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martes, 28 de agosto de 2012

Espartaco según los romanos (II)


Continuamos con el relato de la guerra de Espartaco según el texto del historiador romano Aneo Floro. Aunque su relato es sumamente breve Floro se toma su tiempo para subrayar varias veces el grave deshonor que significó para Roma este acontecimiento. Floro precisa que no es tanto motivo de vergüenza combatir contra esclavos sino que estos hayan sido comandados por gladiadores, que eran considerados como la quintaesencia de los peores criminales.
Tengamos en cuenta que los gladiadores en tiempos de Espartaco estaban formados casi exclusivamente por criminales y prisioneros de guerra y todavía no existían grandes coliseos ni grandes juegos. Muy distinta ya era la situación en tiempos de Floro, en que los emperadores rivalizaban por construir grandes anfiteatros y ofrecer al pueblo espectáculos cada vez más sangrientos y exóticos. De todos modos entre la élite intelectual romana, entre los cuales parece colocarse Floro, siempre se reprobó las luchas de gladiadores y que se les considerase como estrellas. Para él no son más que "fieras rabiosas", gente de la peor calaña y que sin embargo puso en jaque a la mayor potencia militar de la época.
Pues aunque empezó como una simple revuelta en una escuela provincial de gladiadores pronto se convirtió en una auténtica guerra que puso en peligro incluso la capital del imperio. Floro constata que "los hombres que sólo se hubiesen contentado con huir, ahora también querían vengarse".
Este éxito inicial de los sublevados tiene su explicación en una serie de circunstancias favorables. Las tropas veteranas y los mejores generales romanos estaban fuera de Italia (Pompeyo en España y Licinio Lúculo en Grecia) cuando estalló la revuelta y los gladiadores al principio sólo combatieron contra tropas provinciales formadas mayoritariamente por reclutas sin experiencia: por eso pudieron recorrer toda Italia de sur a norte. A esto se suma la equivocada evaluación que el Senado hizo de sus enemigos: considerándolos simplemente una banda de esclavos fugitivos creyeron que podía resolverse con el uso de tropas locales. Después de varias derrotas iniciales el prestigio ya se inclinaba más hacia los rebeldes, rodeados de un aura de invencibles, por lo cual incluso las tropas consulares de M. Licinio Craso en las primeras escaramuzas arrojaron las armas y huyeron ante el enemigo.
Naturalmente el mérito principal fue de los líderes rebeldes: el tracio Espartaco y los galos Crixo y Enómao. Pues se requiere una notable clarividencia para que un grupo de fugitivos, en lugar de simplemente tratar de dispersarse y pasar desapercibidos, quieran prender la mecha de una revuelta y se lancen a liberar todos los esclavos que hallaban a su paso. Y todavía más difícil es el proyecto de querer reunir todos esos esclavos y descontentos y con ellos lograr formar un ejército y prácticamente un pueblo en marcha, pues es sabido que entre ellos iban miles de mujeres y niños, y se calcula que en su momento culmen habrían congregado hasta 120000 personas. Una hazaña que parece más increíble si recordamos que desde el Vesuvio (unos 200 km al sur de Roma) llegaron hasta los Apeninos (al norte de Italia) y luego volvieron al extremo sur de la península con la intención de pasar a Sicilia y convertirla en su bastión inexpugnable.
Aunque los historiadores romanos discrepan en varios aspectos de la vida y personalidad de Espartaco, sin embargo todos son unánimes en reconocer que era un soldado valeroso y murió combatiendo como un héroe.

Mosaico del retiario Montanus (en la Villa dei Quintili del emperador Cómodo, en la 5ª milla de la vía Appia Antica, Roma).

A continuación el final del relato de la guerra de Espartaco.

