El
filósofo Séneca (Lucius Anneus Seneca) está entre los personajes
romanos más conocidos y controvertidos. Por un lado tenemos su
producción literaria como filósofo de la escuela estoica, con
vehementes llamados al cultivo de la razón y una vida frugal y
moderada. Pero por otro lado Séneca desarrolló una agitada carrera
política, que le condujo desde su Andalucía natal hasta la corte
imperial de Roma. Allí se ganó primero la envidia demencial de
Calígula y luego la antipatía del desconfiado Claudio.
El viento de la fortuna sopló a su favor cuando Agripina, mujer de Claudio, lo nombró tutor de su hijo, Nerón. Y cuando el joven Nerón con solo 17 años ocupó el trono (a. 54 d.C.), el poder de Séneca fue ilimitado y sus riquezas incalculables: fueron cinco años durante los cuales el mundo romano fue regido por un filósofo.
Su estrella comenzó a declinar a medida que surgía el verdadero carácter de Nerón, el cual se fue rodeando de personajes tan malignos como él, todos ellos envidiosos del poder y riquezas acumuladas por Séneca. Naturalmente era un blanco fácil de criticar un filósofo que predicaba la moderación y que había amasado unas riquezas fabulosas, aunque él conducía su vida privada con sobriedad.
En vano intentó apartarse de la corte imperial e incluso donar sus bienes al emperador: caído en desgracia, nada le libró de las calumnias de sus acérrimos enemigos políticos. El año 65 Nerón le condenó a muerte, pero él, conforme a la doctrina estoica, prefirió suicidarse cortándose las venas.
El viento de la fortuna sopló a su favor cuando Agripina, mujer de Claudio, lo nombró tutor de su hijo, Nerón. Y cuando el joven Nerón con solo 17 años ocupó el trono (a. 54 d.C.), el poder de Séneca fue ilimitado y sus riquezas incalculables: fueron cinco años durante los cuales el mundo romano fue regido por un filósofo.
Su estrella comenzó a declinar a medida que surgía el verdadero carácter de Nerón, el cual se fue rodeando de personajes tan malignos como él, todos ellos envidiosos del poder y riquezas acumuladas por Séneca. Naturalmente era un blanco fácil de criticar un filósofo que predicaba la moderación y que había amasado unas riquezas fabulosas, aunque él conducía su vida privada con sobriedad.
En vano intentó apartarse de la corte imperial e incluso donar sus bienes al emperador: caído en desgracia, nada le libró de las calumnias de sus acérrimos enemigos políticos. El año 65 Nerón le condenó a muerte, pero él, conforme a la doctrina estoica, prefirió suicidarse cortándose las venas.
Entre
sus numerosas obras destacan sus 12 Diálogos o tratados morales. El
décimo está dedicado a un tal Paulino y se titula Sobre la
brevedad de la vida, del cual extraigo un fragmento en el que
podemos apreciar su estilo conciso pero cargado de imágenes
impactantes.
Para
facilitar el análisis a los estudiosos de latín he separado el
pasaje en varios párrafos, que en el original forman un solo
párrafo.
Ad
Paulinum, De brevitate vitae, 8, 5
Nadie
recuperará [sus] años, nadie te devolverá de nuevo a ti mismo.
La vida seguirá tal como comenzó: ni volverá atrás ni se
detendrá. No
habrá tumulto, nada [nos] advertirá de su rapidez: se deslizará
silenciosa.
|
Nemo
restituet annos, nemo iterum te tibi reddet. Ibit, qua coepit
aetas: nec cursum suum aut revocabit aut supprimet. Nihil
tumultuabitur, nihil admonebit velocitatis suae: tacita labetur.
|
Ella
no se prolongará más por mandato de un rey ni por el aplauso del
pueblo. Transcurrirá
tal como se puso en marcha desde el primer día: no se desviará,
nunca se retrasará.
¿Qué
ocurrirá? Tú estás ocupado, la vida va a prisa: mientras tanto
se presentará la muerte, para la cual, quieras o no quieras, hay
que tener tiempo.
|
Non
illa se regis imperio, non favore populi longius proferet. Sicut
missa est a primo die, curret: nusquam devertetur, nusquam
remorabitur.
Quid
fiet? Tu occupatus es, vita festinat: mors interim aderit, cui,
velis nolis, vacandum est.
|
Esta
constatación de la muerte como destino inexorable del hombre no
conduce a nuestro filósofo ni a una visión frenética ni
melancólica de la vida: el sabio no busca vivir muchos años sino
vivir bien cada día que le regala la vida.
Pero aquél que destina todo el
tiempo a sus necesidades, que organiza cada día como [si fuese]
el último, ni anhela ni teme el mañana.
Pues ¿qué es lo que puedes sacar
ahora con una hora de nuevo placer? Todo está visto, todo ha sido
experimentado hasta la saciedad.
|
At ille qui nullum non tempus in
usus suos confert, qui omnem diem tamquam ultimum ordinat, nec
optat crastinum nec timet.
Quid enim est quod iam ulla hora
novae voluptatis possis adferre? Omnia nota, omnia ad satietatem
percepta sunt.
|
Del resto que la Fortuna disponga
como quiera: la vida ya está a salvo. A éste se le puede añadir
[algo], quitarle nada. Y añadir como al que ya está saciado y
lleno de un alimento, que ni desea ni le cabe.
|
De cetero fors fortuna, ut volet,
ordinet: vita iam in tuto est. Huic adici potest, detrahi nihil.
Et adici sic quemadmodum saturo iam ac pleno aliquid cibi, quod
nec desiderat et capit.
|
Por consiguiente no hay que pensar
que alguien ha vivido más por las canas y las arrugas: aquél no
vivió más, sino que estuvo más tiempo.
¿Pues acaso piensas que ha navegado
mucho aquél al que, [apenas] salido del puerto, una violenta
tempestad lo arrastró aquí y allá y por las vicisitudes de
furiosos vientos contrarios se movió en círculo en el mismo
espacio?
Aquél no navegó mucho, sino que fue muy zarandeado. |
Non est itaque
quod quemquam propter canos aut rugas putes diu vixisse: non ille
diu vixit, sed diu fuit.
Quid enim si
illum multum putes navigasse, quem saeva tempestas a portu
exceptum huc et illuc tulit ac vicibus ventorum ex diverso
furentium per eadem spatia in orbem egit ?
Non
ille multum navigavit, sed multum iactatus est.
|
Doble busto (herma) de mármol (s. III), que representa a Séneca y a Sócrates. Perteneció a la Antikensammlung Berlin. Actualmente en el Pergamonmuseum, Berlín. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario