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jueves, 22 de mayo de 2014

Catulo: poesía visceral


Un amigo de Facebook nos sugirió que el carácter primaveral y festivo del mes de mayo era un marco ideal para recordar el “Vivamus, mea Lesbia” de Catulo. La sugerencia me pareció óptima y con ese pretexto podemos recordar la figura del poeta y algunos retazos de su obra.
Gayo Valerio Catulo ( c. 54 a. C.) nació en Verona, en una familia acomodada y con contactos con hombres ilustres y poderosos del imperio (su padre era amigo de Julio César). Se trasladó a Roma para estudiar y luego se introdujo en los círculos literarios (quizás de la mano de Cornelio Nepote). Su temperamento apasionado y su talento poético encontraron incentivo y aplauso en la vida agitada y voluptuosa de la gran urbe.
Ahí encontraría una mujer que le haría experimentar emociones tan dispares que, por atracción o aversión, sería su gran musa y el tema dominante de sus poemas. Catulo dice que era una mujer casada y la llama con el seudónimo de Lesbia. Aunque él nunca revela la identidad de su amor imposible, sin embargo pronto ella fue identificada con una cierta Clodia (Apuleius, Apología, 10) y los estudiosos, a partir de diferentes indicios, han llegado a la convicción que se trataba de la esposa del poderoso Quinto Metelo Céler, cónsul el a. 60 a. C. Esta Clodia es conocida por su romance con Marco Celio Rufo, al que terminó acusando de intento de asesinato. El abogado del acusado fue el gran orador Cicerón (cf. Pro Marco Caelio Oratio), que nos ha dejado un detallado retrato de Clodia como una mujer lujuriosa, cruel e intrigante (y así logró la absolución de su defendido).
Tras la ruptura final con Clodia, Catulo se embarcó en una expedición a la provincia de Bitinia (norte de la actual Turquía), en parte para apartarse de Clodia, en parte con la esperanza de ganar dinero (siempre insuficiente por su prodigalidad), y sobre todo para honrar la tumba de su hermano que había muerto solo en aquellas tierras lejanas.
A su vuelta a Roma pudo darse el gusto de darle un portazo a Clodia, que buscaba restablecer las antiguas cadenas, y vislumbrar un futuro brillante bajo la protección de Julio César, pero todo quedó truncado con su muerte, cuando tenía unos treinta años.
Con el final del imperio romano la memoria del poeta cayó casi en el completo olvido. De su obra solo existe un manuscrito del s. X que contiene un solo poema (el 62). Sin embargo existió otro volumen que contenía toda su colección de poemas. De ese ejemplar (hoy perdido) se hicieron dos copias en el s. XIV, que subsisten hasta hoy, y son las fuentes de toda la obra que poseemos de Catulo.
"Catulo en casa de Lesbia" (1875). Óleo de sir Lawrence Alma-Tadema. Foto de WikiArt.
Los tres textos que presento a continuación los he construido a partir de esos dos manuscritos: el Bodleian Library, Canonicianus Class. Lat. 30 (O), y el BNF Ms. lat. 14137 (G). Adjunto las variantes más notables y una breve explicación de aspectos oscuros para el principiante.

Carmen 5
Vivamos, Lesbia mía, y amémonos,
y a todas las habladurías de los viejos ceñudos
démosles el valor de un as.
Viuamus, mea Lesbia, atque amemus,
rumoresque senum seueriorum
omnes unius aestimemus* assis.
Los astros pueden ocultarse y volver; pero
una vez que se apaga la breve luz para nosotros,
debemos dormir una única noche perpetua.
Soles occidere* et redire possunt;
nobis cum semel occidit breuis lux,
nox est perpetua una dormienda.
Dame mil besos, luego cien,
luego otros mil, luego otros cien,
luego hasta otros mil, luego cien.
Da mi basia mille, deinde centum,
dein** mille altera, dein secunda centum,
deinde usque altera mille, deinde centum.
Luego, cuando nos hayamos dado muchos miles,
los revolveremos, para que no sepamos,
ni ningún desgraciado pueda envidiar
al saber, cuántos besos nos dimos.
Dein,* cum milia multa fecerimus,
conturbabimus* illa, ne sciamus,
aut ne quis malus inuidere possit,
cum tantum sciat esse basiorum.