Anneus Florus, Epitome de gestis romanorum, 2, 8 [20]
Luego en seguida también atacó [tropas] consulares y abatió el ejército de Léntulo en el Apenino, y cerca de Módena destruyó el campamento de Publio Craso.
(10) Inde iam consulares quoque adgressus in Appenino Lentuli exercitum cecidit, apud Mutinam Publi Crassi castra delevit.
Animado por esas victorias llegó a plantearse lo cual es bastante vergüenza para nosotros— invadir la ciudad de Roma.
(11) Quibus elatus victoriis de invadenda urbe Romana — quod satis est turpitudini nostrae — deliberavit.
Finalmente contra el mirmillón se alzó Licinio Craso con todas las fuerzas del imperio y mantuvo el honor romano: derrotados y puestos en fuga por éste —da vergüenza decirlo— los enemigos se refugiaron en el extremo [sur] de Italia.
(12) Tandem enim totis imperii viribus contra myrmillonem consurgitur pudoremque Romanum Licinius Crassus adseruit; a quo pulsi fugatique — pudet dicere — hostes in extrema Italiae refugerunt.
Allí encerrados en un ángulo de Calabria, habiendo proyectado una fuga hacia Sicilia y ya que no tenían naves, probaron balsas de leños y toneles unidos con ramas infructuosamente a causa del impetuoso mar, finalmente hicieron una salida para encontrar una muerte digna de hombres y, tal como convenía bajo un líder gladiador, se combatió a muerte. El mismo Espartaco, luchando valerosamente en primera fila, murió como un general.
(13) Ibi circa Bruttium angulum clusi, cum fugam in Siciliam pararent neque navigia suppeterent, ratesque ex trabibus et dolia conexa virgultis rapidissimo freto frustra experirentur, tamen eruptione facta dignam viris obiere mortem et, (14) quod sub gladiatore duce oportuit, sine missione pugnatum est.
Spartacus ipse, in primo agmine fortissime dimicans, quasi imperator occisus est.

Unas pocas aclaraciones al texto:
consulares quoque adgressus: hay divergencias en los relatos de los historiadores sobre las batallas y los que participaron. Aquí Floro parece que se refiere a la derrota de Cornelio Léntulo Clodiano y su colega Lucio Gelio Publícola, cónsules el a. 72. Léntulo salió para impedir el paso de los Apeninos mientras Publícola acechaba la retaguardia del ejército de esclavos, pero Espartaco los derrotó por separado. La mención de Publio (¿Gayo?) Craso sería un error de Floro. Esa doble derrota hizo que el Senado los apartase del mando militar y lo entregase a Licinio Craso.
contra mymillonem (en 12): se supone que Espartaco como gladiador luchaba de mirmillón.
pudet dicere (en 12): se refiere a llamar hostes (ejército enemigo) a aquella armada de esclavos comandados por gladiadores
rapidissimo freto (en 13): las fuertes corrientes del estrecho de Mesina impedían atravesarlo con medios de fortuna.
sine missione (en 13): es decir, sin perdón. Es un término técnico usado en los combates de gladiadores para indicar que la pelea era a muerte y el vencido no podía ser indultado.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Espartaco según los romanos (I)


Para todos nosotros la figura de Espartaco está ligada al famoso film de Stanley Kubrick "Spartacus" (1960), pero los escritores romanos, en mayor o menor grado, lo presentan como un hombre cruel y sediento de venganza, un alborotador que rompió la paz y puso en peligro el estado.
El primero que leyó la historia de Espartaco bajo una luz positiva fue el dramaturgo francés Bernard-Joseph Saurin (1706 - 1781) que le dedicó una tragedia en 5 actos, en la que por primera vez lo presentan como un héroe de la libertad.
Pero el gran impulsor de la figura de Espartaco fue Karl Marx, el padre del comunismo moderno, pues en su guerra veía la más genuina expresión de la clase trabajadora (esclavizada) que lucha por su liberación. Por eso posteriormente en los círculos marxistas Espartaco se convirtió en un héroe comunista.
Aunque la maquinaria de Hollywood ha sido la que finalmente ha impuesto la idea que actualmente tiene la mayoría de personas acerca del gladiador rebelde, sin embargo debemos tener en cuenta que el autor del libreto, el afamado guionista norteamericano Dalton Trumbo (1905-1976), perteneció al partido comunista y fue perseguido durante el macartismo. De hecho la American Legion, una asociación conservadora de veteranos, hizo una amplia campaña contra el film por supuestas "influencias comunistas".
Este film también fue el causante, sin fundamento, que Espartaco se haya convertido en icono del mundo gay. Todo surgió a partir de una sugestiva escena (en su día censurada) en la que el esclavo Antonino (Tony Curtis) baña a su amo, el pretor Licinio Craso (Laurence Oliver) mientras éste le explica la diferencia entre una elección basada sobre la moral y otra basada meramente en el gusto. Esta velada defensa del amor homosexual convirtió el film, y por asociación, al mismo Espartaco, en bandera de la lucha por la igualdad de derechos de la comunidad homosexual.

Lápida del gladiador Diodoro (s. II-III), hallada en Turquía y actualmente en el  Cinquantenaire Museum, Bruselas, Bélgica.


