El himno "Ut queant
laxis" en honor a san Juan Bautista, es otro himno medieval que
ha mantenido cierta "popularidad" a través de los siglos.
Esto se debe que su texto fue utilizado por el monje benedictino
Guido de Arezzo para nombrar las notas musicales, que con pequeñas modificaciones se
conserva hasta el día de hoy.
Respecto al autor del
poema la tradición siempre lo ha atribuido al historiador y poeta
Pablo el Diácono († 799
aprox.). Nacido en una noble familia del reino de Lombardía, le tocó
ver el final de ese reino bajo el empuje de Carlomagno. Quizás
movido por las circunstancias, ingresó en el monasterio de
Montecassino, donde inició su actividad literaria. Ahí atrajo la
mirada de Carlomagno y en 782 lo hallamos en su corte, siendo uno de
los impulsores del "renacimiento carolingio". Su obra más
notable es su "Historia gentis langobardorum" y
también se conservan varias cartas, homilías y una colección de
poemas.
Guillermo Durando (†
1296), en su Rationale divinorum officiorum, nos relata una
anécdota que revela la circunstancia que inspira la creación del
himno (tenga en cuenta el lector poco familiarizado con la liturgia
católica que en la Vigilia de Pascua el diácono suele cantar una
larga y complicada pieza musical):
El historiador Pablo, diácono de la iglesia de
Roma, monje de Cassino, cierto día cuando iba a consagrar el
cirio pascual le vino ronquera a la garganta, aunque antes tenía la voz clara; entonces para recuperar la voz, compuso en honor de san
Juan el himno "Ut queant laxis", en cuyo inicio pide
recuperar la voz, la cual obtuvo así como a Zacarías le fue
restablecida por mérito de san Juan.
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Paulus historiographus, romane ecclesie dyaconus, cassinensis monachus, quadam die cum vellet paschalem cereum
consecrare rauce facte sunt fauces eius, cum prius vocales essent;
vt ergo vox sibi restitueretur, composuit in honorem beati
Iohannis himnum "Vt queant laxis", in cuius principio
petit vocis restitucionem, quam obtinuit sicut et merito sancti
Iohannis restaurata est Zacharie.
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Guillermo
Durando, Rationale divinorum officiorum, lib. 7, 14, fol. 145
v (incunable, Mainz 1459).
A pesar de esta simpática anécdota
los eruditos alemanes se han mostrado reticentes a atribuir este
himno a Pablo el Diácono y de hecho la edición critica de Karl Neff
(Die Gedichte des Paulus Diaconus, München 1908) no incluye
el himno "Ut queant laxis".
Sea quien sea el autor,
este himno ya se encuentra en manuscritos del s. X, y poco después
se introdujo en la Liturgia de las Horas para la fiesta del
nacimiento de san Juan Bautista (24 de junio).
El otro personaje de esta historia es Guido de Arezzo (†
1033?). Este fue un monje benedictino que quiso mejorar las técnicas de
escritura y enseñanza del canto litúrgico. Esto le atrajo tantas
enemistades que tuvo que dejar su monasterio de Pomposa (Ferrara, en
Italia) y trasladarse al monasterio de Arezzo. Ahí perfeccionó su
sistema de notación musical y su nueva técnica de enseñanza
musical. Recién entonces pudo saborear el éxito y su obra
Micrologus: De disciplina artis musicae alcanzó gran
popularidad. El papa Juan XIX (†
1033) se interesó en su escritura musical y se quedó fascinado de
poder descifrar el canto sin ayuda de un maestro. Antes de Guido solo
se usaban dos líneas como punto de referencia (Do y Fa). Él
introdujo otras dos líneas (La y Mi) formando el tetragrama, con lo
cual se cubría las necesidades para el canto gregoriano.
Guido se valió del himno "Ut queant laxis" como método mnemotécnico para que los estudiantes de música recordasen el sonido de las 6 notas musicales entonces en uso, pues la melodía de ese himno iban subiendo desde la nota Do hasta el La (véase las sílabas en rojo del himno). Además de ese modo quedaron fijados los nombres de las notas musicales usadas en solfeo; antes solo existía el sistema de letras (de la A a la G). Es probable que aquella melodía fue creada ad hoc por el mismo Guido.
Guido se valió del himno "Ut queant laxis" como método mnemotécnico para que los estudiantes de música recordasen el sonido de las 6 notas musicales entonces en uso, pues la melodía de ese himno iban subiendo desde la nota Do hasta el La (véase las sílabas en rojo del himno). Además de ese modo quedaron fijados los nombres de las notas musicales usadas en solfeo; antes solo existía el sistema de letras (de la A a la G). Es probable que aquella melodía fue creada ad hoc por el mismo Guido.