* O: estinemus; G: extimemus. O: ocidere.
** O: deinde mille altera deinde secunda centum; G: deinde mi altera da secunda centum.
* OG: deinde; G: millia; OG: conturbauimus; OG: tantus.

5,3: un as era la moneda de menor valor.
5, 11-13: se revuelve de modo que ni ellos ni los envidiosos sepan cuántos besos se han dado.

Carmen 92
Lesbia siempre habla mal de mí y no deja de hablar sobre mí, ¡pero que me muera si Lesbia no me ama!
Lesbia mi dicit semper male nec tacet umquam*
de me, Lesbia me dispeream nisi amat!**
¿Cómo lo sé? Porque lo mismo me pasa. La insulto a menudo ¡pero que me muera si no la amo!

Quo* signo? Quia sunt totidem mea.* Deprecor illam
assidue, uerum* dispeream nisi amo!

* G: unquam.
** G: amo.
* Estas dos últimas líneas faltan en G. O: ea. O: uero.

92, 3: Signo: es el verbo “signo, signavi”; no el sustantivo neutro “signum, signi”.

Carmen 101
Tras atravesar muchos pueblos y anchos mares
llego, oh hermano, a estas tristes exequias,
Multas per gentes et multa aequora uectus
aduenio has miseras, frater, ad inferias,
para darte el último servicio fúnebre
y hablar en vano a tus mudas cenizas,
ut te postremo donarem munere mortis
et mutam nequiquam* alloquerer cinerem,
pues el destino me arrebató a ti,
ay pobre hermano, apartado injustamente de mí.
quandoquidem fortuna mihi* tete abstulit ipsum,
heu miser indigne frater adempte mihi.*
Pero ahora entretanto recibe esto, que según la vieja usanza paterna
por triste deber se ofrece en las exequias,
Nunc tamen interea haec,* prisco quae* more parentum
tradita sunt tristi munere ad inferias,
con el fraternal llanto derramado en abundancia
y por siempre, oh hermano. Adiós y cuídate.
accipe, fraterno multum manantia fletu
atque in perpetuum, frater. Aue atque uale.**

* OG: ne quicquam. G: michi. G: hoc. OG: priscoque.
** O: valle.

101, 2: has miseras inferias: un rito religioso por el difunto.
101, 3: donarem munere mortis; la misma idea. Nótese que rige ablativo y no acusativo.
101, 6: indigne: injustamente porque el hermano ha muerto prematuramente.
101, 7: haec: estas cosas son las ofrendas de vino, leche, miel, flores, etc., que solían ofrecerse a los difuntos. Esto es dado como un adelanto de una ofrenda mayor, probablemente un monumento conmemorativo en su tierra natal.
101, 7-10: la oración principal es: “nunc tamen interea accipe haec, frater”. Esta oración principal está interrumpida por dos subordinadas: “quae prisco more parentum tradita sunt tristi munere ad inferias”. Y la segunda: “fraterno manantia fletu multum atque in perpetuum”.

martes, 20 de agosto de 2013

Laudatio Turiae: el epitafio romano más célebre

El mes pasado mi esposa tuvo que someterse a una operación a causa de una apendicitis aguda, que tardó en ser detectada por malos profesionales. Felizmente otros muy buenos lo remediaron oportuna y felizmente. Los días que pasé acompañándola en el hospital, viendo diferentes experiencias con la enfermedad, la soledad, el temor por los seres queridos, el dolor, me movieron a sacar del cajón un proyecto que hace tiempo tenía pendiente: una edición de la llamada Laudatio Turiae.
(Quienes quieran ver el estudio completo (texto latino, traducción y comentarios) pueden hacerlo en mi página: magisterhumanitatis/escritores-latinos/laudatio-turiae).

