos en las guerras, que es la quintaesencia de todos los males, sino en el fundamentalismo religioso (musulmán y cristiano), en el racismo, la homofobia, el desprecio y violencia contra la mujer, la corrupción de los gobernantes, la manipulación de la opinión pública, y un largo etcétera.
La Historia (junto con otras Ciencias Humanas) pues constituye un escalón necesario para el progreso de una sociedad. Pero si la sociedad pierde ese tesoro de la experiencia, entonces se convierte en una presa fácil de la ignorancia y la pobreza por un lado, y la corrupción moral y la tiranía por otro lado.
Quisiera en este artículo poner algunos ejemplos concretos de cómo nuestras preocupaciones del s. XXI ya fueron abordadas hace siglos y lo interesante que fueron esas reflexiones. Naturalmente toda la Historia es maestra, la del s. XX como la del s. I, pero aquí  tomaremos ejemplos de autores de la Antigüedad y de la Edad Media, que es el período que aquí nos interesa.
Relieve en la Columna de Trajano: soldados levantando un campamento. Foto tomada del Project Trajan's Column de la University of St. Andrews.

Quiero empezar por el historiador griego Plutarco († c. 125), que no escribió en latín, pero no puedo resistirme a publicar su acertada reflexión sobre la manipulación del sincero patriotismo de las masas para el interés mezquino de unos pocos. Su reflexión me viene a la cabeza cada vez que veo películas sobre los combatientes de las guerras neocolonialistas de la era actual.

Plutarco, Vidas paralelas, Tiberio Graco, 9: 4-5.
Las fieras que habitan Italia tienen cavernas y cada una tiene su madriguera para refugiarse, pero a los que están combatiendo y muriendo por Italia no les pertenece nada más que el aire y la luz, y vacilantes van errantes con sus hijos y esposas.
Los generales engañan a los soldados en las batallas cuando les exhortan a defender de los enemigos los sagrados sepulcros, pues ni un sepulcro paterno ni una tumba de antepasados pertenece a ninguno de los muchos romanos que combaten y mueren para que otros vivan lujosamente y se enriquezcan. Les dicen que son dueños del mundo, pero no tienen ni un puñado de tierra propio.

Los veteranos de guerra no solo pierden juventud, salud (sino la vida) y economía para que amasen grandes fortunas otros que no se ensucian los zapatos, sino que además quedan minados moral y sicológicamente. El filósofo medieval Guillermo de Auvernia fue quizás el primero que advirtió los desordenes mentales provocados por las violentas experiencias de la guerra.

Guillermo de Auvernia ( 1249), De universo, secunda pars secundae partis, c. 35.
Así pues, en su interior ellos ven esos ejércitos armados, torneos y combates, que mencioné, muchos a causa de enfermedad, pero otros pintados todos ellos por algún espíritu maligno en su imaginación.
Intra semeteipsos igitur uident armatos exercitus et hastiludia et pugnas, quas dixi, multi aegritudine faciente, multi uero maligno aliquo spiritu haec omnia in uirtute imaginatiua ipsorum pingente.
En verdad aquí debes tener en cuenta lo que dije sobre los que intervinieron en guerras y ejércitos y los que usaron mal las armas; por eso a ellos muchas veces se les aparecen las caras de aquellos que murieron a espada o los que ellos mataron a espada; aparecen, digo, en una angustia y dolor intolerable por las armas y peleas que creen empuñar.
Debes autem attendere hic quae dixi de armis et exercitibus bella agentibus et armis male utentibus; et propter hoc apparent eis ibi plerunque chari eorum, qui gladio occisi sunt uel quos ipsi gladio occiderunt; apparent, inquam, in labore intolerabili et dolore, ex armis et pugnis, quas exerceri uidentur.


Actualmente en la Unión Europea, y en España en particular, se ha avivado el debate sobre la honestidad de los gobernantes, o mejor dicho si gobiernan a favor de los pueblos que los eligen, o a favor de los grandes poderes económicos, si debe primar el bienestar de la sociedad o los balances económicos. La cuestión se agrava cuando la sociedad contempla airada que los que saquean y hunden naciones enteras salen libres o con pequeñas sanciones. Entonces viene a la cabeza la reflexión del famoso san Agustín de Hipona, que siendo un filósofo neoplatónico-cristiano está libre de sospechas de ser un “radical anti-sistema”: la legitimidad del poder o viene de la justicia, o no existe.

