El lunes pasado tuve
ocasión de ver la película “El médico” (Philipp Stötzl,
Alemania, 2013), que está inspirada en la novela de Noah Gordon, The
Physician (1986), y que en su momento fue gran éxito de ventas,
especialmente en España y Alemania. Si alguien no ha leído el libro
ni visto la película, en resumen narra una historia ambientada en el
s. XI: el inglés Rob Cole, que desde niño posee el don de presentir
la muerte de una persona, tras aprender los rudimentarios
conocimientos médicos que le transmite un barbero, decide viajar a
Persia para aprender en la escuela de Avicena (†
1037), el sabio más brillante de aquella época. Rob Cole logra
convertirse en el mejor estudiante de medicina, a la vez que
encuentra el amor de su vida. Tras la muerte del sha de Persia, que
lo protegía, Rob Cole vuelve a Occidente a compartir lo que ha
aprendido.
No voy a valorar la
película ni su relación con la novela (un tema más adecuado para
los blogs de cine y literatura), pero no puedo evitar apuntar que en
la película se dice que la madre de Rob muere a causa de “la
enfermedad del costado” (en la novela muere al dar a luz), y más
adelante dan a entender que se trata de apendicitis, enfermedad que
Rob puede estudiar en un cadáver, y luego incluso, casi al final del
film, operar exitosamente al sha que padece el mismo mal (nada de
esto aparece en la novela).
Parece inevitable que
novelas y películas del llamado género “histórico” estén
llenas de atropellos a la Historia, y los que somos aficionados (me
incluyo) constantemente tenemos que hacer la vista gorda, y pensar
“es una película”, “el pobre guionista de Hollywood qué
sabía”, “sigámosle la corriente”. Pero sin duda a veces los
errores (y horrores) históricos son tan patentes como gratuitos (por
el puro gusto de insultar la inteligencia del lector-espectador).
En el caso de esta
película, hemos de saber que el “mal del costado” (dolor
lateris) era uno de los nombre que se daba en la Antigüedad y la
Edad Media a la pleuritis (pleurisis). De hecho el término
griego “pleurá” significa “costado”. Era una de las tantas
enfermedades cuyos síntomas la medicina antigua sabía describir,
aunque no conocía su origen ni conocía un tratamiento eficaz. Una
víctima célebre de esta enfermedad fue el emperador Carlomagno:
Einhardus, Vita
Karoli, 30 (MGH, SS, t. 2, p. 459)
Y mientras pasaba ahí el invierno, en el mes de
enero cayó en cama, devorado por una fuerte fiebre. De inmediato,
ya que la fiebre no cesaba, él se impuso una abstinencia de
alimentos, creyendo que con esta moderación podía vencer o al
menos mitigar el mal.
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Cumque ibi hyemaret, mense ianuario, febre ualida
correptus, decubuit. Qui statim, ut in febribus solebat, cibi sibi
abstinentiam indixit, arbitratus hac continentia morbum posse
depelli uel certe mitigari.
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Pero atizando a la fiebre el mal del costado,
que los griegos llaman “pleuresía”, y ya que mantenía
todavía la abstinencia, y sustentaba el cuerpo solo con alguna
bebida, murió, tras recibir la sagrada comunión, al séptimo día
después de que cayó en cama.
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Sed accedente ad febrem lateris dolore, quem
graeci “pleuresin” dicunt, illoque adhuc inediam
retinente, neque corpus aliter quam rarissimo potu sustentante,
septimo postquam decubuit die, sacra communione percepta,
decessit.
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El colmo es que de un
manotazo Rob descubre el apéndice y realiza una apendicectomía.
Sepamos que la primera descripción científica del apéndice fue
hecha por Berengarius Carpus en 1522, pero no hubo una visión clara
de su nombre, posición y función hasta el s. XVIII, tras el trabajo
de decenas de médicos. Las primeras intervenciones para extirpar el
apéndice fueron obra de Claude Amyand (1735) y Mestivier (1759),
aunque no fue hasta la contribución (1883) de Reginald Fitz cuando
la apendicitis fue científicamente descrita y distinguida de otras
enfermedades intestinales. Y correspondió a Thomas Morton realizar
la primera exitosa extirpación del apéndice como tratamiento ante
una apendicitis (1887).
Mujer aquejada de pleuresía.
John Arderne, “De arte
phisicali de cirurgia”, Ms X 188 (s. XV), p. 4, en la National Library of
Sweden.
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Para saborear algo de
auténtica medicina medieval podemos hojear los textos de la primera
institución occidental creada para la enseñanza y el ejercicio de
la medicina, conocida como Escuela Médica Salernitana, que es
probable que tuviese sus orígenes entre los monjes benedictinos. Ya
en el siglo XI tenía altos exponentes como Garioponto (†
c. 1056), autor de un Passionarius (manual de enfermedades),
el erudito arzobispo Alfano († 1085),
autor de un tratado sobre el pulso, y a la médico Trota, autora de
obras sobre ginecología y cosmética. Con la llegada de Constantino
el Africano († c. 1087) y sus numerosas
traducciones de obras médicas clásicas griegas y recientes de
árabes y judíos, la Escuela Salernitana alcanzó su máximo apogeo,
y con razón Salerno fue llamada Hippocratica Ciuitas.