Con este nombre se designa la inscripción funeraria más grande (unas 3 toneladas se calcula que debieron pesar las dos planchas de mármol que la formaban) y más extensa (entre 180 - 190 líneas) que nos ha llegado de la Roma antigua. Por desgracia el epitafio no nos ha llegado completo y entre los fragmentos que poseemos no se encuentra ni el nombre de la difunta ni de su marido que lo mando inscribir en su honor.
Se le llama Laudatio Turiae (= Elogio a Turia, o mejor, Curia) porque un estudioso del s. XVIII creyó que algunos acontecimientos relatados en el epitafio tenían semejanza con un relato sobre el cónsul Quinto Lucrecio Vespillo y su mujer Turia, que lo escondió en el falso techo de su habitación

A Quinto Lucrecio, proscrito por los triunviros, su mujer Turia, no sin gran peligro propio, lo mantuvo a salvo de la calamidad inminente, escondido entre el techo y el tejado del dormitorio, sabiéndolo solo una joven criada, y esto lo hizo con tal fidelidad que, mientras los otros proscritos a duras penas huían por tierras extranjeras y hostiles con grandes tormentos de cuerpo y alma, aquel se mantenía a salvo en su dormitorio y en el seno de su mujer.
Q. Lucretium, proscriptum a triumviris, uxor Turia, inter cameram et tectum cubiculi abditum, una conscia ancillula, ab imminente exitio, non sine magno periculo suo, tutum praestitit singularique fide id egit ut, cum ceteri proscripti in alienis et hostilibus regionibus per summos corporis et animi cruciatus vix evaderent, ille, in cubiculo et in coniugis sinu, salutem retineret.
Valerio Máximo, Facta et dicta memorabilia, VI, 7, 2

Esta opinión se mantuvo hasta mitad del s. XX, pero actualmente los estudiosos reconocen que en realidad existen pocos elementos para afirmar tal cosa con seguridad. Es verdad que los personajes del epitafio vivieron en la misma época que Turia y su marido, y tuvieron que padecer el trance de la proscripción, sin embargo también es cierto que hay varias divergencias, por lo cual lo más prudente parece ser dejarlos en el anonimato, con la esperanza de algún día encontrar nuevos fragmentos que arrojen más luz sobre este enigma.
La "dextrarum iunctio" era parte culminante del rito nupcial, pero en el arte funerario simboliza la fidelidad de los esposos. Aquí ella aparece coronada por Venus y él apadrinado por el genio de Roma.
Detalle del llamado "Sarcofago dei Fratelli" en el Museo Archeologico di Napoli. Foto de Marie-Lan Nguyen.
Ya que esta pieza oratoria es bastante extensa solo presentaré algunos breves fragmentos para esbozar las ideas principales. Por comodidad llamaré Turia a la desconocida mujer a quien se dedicó este elogio fúnebre.
1) Cuando ella era una joven, poco antes de casarse, sus padres fueron asesinados, seguramente durante las revueltas de la Primera Guerra Civil (guerra entre Julio César y Pompeyo). Con gran valor ella (su marido tuvo que salir de Roma, luchando en el ejército) pide castigo para los culpables y no descansa hasta que lo consigue:

Con tanta industria desempeñaste tu tarea de amor filial, insistiendo y reclamando, que si hubiésemos estado presentes no hubiésemos podido hacer más.
Tanta cvm indvstria mvnere es pietátis perfvncta, efflagitando atqve vindicando, vt si praesto fvissimvs non amplivs potvissemvs.

2) El testamento de su padre dejaba como herederos a Turia y su marido, pero ella incluso quiso compartirlo con su única hermana (que al ya estar casada, según ciertas leyes romanas, ya no tenía derecho al patrimonio familiar). Pero algunos parientes, movidos por la ambición, quieren declarar nulo el testamento y piden ser nombrados tutores de Turia y administradores de sus bienes. De nuevo ella sola debe ir a juicio para defender la voluntad de su padre y compartir con su hermana.

Después fuisteis insidiadas para que el testamento, del cual éramos herederos, se declarase nulo............
Temptatae deinde estis vt testamentvm, qvo nos eramvs heredés, rvptvm diceretvr .........
Cedieron ante tu firmeza y no prosiguieron la causa. Al hacer esto, tú sola concluiste la defensa que asumiste del deber hacia tu padre, del afecto hacia tu hermana y de la fidelidad hacia nosotros.
Cesservnt constantiae tuae neqve amplivs rem sollicitarvnt. qvo facto officii in patrem, pietatis in sororem, fidei in nos, patrocinivm svcceptvm sola peregisti.