Volviendo a la Antigüedad hay que recordar que los principales escritos que han sobrevivido acerca de la guerra de Espartaco están escritos en griego, por lo cual no tienen sitio en nuestro blog de latín. Nos conformamos pues con el breve relato del historiador Anneus Florus (entre el s. I-II) que presentaremos en dos partes

Anneus Florus, Epitome de gestis romanorum, 2, 8 (20)
Sin duda también aguantes la vergüenza de una guerra contra esclavos; pues aunque sometidos en todo por la fortuna, sin embargo son como una segunda clase de hombres y son acogidos en los bienes de nuestra libertad: pero no sé con qué nombre llamar a la guerra surgida bajo la guía de Espartaco; ya que, habiendo combatido siervos y comandado gladiadores, aquéllos, hombres de ínfima clase, éstos, de la peor, aumentaron con [sus] ultrajes la desgracia romana.
(1) Enimvero et servilium armorum dedecus feras; nam etsi per fortunam in omnia obnoxii, tamen quasi secundum hominum genus sunt et in bona libertatis nostrae adoptantur: bellum Spartaco duce concitatum quo nomine appellem nescio; (2) quippe cum servi militaverint, gladiatores imperaverint, illi infimae sortis homines, hi pessumae, auxere ludibriis calamitatem Romanam.
Espartaco, Crixo y Enómao, forzada la escuela gladiatoria de Léntulo, salen de Capua con treinta o más hombres de su misma clase; y tras convocar a los siervos bajo su estandarte, habiéndose reunido de inmediato más de diez mil, los hombres que solo se hubiesen contentado con huir, ahora también querían vengarse.
(3) Spartacus, Crixus, Oenomaus, effracto Lentuli ludo, cum triginta aut amplius eiusdem fortunae viris erupere Capua; servisque ad vexillum vocatis, cum statim decem milia amplius coissent, homines modo effugisse contenti, iam et vindicari volebant.
Como fieras rabiosas les pareció bien el Monte Vesuvio como primera sede. Allí, estando sitiados por Clodio Glabro, descolgándose con ramas de vid por la garganta de una cavidad del monte, bajaron hasta sus primeras faldas y por una salida oculta, que [nuestro] general no imaginó, con un ataque sorpresa asolaron el campamento. Luego [atacaron] otros campamentos: el de Vareniana y luego el de Torani, extendiéndose por toda Campania. No contentos con la devastación de casas rurales y villas, asolaron Nola y Nuceria, Turio y Metaponto con terribles matanzas.
(4) Prima sedes velut rabidis beluis mons Vesuvius placuit. Ibi cum obsiderentur a Clodio Glabro, per fauces cavi montis vitineis delapsi vinculis ad imas eius descendere radices et exitu inviso nihil tale opinantis ducis subito impetu castra rapuerunt. (5) Inde alia castra: Vareniana, deinceps Thorani, totamque pervagantur Campaniam. Nec villarum atque vicorum vastatione contenti Nolam atque Nuceriam, Thurios atque Metapontum terribili strage populantur.
Siendo ya un auténtico ejército con la llegada diaria de refuerzos, se hicieron toscos escudos de juncos y de pieles del ganado y con hierro refundido de los calabozos espadas y lanzas.
(6) Adfluentibus in diem copiis cum iam esset iustus exercitus, e viminibus pecudumque tegumentis inconditos sibi clipeos et ferro ergastulorum recocto gladios ac tela fecerunt.
Y para que no faltase el esplendor de un auténtico ejército, se procuró caballería de manadas cogidas por el camino, y ofrecieron a su líder las insignias y las haces arrebatadas a los pretores.
(7) Ac ne quod decus iusto deesset exercitui, domitis obviis etiam gregibus paratur equitatus, captaque de praetoribus insignia et fasces ad ducem detulere.
Y no las rehusó aquél que de mercenario tracio [se hizo] soldado, de soldado desertor, luego ladrón, y finalmente en virtud de su fuerza gladiador.
(8) Nec abnuit ille de stipendiario Thrace miles, de milite desertor, inde latro, deinde in honorem virium gladiator.
Es más, también celebró los funerales de sus jefes muertos en batalla con exequias de generales, y ordenó que los cautivos peleasen con armas junto a la pira fúnebre, como si realmente fuese a expiar todo el deshonor pasado, si fuese el organizador de un [combate] de gladiadores.
(9) Quin defunctorum quoque proelio ducum funera imperatoriis celebravit exsequiis, captivosque circa rogum iussit armis depugnare, quasi plane expiaturus omne praeteritum dedecus, si de gladiatore munerarius fuisset.