San Agustín ( 430), De civitate Dei contra paganos, lib. 4, n. 4.
Y así al quitarse la justicia ¿qué son los reinos sino grandes bandas de ladrones? Porque las bandas de ladrones ¿qué son sino pequeños reinos? Es un grupo de hombres, que es regido bajo mandato de un jefe, que está unido por un pacto de cooperación, que se divide el botín según una norma acordada.
Remota itaque iustitia quid sunt regna nisi magna latrocinia? Quia et latrocinia quid sunt nisi parua regna? Manus et ipsa hominum est, imperio principis regitur, pacto societatis astringitur, placiti lege praeda diuiditur.
Esta [banda] malvada, si crece con la llegada de muchos hombres corruptos de modo que posee territorios, fija una sede, ocupa ciudades, subyuga pueblos, asume más abiertamente el nombre de reino; [nombre] que cuando se le aplica públicamente, no quita el desenfreno, sino que añade la impunidad.
Hoc malum, si in tantum perditorum hominum accessibus crescit ut et loca teneat, sedes constituat, ciuitates occupet, populos subiuget, euidentius regni nomen assumit; quod ei iam in manifesto confert, non adempta cupiditas, sed addita impunitas.
En verdad con elegancia y veracidad respondió a aquel Alejandro Magno un pirata capturado. Pues habiéndole preguntado el rey qué le había movido a infestar los mares, aquel con franca arrogancia dijo: “Lo mismo que a ti para [infestar] todo el orbe; pero porque yo lo hago con una pequeña nave soy llamado bandido; tú porque [lo haces] con una gran flota, emperador”.
Eleganter enim et ueraciter Alexandro illi Magno quidam comprehensus pirata respondit. Nam cum idem rex hominem interrogaret, quid ei uideretur ut mare haberet infestum, ille libera contumacia: “Quod tibi, inquit, ut orbem terrarum; sed quia ego exiguo nauigio facio, latro uocor; quia tu magna classe, imperator”.
Relieve en la Columna de Trajano: flota romana. Foto tomada del Project Trajan's Column de la University of St. Andrews.


Una reflexión de B. Plátina († 1481) sobre algunos malos pontífices medievales bien puede aplicarse a la actual reflexión sobre la elección de gobernantes honestos y la capacidad de reacción de la parte sana de la sociedad contra el cáncer de la corrupción.


B. Plátina, Liber de vita Christi ac omnium pontificum, 140, 5-6.
Mira, te ruego, cuánto habían degenerado estos pontífices de sus antepasados, los cuales con su sangre nos dejaron esta república cristiana tan grande y magnífica. El pontífice romano, padre y protector de lo sagrado, se llevó ilícitamente las cosas sagradas, y quien habría debido castigar los sacrilegios se volvió autor de un gran sacrilegio.
Vide, quaeso, quantum degenerauerint ii pontifices a maioribus suis qui hanc rempublicam christianam tam amplam tamque magnificam suo sanguine nobis reliquere. Pontifex romanus, sacrorum pater et rex, sacra ipsa furto abstulit, et qui uindicare sacrilegia debuerat tanti sacrilegii factus est auctor.
En verdad esto ocurre en cualquier república cuando la ambición y avaricia de los malos es más fuerte que la virtud y sensatez de los buenos. Por eso en el clero deberían ser elegidos aquellos cuya vida y doctrina sea probada, no aquellos que no teniendo nada de virtud ni religión buscan para sí mismos el poder con ambición y soborno.
Hoc autem contingere in quauis republica consueuit, quando plus malorum ambitio et auaritia ualet quam bonorum uirtus et grauitas. In clerum igitur deligendi essent quorum uita et doctrina probata sit, non autem ii qui cum nil uirtutis et religionis habeant ambitione et largitione sibi potentiam quaerunt.