3) Poco después de acabar la Primera Guerra Civil, el asesinato de Julio César volvió a dividir Roma: por un lado los conspiradores (aristocracia conservadora) y por otro lado los seguidores de César (encabezados por los triunviros Marco Antonio, Lépido y Octavio). Pronto los triunviros se hicieron con el poder de Roma y se desató una ola de asesinatos y confiscaciones de los sospechosos de haber participado en la conjura contra César. El marido de Turia, que había combatido en las filas de Pompeyo, fue acusado falsamente por algún enemigo y su nombre fue incluido en la lista de proscritos. Entonces fue Turia la que orquestó todo lo necesario para que su marido se ocultase con éxito y finalmente fuese rehabilitado.

Nuestros secretos, planes ocultos y diálogos arcanos, ahora ¿para qué lo revelaré? Cómo, alertado por veloces mensajeros de peligros reales e inminentes, me salvé por tus avisos.
Qvid ego nvnc interiora nostra et recondita consilia sermonesque arcanos érvam? vt, repentinís nvntiis ad praesentia et inminentia pericvla evocatvs, tvís consiliís conservatvs sim.

4) Su matrimonio fue largo y armonioso y el marido lamenta que ella, que era más joven, haya muerto antes que él.
Raros son los matrimonios tan largos, acabados por la muerte, no rotos por el divorcio: pues nos ocurrió a nosotros, que lo llevamos hasta 41 años sin agravios. ¡Ojalá esta vieja unión hubiese mutado por mi parte! Ya que era más justo que yo, el más anciano, sucumbiera al hado.
Rara svnt tam divtvrna matrimonia, finita morte, non divertio interrvpta: nam contigit nobis vt ad annvm xxxxi sine offensa perdvceretvr.
Vtinam vetvsta conivnctio habvisset mvtationem vice mea. qva ivstivs erat cedere fato maiorem.

5) La única sombra en su felicidad fue la falta de hijos. Incluso ella quiso divorciarse para que él pudiera casarse con otra y así tener hijos. Pero él rechazó enérgicamente esa idea: prefería vivir con ella sin hijos, que con hijos pero sin ella.

¿Por qué iba yo a tener tanto deseo o necesidad de tener hijos hasta el punto que por ello faltaría a la fidelidad, cambiaría lo cierto por lo dudoso?
Qvae tanta mihi fverit cvpiditás avt necessitás habendi liberos vt propterea fidem exverem, mvtarem certa dvbiís ?
Pero ¿para qué [decir] más? Cediendo te quedaste junto a mí, pues yo no podía ceder ante ti sin deshonor mío y nuestra común infelicidad.
Sed qvid plvra? cedens mihi mansisti apvt me, neqve enim cedere tibi sine dedecore meo et commvni infelicitate poteram.

6) En las últimas líneas el marido expresa la profundidad de su gratitud por su vida y de su dolor por su pérdida.

El dolor natural arranca las fuerzas a mi firmeza, me hundo en el dolor y me oprimen este luto y disgusto y no resisto a ninguna de las dos. ...........
Natvrális dolor extorqvet constantiae vírés, maerore mersor et qvibvs angor lvctv taedioqve in necvtro mihi cónstó. .......
La conclusión de esta oración será que tú lo mereciste todo, pero no todo me fue bien para dártelo.
Vltvmvm hvivs órationis erit omnia mervisse te, neqve omnia contigisse mihi vt praestarem tibi.

Sin duda ella fue una mujer inteligente, valiente y generosa. Ella entregó a su marido con plena confianza su vida y sus bienes, y él vivió para agradecérselo y pagarle con el mismo amor y fidelidad, pues solo uno que ama de verdad tiene la humildad para decir: "tú lo mereciste todo, pero no todo me fue bien para dártelo".