Algunas observaciones para los estudiosos de latín:
secundum genus (en 1): en derecho romano se dividía los hombres en tres clases: los libres, los esclavos y los libertos. No se refiere pues a una "raza inferior", sino a una distinción jurídica.
in bona libertatis nostrae adoptantur (en 1): los esclavos podían alcanzar la libertad gracias a la manumisión. En el plano teórico los romanos siempre tuvieron claro que no existía diferencia esencial entre los hombres sino meramente jurídica, la cual surgía per fortunam.
auxere (en 2): forma abreviada de la 3ª pl. del perfecto indicativo de augeo.
captivosque circa rogum iussit armis depugnare (en 9): los estudiosos creen que las luchas de gladiadores nacieron como una costumbre funeraria; naturalmente entonces se trataba de unas pocas parejas de combatientes y sólo podían permitírselo los más adinerados.



martes, 18 de octubre de 2011

La tumba del gladiador

Los gladiadores alcanzaron tanta fama en la época imperial que muchos jóvenes voluntariamente se alistaban en los ludus gladiatorum con la esperanza de alcanzar rápidamente la gloria y la riqueza.
Pero la realidad era que pocos llegaban a sobrevivir bastante tiempo como para disfrutar de algo más que una gloria efímera.
Hasta nosotros han llegado muchas inscripciones sepulcrales de aquella época (sobre todo gracias a la minuciosa tarea de eruditos alemanes del s. XIX) a través de las cuales podemos conocer algo más sobre la vida en la antigua Roma.
En Verona (norte de Italia) se halló la siguiente inscripción tallada en una estela de piedra (aunque actualmente pérdida, por desgracia) dedicada a un gladiador de parte de su esposa y sus hinchas. Sabemos que era un retiarius (el que peleaba con una red y tridente) porque estaban tallados el característico yelmo y el tridente.
En las inscripciones romanas se solía usar muchas abreviaturas (como hoy en los SMS), por lo cual coloco primero el texto tal como aparecía escrito, luego la reconstrucción  (véase ILS 5120) y la traducción.

D  M
Glauco n  mutinensis
pugnar VII  ø VIII
vixit ann XXIII  d  V
Aurelia marito  b  m  et amatores huius
Planetam suum procurare vos moneo
in Nemese ne fidem habeatis sic sum deceptus
Ave Vale
(ILS 5121)
Dis Manibus.
Glauco natione muthinensis,
pugnarum VII, obitus VIII,
vixit annos XXIII dies V,
Aurelia marito bene merenti et amatores huius.
Planetam suum procurare vos moneo
in Nemese ne fidem habeatis:
sic sum deceptus!
Ave! Vale!
A los dioses Manes.
A Glauco originario de Módena,
[vencedor] de 7 combates, muerto en el octavo,
vivió 23 años y 5 días.
Para su amado esposo Aurelia y sus hinchas.
Os aconsejo cuidar de vuestra propia estrella
y que no os fieis de (la diosa) Némesis:
¡así me ha defraudado!
¡Salve! ¡Adios!

Los dioses Manes eran espíritus benévolos de ultratumba a quienes la religiosidad romana solía encomendar sus difuntos. La diosa Némesis (la Justicia) era la que castigaba el orgullo y la arrogancia de los hombres. Por otro lado la mención del planeta nos deja constancia de la difusión de la astrología y la creencia en la influencia benigna o maligna que podían tener los planetas en nuestra vida. Así pues era común atribuir la propia derrota a la voluntad desfavorable de algún dios o la mala interpretación de los astros.


El mosaico muestra dos escenas de la victoria del secutor Astyanax sobre el retiarius Kalendio, junto a ellos los árbitros o summa rudis.
(Mosaico del Museo Arqueológico de Madrid).