Naturalmente una sociedad ignorante de los más altos valores de la Humanidad camina hacia su descomposición y destrucción. Los actuales potentados de la Tierra creen (acertadamente) que con la ignorancia lograrán controlar fácilmente a las masas, pero se equivocan pensando que ese dominio será duradero. Esa misma ilusión ya la han tenido muchos otros poderosos, que concentraron poder, saber y riquezas en una élite y creyeron que podían cabalgar a largo plazo la sociedad monstruosa que creaban. A pesar de ellos es más grande la parte sana de la sociedad que empuja hacia adelante. Un malvado en un minuto puede destruir lo que cien buenos en un año construyeron, pero el camino que ellos desbrozaron queda abierto, la visión de lo bueno y lo bello que obtuvieron queda guardada en la memoria de la Historia, y los que vienen detrás no retroceden un paso en la autoconciencia de la dignidad humana.

miércoles, 24 de abril de 2013

Los traumas de la guerra


El próximo 30 de abril se cumple otro aniversario del final de la Guerra de Vietnam (1959 - 1975), sin duda la más importante de la segunda mitad del s. XX. Como secuela de esta guerra hubieron en los años 70 y 80 varias películas que abordaron el tema de los trastornos mentales producidos en los combatientes a causa del estrés bélico. Filmes como Apocalypse now (J. Ford Coppola, 1979), Full Metal Jacket (Stanley Kubrick, 1987), Born on the Fourth of July (Oliver Stone, 1989), etc., intentaron trazar una conexión entre los horrores causados y sufridos en la guerra con conductas antisociales, autodestructivas, alucinaciones, etc. De hecho, fue en esos años que la Psicología acuñó un término específico para ese conjunto de trastornos: post-traumatic stress disorder (PTSD) y en la última década, los nuevos horrores de las guerras en Oriente Medio han producido el llamado "Síndrome de la Guerra del Golfo" (M. Blanchard, en American Journal of Epidemiology, January 2006), por exposición a agentes químicos, problemas físicos y psicológicos que también se han detectado entre veteranos de Irak y Afganistán.
"Le Pillage", grabado 5 de Les misères et les malheurs de la guerre de Jacques Callot, en el Musée Lorrain de Nancy (Francia).
Naturalmente estas guerras no tienen la exclusividad de estos efectos, aunque sólo desde el s. XIX comenzó a observarse este fenómeno desde el punto de vista médico. Antes de la aparición del cine, fue la pintura uno de los modos de denunciar los horrores de la guerra. Quizás el primero fue el francés Jacques Callot ( 1635) con su serie de 18 aguafuertes Les misères et les malheurs de la guerre. Mucho más notable es el caso del español Francisco de Goya ( 1828) en su serie de grabados en aguafuerte Los desastres de la guerra en los que trata de plasmar el horror que vivió la población durante la sangrienta Guerra de Independencia española (1808 - 1814).
"Madre infeliz", lámina 50 de Los desastres de la guerra de Francisco Goya, edición Madrid 1863 en la Biblioteca Nacional de España.

A continuación les presento un fragmento del afamado filósofo medieval Guillermo de Auvernia (1249), que como agudo observador también advirtió experiencias similares.

Así pues, en su interior ellos ven esos ejércitos armados, torneos y combates, que mencioné, muchos a causa de enfermedad, pero otros pintados todos ellos por algún espíritu maligno en su imaginación. Intra semeteipsos igitur vident armatos exercitus et hastiludia et pugnas, quas dixi, multi aegritudine faciente, multi vero maligno aliquo spiritu haec omnia in virtute imaginativa ipsorum pingente.
En verdad aquí debes tener en cuenta, lo que dije sobre los que intervinieron en guerras y ejércitos y los que usaron mal las armas, por eso muchas veces a ellos se les aparecen las caras de aquéllos que murieron a espada o los que ellos mataron a espada; aparecen, digo, en una angustia y dolor intolerable por las armas y peleas que creen empuñar. Debes autem attendere hic, quae dixi de armis et exercitibus bella agentibus et armis male utentibus, et propter hoc apparent eis ibi plerunque chari eorum, qui gladio occisi sunt, vel quos ipsi gladio occiderunt, apparent, inquam, in labore intolerabili et dolore, ex armis et pugnis, quas exerceri videntur.
Es verosímil que esto ocurra por misericordia del Creador como advertencia a ellos, es decir, para que se asusten del malvado uso de las armas, sabiendo que en lo que uno peca, en eso mismo es atormentado. [.....] Quod verisimile est fieri ex misericordia Creatoris ad commonitionem ipsorum, videlicet, ut ab iniquo usu armorum deterreantur agnoscentes, quia per quae quis peccat, per haec et torquetur. [...]
Pero si aquel torneo no es real ni las peleas son verdaderas ¿cómo pueden ser castigados o atormentados por ellos? Pues ¿en qué modo es posible ser golpeado o herido por una espada fantástica? En verdad, con tales armas que no son sino imágenes y fantasías de ejércitos ¿en qué modo es posible que alguien sea molestado gravemente, siendo evidente que no tienen ningún peligro? Verum si hastiludia illa et pugnae nec vera nec verae sint: qualiter eis puniri vel torqueri possunt? Gladio enim phantastico percuti vel laedi quomodo possibile est? Armis vero huiusmodi, quae nihil nisi imagines et phantasmata armorum sunt, quomodo onerari gravissime aliquem possibile est, cum nihil oneris eas habere manifestum sit?
A esto te respondo, puesto que ya hemos aclarado esto, y tú ya sabes que los que duermen padecen un dolor agudísimo y un dolor intolerable así como también temor a partir de simples fantasías. Respondeo tibi in hoc, quoniam iam expedivi me et te super hoc, et tu iam scis quia et dolorem vehementissimum et dolorem intolerabilissimum similiter et timorem patiuntur ex solis phantasmatibus somniantes.
Además no debes dudar que viendo clara y nítidamente sus vicios y la fealdad de sus obras, sean atormentados por un dolor horrible, aunque no teman otro castigo; y esto puedes verlo en el dolor de los penitentes, que espontáneamente han odiado la horrible monstruosidad de los vicios y aman la belleza de las virtudes. Tu etiam dubitare non debes quia clare et ad liquidum videntes vitia sua et turpitudines operum suorum, dolore horribili cruciantur, etsi poenam aliam non formidant, et hoc apparere tibi potest ex dolore poenitentium, qui gratuito oderunt monstruositatem horrificam vitiorum et speciositatem diligunt virtutum.