Los estudiosos de latín habrán notado varias peculiaridades en la escritura: si quieren profundizar al respecto pueden hacerlo en el enlace que he dejado al inicio.

martes, 18 de octubre de 2011

La tumba del gladiador

Los gladiadores alcanzaron tanta fama en la época imperial que muchos jóvenes voluntariamente se alistaban en los ludus gladiatorum con la esperanza de alcanzar rápidamente la gloria y la riqueza.
Pero la realidad era que pocos llegaban a sobrevivir bastante tiempo como para disfrutar de algo más que una gloria efímera.
Hasta nosotros han llegado muchas inscripciones sepulcrales de aquella época (sobre todo gracias a la minuciosa tarea de eruditos alemanes del s. XIX) a través de las cuales podemos conocer algo más sobre la vida en la antigua Roma.
En Verona (norte de Italia) se halló la siguiente inscripción tallada en una estela de piedra (aunque actualmente pérdida, por desgracia) dedicada a un gladiador de parte de su esposa y sus hinchas. Sabemos que era un retiarius (el que peleaba con una red y tridente) porque estaban tallados el característico yelmo y el tridente.
En las inscripciones romanas se solía usar muchas abreviaturas (como hoy en los SMS), por lo cual coloco primero el texto tal como aparecía escrito, luego la reconstrucción  (véase ILS 5120) y la traducción.

D  M
Glauco n  mutinensis
pugnar VII  ø VIII
vixit ann XXIII  d  V
Aurelia marito  b  m  et amatores huius
Planetam suum procurare vos moneo
in Nemese ne fidem habeatis sic sum deceptus
Ave Vale
(ILS 5121)
Dis Manibus.
Glauco natione muthinensis,
pugnarum VII, obitus VIII,
vixit annos XXIII dies V,
Aurelia marito bene merenti et amatores huius.
Planetam suum procurare vos moneo
in Nemese ne fidem habeatis:
sic sum deceptus!
Ave! Vale!
A los dioses Manes.
A Glauco originario de Módena,
[vencedor] de 7 combates, muerto en el octavo,
vivió 23 años y 5 días.
Para su amado esposo Aurelia y sus hinchas.
Os aconsejo cuidar de vuestra propia estrella
y que no os fieis de (la diosa) Némesis:
¡así me ha defraudado!
¡Salve! ¡Adios!

Los dioses Manes eran espíritus benévolos de ultratumba a quienes la religiosidad romana solía encomendar sus difuntos. La diosa Némesis (la Justicia) era la que castigaba el orgullo y la arrogancia de los hombres. Por otro lado la mención del planeta nos deja constancia de la difusión de la astrología y la creencia en la influencia benigna o maligna que podían tener los planetas en nuestra vida. Así pues era común atribuir la propia derrota a la voluntad desfavorable de algún dios o la mala interpretación de los astros.


El mosaico muestra dos escenas de la victoria del secutor Astyanax sobre el retiarius Kalendio, junto a ellos los árbitros o summa rudis.
(Mosaico del Museo Arqueológico de Madrid).

A partir de estos datos podemos esbozar la figura de este gladiador: Nacido en Módena, donde quizás ya inició su carrera pero emigró a Verona donde existía un anfiteatro de mayor prestigio y donde rápidamente se hizo con un grupo de fieles seguidores que no dudaron en ayudar en los gastos del sepulcro de su ídolo. Su verdadero nombre no lo conocemos pues Glauco es el nombre de un personaje de la mitología griega, es decir, era su apodo o nombre de combate.
La advertencia final, aunque está puesto en boca del difunto, seguramente expresa más bien la creencia y el sentimiento de su viuda, Aurelia, sin duda la más devota seguidora de su marido y ciegamente segura de su éxito: para desgracia de ambos sus sueños han terminado en desgracia. Un último saludo ¡Ave! al campeón y luego el definitivo ¡Vale! (aunque traducido habitualmente en español como "adios", textualmente más se aproxima a nuestro "cuídate" cuando nos despedimos de alguien).
Con recién cumplidos 23 años terminó la carrera del retiarius Glauco: pero quizás esa misma mezcla de ambición, violencia, juventud e insensatez, fue la que contribuyó a la leyenda y la fama inmortal de los gladiadores.