A partir de estos datos podemos esbozar la figura de este gladiador: Nacido en Módena, donde quizás ya inició su carrera pero emigró a Verona donde existía un anfiteatro de mayor prestigio y donde rápidamente se hizo con un grupo de fieles seguidores que no dudaron en ayudar en los gastos del sepulcro de su ídolo. Su verdadero nombre no lo conocemos pues Glauco es el nombre de un personaje de la mitología griega, es decir, era su apodo o nombre de combate.
La advertencia final, aunque está puesto en boca del difunto, seguramente expresa más bien la creencia y el sentimiento de su viuda, Aurelia, sin duda la más devota seguidora de su marido y ciegamente segura de su éxito: para desgracia de ambos sus sueños han terminado en desgracia. Un último saludo ¡Ave! al campeón y luego el definitivo ¡Vale! (aunque traducido habitualmente en español como "adios", textualmente más se aproxima a nuestro "cuídate" cuando nos despedimos de alguien).
Con recién cumplidos 23 años terminó la carrera del retiarius Glauco: pero quizás esa misma mezcla de ambición, violencia, juventud e insensatez, fue la que contribuyó a la leyenda y la fama inmortal de los gladiadores.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Ave Caesar, morituri te salutant

Seguramente una de las frases latinas más conocidas es el llamado "saludo de los gladiadores". Pero ¿qué sabemos realmente acerca de esta frase?
Entre los escritos de la Antigüedad hallamos solo dos autores que lo mencionan: Suetonio (c. 70 - c. 130), que escribió en latín, en su obra La vida de los césares; y Casio Dión (c. 160 - c. 229), que escribió en griego, en su obra Historia romana.
Ambos coinciden en citar la frase como parte de una anécdota de la vida del emperador Claudio (cuya vida fue popularizada por la exitosa serie televisiva inglesa Yo, Claudio, basada en la novela homónima de Robert Graves).
Según esos escritos, el año 52 d. C. el emperador Claudio había organizado una naumaquia en el lago Fucino (actual provincia de L'Aquila, Italia central: en el s. XIX se drenó completamente). El espectáculo representaba un combate entre una flota de Sicilia y una de Rodas, con un total de 24 naves de guerra. Un tritón de plata, que movido por una maquinaria surgiría en medio del lago, daría la señal para el inicio de la batalla. Pero cuando todo estaba a punto para empezar, ocurrió "un pequeño incidente".
Dejamos la palabra al mismo Suetonio (Claudius, 21, 6):
... ya que cuando los combatientes exclamaron: "¡Ave emperador, los que están a punto de morir te saludan!" [Claudio] respondió : "¡O no!", y tras esa respuesta, como si se les hubiese dado el perdón, ninguno quería combatir .....
... sed cum proclamantibus naumachiariis: "Haue imperator, morituri te salutant!" respondisset: "Aut non!", neque post hanc uocem quasi uenia data, quisquam dimicare uellet, .....

Bastante esfuerzo le costó a Claudio convencerles que se trataba de un malentendido y que sus palabras habían sido simplemente una broma, pues Suetonio nos relata que:

... finalmente se levantó de su trono y corriendo por el borde del lago, no sin una vergonzosa cojera, en parte con amenazas, en parte con ruegos, los empujó a la lucha.
..... tandem e sede sua prosiluit ac per ambitum lacus, non sine foeda uacillatione, discurrens, partim minando, partim adhortando, ad pugnam compulit.
Así pues, la famosa frase parece que fue una expresión casual y que se conservó por escrito debido a la anécdota que surgió por el malentendido.


Mosaico de un trirreme romano (Museo arqueológico de Sousse, Túnez)
Lo irónico es que siempre se conserva esta frase como símbolo de estoicismo ante la muerte, cuando en realidad los que la pronunciaron, a la primera ocasión, se aferraron a un subterfugio para no combatir. Indudablemente entre aquellos desgraciados, condenados a morir para diversión de otros, había gente bastante inteligente y audaz que supo coger la frívola ironía del emperador como una tabla de salvación.
Un último apunte: la frase en griego tiene una leve diferencia pues dice: "ave emperador, los que vamos a morir te saludamos". Pero Casio Dión no explica en detalle el malentendido entre el emperador y los gladiadores y solamente se limita a señalar que al inicio los gladiadores no querían combatir.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