Guilelmus Alvernus, De universo, secunda pars secundae partis, cap. 35 (en Opera omnia, Parisiis, apud Dupuis 1674, vol. 1, p. 879, col. a.

viernes, 18 de enero de 2013

Entre realidad, fantasía y locura


Aunque la Psicología logró convertirse en una disciplina científica sólo después de los trabajos del austriaco Sigmund Freud (1856-1939), sin embargo desde tiempos muy antiguos, en todas las culturas, el hombre ha atesorado clasificaciones, observaciones y explicaciones acerca de la conducta humana, a veces ingenuas, a veces sorprendentemente agudas. Así como suele decirse que todo hombre es un aprendiz de filósofo, también puede decirse que todos tenemos algo de psicólogos.
En la cultura occidental el primer gran paso fue dado (como en muchos otros aspectos) en la Antigua Grecia. Por un lado los filósofos (como Platón y Aristóteles) centraron su atención en "el alma", tratando de explicar el proceso del conocimiento y distinguiendo sus capacidades (inteligencia, voluntad y memoria). Por otro lado los médicos (como Hipócrates y Galeno) ya intuyeron la importancia del cerebro para las actividad racional, así como la existencia de "enfermedades mentales" y su relación con el cuerpo. No en vano se acuñó en esta época el famoso aforismo: "mens sana in corpore sano" (= mente sana en cuerpo sano. Juvenal, Sátiras 10, 356).
Los pensadores cristianos (como Agustín, Tomás de Aquino, Duns Scoto) conservaron los aportes clásicos y contribuyeron a una mejor clasificación y comprensión especialmente de la relación entre inteligencia y voluntad. Y gracias a los filósofos y médicos árabes (como Avicena y Alfarabi) también se recobró y profundizó en la descripción y clasificación de distintas enfermedades mentales.
Todos estos conocimientos fueron bien acogidos en Europa y en parte causaron el brillo intelectual de la Alta Edad Media. Un ejemplo de esto fue Guillermo de Auvernia ( 1249), también conocido como Guilelmus Alvernus o Guilelmus Parisiensis, que además de sus abultados escritos teológicos también nos ha dejado testimonio de su curiosidad por distintos aspectos del saber en su obra De universo. Entre los escritores eclesiásticos (en aquel entonces y actualmente) la creencia en espíritus y fuerzas sobrenaturales les lleva a hilar fino en algunas cuestiones (como en el caso de endemoniados y visionarios) en las que se debe discernir entre desorden mental y actividad sobrenatural. Es sintomático notar que entre los mejores autores medievales existe la tendencia a usar con reserva el recurso a lo sobrenatural para explicar desgracias o conductas extrañas. Todo lo contrario ocurrió durante la Edad Media Tardía, en escritores como Johannes Nider y Henricus Institoris (los padres de la posterior literatura europea sobre brujería), que poco a poco dieron rienda suelta a toda clase de relatos fantásticos.
"El tormento de san Antonio" (1487-8). Óleo y témpera sobre panel de Miguel Ángel Buonarroti. Antes se atribuía a Domenico Ghirlandaio. Actualmente en el Kimbell Art Museum, Fort Worth, Texas, Estados Unidos.

Leamos a continuación un pasaje de Guillermo de Auvernia en la que describe casos que ilustran cómo la mente humana puede fabricar sensaciones que son evidente y completamente irreales para los demás, pero que el enfermo las experimenta como indudablemente ciertas, autoconvicción que se demuestra falsa.

Recuerdo que conocí a un varón honesto y religioso, el cual mientras me exponía y relataba la enfermedad que padecía, incluso durante el mismo relato, le parecía ver grandes ratones negros intentando subir por encima de sus ropas hasta su cabeza, y no cesaba este sufrimiento en él, ya que estaba en horror y temor constante. [...]
Memini me vidisse virum bonum et religiosum, qui cum mihi exponeret et narraret aegritudinem quam patiebatur, etiam in ipsa narratione huiusmodi, videbatur sibi videre mures magnos et nigros tentantes ascendere desuper vestimenta sua ad caput suum, et non cessabat passio haec in ipso, propter quod erat in horrore et timore continuo. [.....]
En verdad hubo en mis tiempos un hombre que creía ser un gallo, con una creencia tan terca que de ningún modo se la podían quitar. Y esto también lo llevaba a no querer usar de ningún modo el lenguaje humano, sólo imitaba el canto del gallo con todas sus fuerzas.
Fuit namque tempore meo vir qui credebat se esse gallum, adeo pertinaci credulitate quod ab ipsa nullo modorum poterat averti. Et ad hoc etiam deductus erat quod loquela humana nullatenus uti volebat, galli vocem tantum pro viribus effigiabat.
También hubo otro que firmemente creía estar muerto y por eso deliraba que de ningún modo ni debía ni podía comer con las personas vivas; hasta que otro, simulando que él también estaba muerto, le sugirió que podía y debía comer con él, ya que también estaba muerto como él y ninguno de los dos estaba entre los vivos. [....]
Fuit et alius qui mortuum se indissuabiliter credebat et propter hoc inter homines vel cum hominibus viventibus se nec debere nec posse comedere ullatenus delirabat. Donec quidam alius, simulans se similiter mortuum, suggessit ei quia cum eo et poterat et debebat comedere, cum esset mortuus sicut et ipse cum viventibus autem neuter eorum. [....]
[....] pero hay otros casos de enfermedades más profundas, tenaces e intrincadas y por eso difícilmente se curan, y producen que uno se imagine que es rey, tal como vi en un enfermo, que creía ser cualquier ave voladora, y a veces pensaba que era el Hijo de Dios, a veces el Espíritu Santo, alguna vez el Mesías de los judíos (al cual todavía esperan, y el mismo al que los cristianos llaman Anticristo). Y esto mismo abiertamente declaraba ser, es decir, que él era el Anticristo.
[...] alie vero sunt intimioris infectionis atque tenacioris magisque adhaerentis et ideo difficile curantur, et faciunt ut quis videatur sibi rex esse, ut vidi patientem, qui putabat se esse avem, quocunque vellet, volantem, et interdum putabat se esse Filium Dei, interdum vero Spiritum Sanctum, quandoque vero Messiam iudaeorum (quem et adhuc expectant, ipsumque gens christianorum nominat Antichristum). Et hoc ipsum esse aperte dicebat, videlicet quod ipsemet erat Antichristus.
Y con esta misma enfermedad se mezcla a veces la sugestión diabólica, que los cristianos llaman "espíritu de blasfemia". Y es un sufrimiento muy pernicioso puesto que es un tormento horrible e intolerable y que solo se cura por virtud divina.
Et cum ipso morbo interdum immiscet se suggestio diabolica, quam gens christianorum vocat "spiritum blasphemiae". Et est passio perniciosissima quoniam intolerabilis et horrificae vexationis et sola virtute divina curabilis

Guilielmus Alvernus, De universo, secunda pars secundae partis, cap. 35. (Opera omnia, Parisiis, apud Dupuis 1674, vol. 1, p. 878).