Los combates de gladiadores aunque fueron criticados por pensadores paganos (como Séneca) y cristianos (como Tertuliano y Agustín) arrastraban a las multitudes de todas las clases sociales, incluso después que el a. 380 el cristianismo fuese declarado religión oficial del Imperio. Varios emperadores publicaron leyes contra los combates de gladiadores pero parece que no llegaron a erradicarse casi hasta mitad del s. V, aunque las venationes (lucha contra animales) quizás continuaban en tiempos de Justiniano, pues éste recoge en C. 3, 12, 9,1, una ley que prohibía su realización (ferarum lacrimosa spectacula) los domingos.
La pasión y adicción que producía este espectáculo está bien descrito por san Agustín en su obra Confesiones. Allí narra la experiencia de un amigo y discípulo suyo llamado Alepio, cuando ambos pertenecían a la secta de los maniqueos. El joven Alepio había jurado no volver a ser atrapado por la pasión de los combates, pero estando en Roma le ocurrió lo siguiente:
San
Agustín, Confesiones,
VI, 8, 13.
Alipio
arrastrado por la cruel pasión por el circo
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Alypius
cruenta circensium voluptate abreptus.
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Sin abandonar
la vía terrenal, inculcada por sus padres, [me] precedió a Roma,
para estudiar derecho, y allí fue increíblemente arrastrado por
una increíble pasión por los juegos de gladiadores.
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Non
sane relinquens incantatam sibi a parentibus terrenam viam Romam
praecesserat, ut ius disceret, et ibi gladiatorii spectaculi hiatu
incredibili et incredibiliter abreptus est.
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Pues aunque
evitaba y detestaba tales cosas, unos amigos y condiscípulos
suyos, que casualmente encontró cuando venían de comer, no
obstante negarse enérgicamente y resistirse, lo llevaron con
amigable violencia al anfiteatro en unos días en que se
celebraban crueles y funestos juegos, mientras él decía: "Aunque arrastréis mi cuerpo a aquel lugar y lo retengáis allí, ¿podréis acaso obligar a mi alma y a mis ojos a que mire tales espectáculos? Estaré allí como si no estuviera y así triunfaré sobre ellos y sobre vosotros".
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Cum
enim aversaretur et detestaretur talia, quidam eius amici et
condiscipuli, cum forte de prandio redeuntibus pervium esset,
recusantem vehementer et resistentem familiari violentia duxerunt
in amphitheatrum crudelium et funestorum ludorum diebus haec
dicentem: "Si corpus meum in locum illum trahitis et ibi
constituitis, numquid et animum et oculos meos in illa spectacula
potestis intendere? Adero itaque absens ac sic et vos et illa
superabo".
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Después
de escuchar esas cosas de todos modos lo llevaron consigo, tal vez
deseosos de averiguar si podría cumplirlas.
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Quibus
auditis illi nihilo setius eum adduxerunt secum, id ipsum forte
explorare cupientes utrum posset efficere.
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Cuando
llegaron y se colocaron en los sitios que pudieron, todo el
anfiteatro hervía ya en salvajes deleites. Alipio, habiendo
cerrado las puertas de los ojos, prohibió a su alma asomarse a
tanta maldad. ¡Ojalá se hubiese tapado también los oídos!
Porque en un lance de la lucha fue tan grande y vehemente el
clamor de la muchedumbre, que, vencido por la curiosidad y
creyéndose preparado para despreciar y vencer lo que viera, fuese
lo que fuese, abrió los ojos y fue herido en el alma con una
herida más grave que la que recibió en el cuerpo aquél a quien
había deseado ver; y cayó más miserablemente que éste, cuya
caída había causado aquel griterío, que entrando por sus oídos,
abrió sus ojos para que más debilitada aquella alma, más audaz
que fuerte, fuese herida y derribada, y en vez de presumir de sí mismo,
confíe en Ti.
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Quod
ubi ventum est et sedibus quibus potuerunt locati sunt, fervebant
omnia immanissimis voluptatibus. Ille clausis foribus oculorum
interdixit animo, ne in tanta mala procederet. Atque utinam et
aures obturavisset! Nam quodam pugnae casu, cum clamor ingens
totius populi vehementer eum pulsasset, curiositate victus et
quasi paratus, quidquid illud esset, etiam visum contemnere et
vincere, aperuit oculos et percussus est graviore vulnere in anima
quam ille in corpore, quem cernere concupivit, ceciditque
miserabilius quam ille, quo cadente factus est clamor; qui per
eius aures intravit et reseravit eius lumina, ut esset, qua
feriretur et deiceretur audax adhuc potius quam fortis animus et
eo infirmior, quo de se praesumpserat, qui debuit de te.
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Pues
al ver aquella sangre, bebió con ella la crueldad y no la apartó
de sí, sino que fijó la mirada, y sin darse cuenta le invadió
un delirio furioso y se deleitaba con esa lucha criminal, y se
embriagaba con tan sanguinario placer.
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Ut
enim vidit illum sanguinem, immanitatem simul ebibit et non se
avertit, sed fixit aspectum et hauriebat furias et nesciebat et
delectabatur scelere certaminis et cruenta voluptate inebriabatur.
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Ya
no era el mismo que había venido, sino uno de la turba, con los
que se había mezclado, y verdadero compinche de los que le habían
llevado allí.
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Et
non erat iam ille, qui venerat, sed unus de turba, ad quam
venerat, et verus eorum socius, a quibus adductus erat.
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¿Qué más
[pasó]? Miró, gritó, se enfureció, desde entonces llevó
una locura que lo incitaba a volver no solo con aquéllos por
quienes fue arrastrado primero, sino incluso sin ellos y llevando
a otros.
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Quid
plura? Spectavit, clamavit, exarsit, abstulit inde secum insaniam,
qua stimularetur redire non tantum cum illis, a quibus prius
abstractus est, sed etiam prae illis et alios trahens.
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Sin embargo
también de ahí Tú lo sacaste con mano poderosísima y
misericordiosísima y le enseñaste a tener confianza no en sí
mismo sino en Ti, pero [eso pasó] mucho tiempo después.
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Et
inde tamen manu validissima et misericordissima eruisti eum tu et
docuisti non sui habere, sed tui fiduciam, sed longe postea.
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La penetrante agudeza psicológica de san Agustín nos lleva a pensar en lo vulnerable que es el espíritu humano ante la llamada de la violencia. Aunque en el caso de Alepio debemos decir que años más tarde también se convirtió al cristianismo y murió como obispo de Tagaste.
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