San Agustín y los gladiadores

Los combates de gladiadores aunque fueron criticados por pensadores paganos (como Séneca) y cristianos (como Tertuliano y Agustín) arrastraban a las multitudes de todas las clases sociales, incluso después que el a. 380 el cristianismo fuese declarado religión oficial del Imperio. Varios emperadores publicaron leyes contra los combates de gladiadores pero parece que no llegaron a erradicarse casi hasta mitad del s. V, aunque las venationes (lucha contra animales) quizás continuaban en tiempos de Justiniano, pues éste recoge en C. 3, 12, 9,1, una ley que prohibía su realización (ferarum lacrimosa spectacula) los domingos.
La pasión y adicción que producía este espectáculo está bien descrito por san Agustín en su obra Confesiones. Allí narra la experiencia de un amigo y discípulo suyo llamado Alepio, cuando ambos pertenecían a la secta de los maniqueos. El joven Alepio había jurado no volver a ser atrapado por la pasión de los combates, pero estando en Roma le ocurrió lo siguiente:
San Agustín, Confesiones, VI, 8, 13.
Alipio arrastrado por la cruel pasión por el circo
Alypius cruenta circensium voluptate abreptus.
Sin abandonar la vía terrenal, inculcada por sus padres, [me] precedió a Roma, para estudiar derecho, y allí fue increíblemente arrastrado por una increíble pasión por los juegos de gladiadores.
Non sane relinquens incantatam sibi a parentibus terrenam viam Romam praecesserat, ut ius disceret, et ibi gladiatorii spectaculi hiatu incredibili et incredibiliter abreptus est.
Pues aunque evitaba y detestaba tales cosas, unos amigos y condiscípulos suyos, que casualmente encontró cuando venían de comer, no obstante negarse enérgicamente y resistirse, lo llevaron con amigable violencia al anfiteatro en unos días en que se celebraban crueles y funestos juegos, mientras él decía: "Aunque arrastréis mi cuerpo a aquel lugar y lo retengáis allí, ¿podréis acaso obligar a mi alma y a mis ojos a que mire tales espectáculos? Estaré allí como si no estuviera y así triunfaré sobre ellos y sobre vosotros".
Cum enim aversaretur et detestaretur talia, quidam eius amici et condiscipuli, cum forte de prandio redeuntibus pervium esset, recusantem vehementer et resistentem familiari violentia duxerunt in amphitheatrum crudelium et funestorum ludorum diebus haec dicentem: "Si corpus meum in locum illum trahitis et ibi constituitis, numquid et animum et oculos meos in illa spectacula potestis intendere? Adero itaque absens ac sic et vos et illa superabo".

Después de escuchar esas cosas de todos modos lo llevaron consigo, tal vez deseosos de averiguar si podría cumplirlas.
Quibus auditis illi nihilo setius eum adduxerunt secum, id ipsum forte explorare cupientes utrum posset efficere.
Cuando llegaron y se colocaron en los sitios que pudieron, todo el anfiteatro hervía ya en salvajes deleites. Alipio, habiendo cerrado las puertas de los ojos, prohibió a su alma asomarse a tanta maldad. ¡Ojalá se hubiese tapado también los oídos! Porque en un lance de la lucha fue tan grande y vehemente el clamor de la muchedumbre, que, vencido por la curiosidad y creyéndose preparado para despreciar y vencer lo que viera, fuese lo que fuese, abrió los ojos y fue herido en el alma con una herida más grave que la que recibió en el cuerpo aquél a quien había deseado ver; y cayó más miserablemente que éste, cuya caída había causado aquel griterío, que entrando por sus oídos, abrió sus ojos para que más debilitada aquella alma, más audaz que fuerte, fuese herida y derribada, y en vez de presumir de sí mismo, confíe en Ti.
Quod ubi ventum est et sedibus quibus potuerunt locati sunt, fervebant omnia immanissimis voluptatibus. Ille clausis foribus oculorum interdixit animo, ne in tanta mala procederet. Atque utinam et aures obturavisset! Nam quodam pugnae casu, cum clamor ingens totius populi vehementer eum pulsasset, curiositate victus et quasi paratus, quidquid illud esset, etiam visum contemnere et vincere, aperuit oculos et percussus est graviore vulnere in anima quam ille in corpore, quem cernere concupivit, ceciditque miserabilius quam ille, quo cadente factus est clamor; qui per eius aures intravit et reseravit eius lumina, ut esset, qua feriretur et deiceretur audax adhuc potius quam fortis animus et eo infirmior, quo de se praesumpserat, qui debuit de te.
Pues al ver aquella sangre, bebió con ella la crueldad y no la apartó de sí, sino que fijó la mirada, y sin darse cuenta le invadió un delirio furioso y se deleitaba con esa lucha criminal, y se embriagaba con tan sanguinario placer.
Ut enim vidit illum sanguinem, immanitatem simul ebibit et non se avertit, sed fixit aspectum et hauriebat furias et nesciebat et delectabatur scelere certaminis et cruenta voluptate inebriabatur.
Ya no era el mismo que había venido, sino uno de la turba, con los que se había mezclado, y verdadero compinche de los que le habían llevado allí.
Et non erat iam ille, qui venerat, sed unus de turba, ad quam venerat, et verus eorum socius, a quibus adductus erat.
¿Qué más [pasó]? Miró, gritó, se enfureció, desde entonces llevó una locura que lo incitaba a volver no solo con aquéllos por quienes fue arrastrado primero, sino incluso sin ellos y llevando a otros.
Quid plura? Spectavit, clamavit, exarsit, abstulit inde secum insaniam, qua stimularetur redire non tantum cum illis, a quibus prius abstractus est, sed etiam prae illis et alios trahens.
Sin embargo también de ahí Tú lo sacaste con mano poderosísima y misericordiosísima y le enseñaste a tener confianza no en sí mismo sino en Ti, pero [eso pasó] mucho tiempo después.
Et inde tamen manu validissima et misericordissima eruisti eum tu et docuisti non sui habere, sed tui fiduciam, sed longe postea.