Una de las obras médicas
más populares durante la Edad Media fue el llamado “Regimen
Sanitatis Salernitanum” (o también Flos Medicinae Scholae
Salerni). Precisamente por su popularidad esta obra fue en unos
casos abreviada, en otros ampliada, de modo que todavía hoy no
existe pleno consenso, entre tantas distintas versiones, sobre cuál
fue el texto original que compuso un anónimo médico-poeta (durante
mucho tiempo falsamente atribuido al valenciano Arnau de Vilanova)
que sintetizó magistralmente las normas del “vivir bien - vivir
sano” de la Escuela Salernitana.
Flos medicinae scholae
Salerni, editado por S. De Renzi, Nápoles 1859, p. 1
Toda la escuela de Salerno escribe al rey de los
ingleses:
si quieres mantenerte incólume, si quieres vivir
sano,
deja las preocupaciones, considera indigno
enojarte,
abstente del vino, cena poco, no consideres
inútil
alzarse tras un banquete, huye de la siesta
meridiana,
no retengas la orina ni reprimas con fuerza el
ano.
Si cumples bien estas cosas, vivirás muchos
años.
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Anglorum regi scribit schola tota Salerni:
si uis incolumem, si uis te uiuere sanum,
curas linque graues, irasci crede profanum,
parce mero, coenato parum, non sit tibi uanum
surgere post epulas, somnum fuge meridianum,
ne mictum retine, ne comprime fortiter anum.
Haec bene si serues, tu longo tempore uiues.
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Si te hacen falta médicos, que te hagan de
médicos
estos tres: el optimismo, el sosiego, una dieta
moderada.
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Si tibi deficiant medici, medici tibi fiant
haec tria: mens laeta, requies, moderata diaeta.
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Mujer frente al espejo. John Arderne, “De arte
phisicali de cirurgia”, Ms X 188 (s. XV), p. 1, en la National Library of
Sweden.
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Otra voz notable fue la
médico Trota, de la cual por desgracia no conocemos sus datos
biográficos, salvo que brilló en el s. XI entre sus colegas de
Salerno y que escribió algunas obras médicas que hacen énfasis en
aspectos ginecológicos y cosméticos. Uno de los manuscritos más
valiosos de esta autora se halla en la Universidad Complutense de
Madrid. He aquí algunos de sus consejos:
Practica secundum Trotam, BH Ms 119, f.
141r
Para dar color al rostro de las mujeres.
Que coja una raíz de viticela y la deje secar en trozos
pequeñísimos. Luego que lo pulverice y lo disuelva con agua
fría, y se lo aplique al rostro con un algodón o un paño suave
de lino, cuando va a dormir. Por la mañana, al levantarse,
lavarse el rostro con agua y estará rubicunda por 3 días.
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Ad colorandas facies mulierum. Accipiat
radicem uiticellae et per subtilissimos merellos seccentur.
Et deinde faciant puluerem et illum cum aqua frigida
distemperatum, cum cotono uel cum subtili panno lineo, quando ibit
dormitum, faciei superponat. In mane uero, cum surrexerit, cum
aqua faciem lauet, et erit rubicunda per III dies.
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Practica secundum Trotam, BH Ms 119, f.
143v
Para quitar los pelos de cualquier zona que
quieras. Coge cal viva tamizada y ponla en agua hirviendo.
Déjala hervir bien, moviéndola con frecuencia. Después agrega
oropimente bien triturado con la cal en el agua hirviendo, agrega
un poco de aceite, y remueve bien todo junto. Después para
probarlo, mete ahí una pluma: si el preparado está en su punto,
verás caer todos los pelos de la pluma. Esto se llama
depilatorio.
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Ad auferendos pilos de quocunque uolueris
loco. Accipe calcem
uiuam cribatam et in aquam feruentem mitte. Et eam assidue mouendo
bene coquere dimitte. Postea auripigmentum bene tritum cum calce
in aqua bullienti pone, et parum de oleo admisce, et bene omnia
simul moue. Deinde ad illius probationem pennam plumatam ibi
inunge, quod si coctum et bonum fuerit, de penna totam plumam
decidere uidebis. Istud uocatur silotrum.
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Otro depilatorio menos agresivo y no tan
urticante. Toma tres partes de colofonia y una de cera, ponlas
en una olla de barro y déjalo hervir bien. Ponlo tibio sobre las
zonas peludas.
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Aliud silotrum leuioris uirtutis et non adeo
uritiuum. Accipe III partes colophoniae et I cerae, et in
testa remitte, et bene bullire dimitte. Et tepidum super loca
pilosa pone.
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Glosario:
Viticela (clematis viticella): es un
arbusto nativo de Europa, de flores azules, violetas o rosadas.
Oropimente: es un mineral
compuesto de arsénico y azufre, que se encuentra en zonas
volcánicas.
Colofonía: resina que brota de los
pinos.
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