El árbitro contiene al vencedor de un duelo de "equites" (combatientes a caballo) a la espera del veredicto del "editor" de los juegos; mientras los músicos suenan sus instrumentos, entre los cuales una mujer toca un órgano hidráulico. Mosaico de la Villa Zliten (Dar Buc Ammera), Libia.
La penetrante agudeza psicológica de san Agustín nos lleva a pensar en lo vulnerable que es el espíritu humano ante la llamada de la violencia. Aunque en el caso de Alepio debemos decir que años más tarde también se convirtió al cristianismo y murió como obispo de Tagaste.

lunes, 12 de septiembre de 2011

La Guerra de Espartaco

Seguramente el gladiador más famoso fue precisamente uno que se rebeló contra esa costumbre: Espartaco.
Lo poco que sabemos acerca de él y la tercera bellum servile (rebelión de esclavos) nos ha llegado a través del historiador Apiano, en su obra en griego "Guerras Civiles" (I, 14, 116-120), del historiador Floro, en su obra en latín "Compendio de Historia romana" (II, 20) y sobre todo del historiador y filósofo Plutarco, en su obra en griego "Vidas paralelas", el cual al relatar la vida del general y político Licinio Craso, dedica los capítulo 8-11 a narrar los detalles de la revuelta.
De estos escritos se puede sacar en limpio que Spartacus era un nómada de Tracia, seguramente capturado y vendido como esclavo. Su origen nómada explicaría bien su espíritu indomable e independiente. De su mujer, tracia como él y cuyo nombre se desconoce, sabemos que también estaba en servidumbre. Apiano y Floro dicen que militó en el ejército romano pero que fue condenado por desertor y malhechor pero estos datos parecen puestos para explicar los éxitos militares de aquél, salvar el orgullo romano y presentarlo como un bárbaro criminal.
Más honesto parece el juicio de Plutarco que dice de él: "no sólo poseía gran fuerza y valor, sino también sagacidad y una cultura superior a su destino".
Es un dato seguro que Espartaco estaba entre aquellos 78 gladiadores que, empuñando utensilios de cocina, se fugaron de la famosa escuela de gladiadores de Capua, propiedad de Lentulus Batiatus, el año 73 a. C. Ante el grito de libertad, pronto se congregaron miles de esclavos y Espartaco, junto con los galos Crixo y Enomao, fueron nombrados lideres de la revuelta.
Los detalles y anécdotas de la campaña militar son relatados por los historiadores romanos, y muchos han sido popularizados por el cine : sus victorias iniciales sobre los cónsules, la entrada en escena de Licinio Craso, la traición de los piratas de Cilicia, la llegada de las tropas de Lúculo y Pompeyo, hasta la crucifixión en la vía Apia de seis mil prisioneros.
Mosaico del s. IV que muestra varios gladiadores y sus nombres, lo cual demuestra la fama que tenían (Villa Borghese, Roma)
La batalla en la que muere Espartaco, nos la relata Plutarco así:
".... cuando le trajeron su caballo, Espartaco sacó su espada y, diciendo que si ese día él vencía tendría muchos buenos caballos del enemigo pero si perdía no quería ninguno, mató al caballo. Luego se abrió camino, entre las flechas y los heridos, hasta Craso, pero no llegó a alcanzarlo, aunque mató a dos centuriones que estaban junto a aquél. Finalmente, habiendo huido sus compañeros, él se quedó solo rodeado de una multitud de enemigos, y se defendió hasta que lo mataron".
La decisión de sacrificar su caballo indudablemente expresaba su decisión de no huir, de vencer o morir por su libertad. No hay pruebas que Espartaco fuese movido por una filosofía o ambición política: todos sus actos parecen indicar que sólo quería guiar a sus seguidores fuera de las fronteras romanas para luego disolverse y volver cada uno a su tierra. Sea como sea, indudablemente fue un hombre que entendió bien el significado de dignidad y libertad.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Visita a una escuela de gladiadores

Hace unos días los diarios nos anunciaban el descubrimiento de los restos arqueológicos de una "escuela de gladiadores" o ludus gladiatorum. Conozcamos algo más sobre ellas.
Los romanos usaban la palabra ludus tanto para indicar un juego, un espectáculo, un ejercicio, así como el lugar donde se realizaban. Por lo tanto una escuela elemental para aprender a escribir (ludus litterarius) o música (ludus fidicinus) o un campamento de entrenamiento militar o de gladiadores también se llamaba ludus. La palabra schola se reservaba para un lugar de enseñanza erudita, como filosofía, retórica, etc.
En los tiempos más antiguos el combate de gladiadores era un rito funerario religioso, es decir una especie de sacrificio humano en honor de un difunto notable, y era algo que rara vez se celebraba. Con el tiempo, a medida que Roma crecía y se hacía más rica, se fue eclipsando su carácter religioso y brilló como un sangriento espectáculo, que rápidamente ganó popularidad. Esto a su vez produjo que surgieran auténticos empresarios que conseguían luchadores, los entrenaban y organizaban los combates.
Las escuelas de gladiadores surgieron al principio por iniciativa privada de ciudadanos ricos: ya que en la República se accedía a los cargos públicos por elección, ellos usaban esos espectáculos como un medio para ganarse el favor popular (no se obtenía otra ganancia pues para el pueblo los juegos eran gratuitos). Poco a poco el Estado se fue haciendo cargo y, durante la etapa imperial, llegó a invertir cantidades fabulosas en su realización. De hecho, el s. I-II de nuestra era fue la etapa de máximo apogeo de esa costumbre.
El director principal o entrenador era llamado lanista y era quien de hecho dirigía el ludus gladiatorum. Bajo su mando existía un cuerpo de entrenadores que preparaban a los gladiadores en los distintos tipos de combate, generalmente se trataba de antiguos gladiadores o los más experimentados. También existía un cuerpo médico que vigilaba la dieta, ejercicios, masajes y todo lo que requiriese la buena salud de los combatientes. De hecho, Galeno, el famoso médico griego, estuvo en una escuela de gladiadores en Pérgamo. Prepararse para soportar estoicamente la muerte también era parte importante de su formación.
Había dos tipos de gladiadores: por un lado los que iban obligados por una condena judicial o como prisioneros de guerra, los cuales no tenían ningún derecho, y por otro lado los que iban voluntariamente en busca de fama o para pagar sus deudas, los cuales firmaban un contrato (auctoramentum) en el que estipulaban las condiciones de su ingreso. Los condenados solían estar marcados a fuego (stigma) en el rostro u otra parte visible del cuerpo. Aparte de esa distinción, que producía una neta segregación entre ellos, no existían más rangos que los que daban la experiencia y el valor.
En el campamento vivían en pequeñas celdas individuales dispuestas en círculo alrededor del campo de entrenamiento.
En la escena central un mirmillón, que sangra abundantemente del rostro y una pierna, ha arrojado el escudo y levanta el índice en señal de rendición, mientras que el arbitro, de túnica blanca, lo separa de su oponente, un hoplomaco, que victorioso se apoya en su lanza. Mosaico de la Villa de Dar Buc Ammera en Libia.

Todos los gladiadores debían hacer un juramento (sacramentum) de fidelidad a su amo,  que quizás era parecido a éste que nos ha llegado a través de una novela satírica de Petronius (Satyricon, 117):
Y así, para que la ficción permaneciese segura entre nosotros, hicimos un juramento a las órdenes de Eumolpio: ser quemados, atados, golpeados, muertos por espada o cualquier cosa que ordenase Eumolpio. Como verdaderos gladiadores dedicamos religiosamente alma y cuerpo a nuestro señor.
Itaque ut duraret inter omnes tutum mendacium, in verba Eumolpi sacramentum iuravimus: uri, vinciri, verbari ferroque necari, et quicquid aliud Eumolpus iussisset.
Tanquam legitimi gladiatores domino corpora animasque religiosissime addicimus.


Una última cosa: si hubiese plazas libres ¿te apuntarías?