Posteriormente el
desarrollo de la música añadió la nota Si, que fue creada a partir
del último verso de la primera estrofa, y más tarde (en el s. XVII) se cambió el
"Ut" por "Do", que es más cantable.
Guido de Arezzo y el obispo Teodaldus Cod. 51 (s. XII), fol. 35 v, en la Österreichische Nationalbibliothek, en Viena (imagen tomada de Bildarchiv Austria). |
En la actual edición
latina de la Liturgia de las Horas todavía se conserva este himno
(en la edición castellana ha sido sustituido por otro himno de
dudoso valor literario), aunque dividido en partes: las primeras 4
estrofas en las I y II Vísperas, otras 4 en el Oficio de Lectura y
en Laudes, y con pequeñas modificaciones (por ejemplo en lugar de
celso Olympo pone caelo supremo).
El himno original
contiene 14 estrofas, aquí os presento cinco que se usan en las
Vísperas de la Liturgia de las Horas (corresponden a las estrofas
1-4 y 13 del original). Ya que opino que un poema siempre debe ser
leído en su lengua original, en mi traducción solo atiendo al
sentido del texto y no me propongo formar versos.
Versus in laudem sancti
Iohannis Baptistae, Poetae latini aevi carolini, editado por Ernst
Dümmler, tomo I, p. 83, MGH (Poetae I).
Ut
queant laxis
mira
gestorum
solve polluti
|
resonare
fibris
famuli
tuorum,
labii reatum, |
Para que tus siervos puedan cantar con el pecho henchido las maravillas de tus gestas, absuelve la culpa del labio impuro, |
Sancte
Ioannes!
|
¡oh san Juan! | |
Nuntius celso
te patri magnum nomen et vitae |
veniens Olympo fore nasciturum, seriem gerendae |
Un mensajero que viene del excelso Olimpo revela a tu padre en orden que tú, próximo a nacer, serías grande, |
ordine promit. |
tu nombre y el curso de tu vida. | |
Ille promissi
perdidit promptae sed reformasti |
dubius superni modulos loquelae; genitus peremptae |
Aquel, incrédulo de la promesa divina, de pronto perdió el sonido del habla; pero una vez naciste le devolviste |
organa vocis. |
el órgano de la voz perdida. | |
Ventris abstruso
senseras Regem hinc parens nati |
positus cubili thalamo manentem: meritis uterque |
Estando en el secreto nido del vientre sentiste al Rey que estaba en el tálamo: así por los méritos del nacido a ambas madres |
abdita pandit. |
se revela lo oculto. | |
Laudibus cives
te, Deus Simplex supplices ac nos |
celebrant superni pariterque Trine; veniam precamur: |
Con loas te celebran los habitantes celestiales Dios Uno y a la vez Trino; y nosotros suplicantes pedimos perdón: |
parce redemptis! | ¡apiádate de los redimidos! |
El autor da por supuesto
que el lector conoce la historia de Juan el Bautista, por lo cual le
lector moderno necesita algunas anotaciones, también para aclarar el
texto latino:
En la primera estrofa: fibris
indica "las entrañas"; en castellano también usamos
expresiones como "las fibras del corazón". Por el contexto
en este caso se refiere a los pulmones, el pecho, el corazón, por lo
tanto laxis fibris también podría traducirse como "a
todo pulmón", "con todo el corazón", etc. Nótese
también la oposición entre el interior (fibris) y el exterior
(labii) pero que paradójicamente refieran a sus contrarios, pues el
interior es material y el exterior es lo espiritual.
En el segundo verso se hace alusión al
evangelio de Lucas (Lc 1, 8 - 17): un ángel se aparece al sacerdote
Zacarías y le anuncia que, a pesar de ser anciano él y su mujer,
tendrán un hijo que han de llamar Juan, que se consagrará al Señor
y que predicará la conversión.
En la tercera estrofa se hace alusión
a Lc 1, 18 - 20: Zacarías se muestra incrédulo y el ángel le priva
del habla hasta que se cumpla lo anunciado. Cuando circuncidan al
niño y le imponen el nombre, Zacarías recupera el habla y bendice a
Dios (Lc 1, 59 - 64).
La cuarta estrofa se refiere a la
llamada "visitación" de la virgen María a su prima
Isabel: ambas mujeres están embarazadas, una de Jesús y la otra de
Juan. Según el evangelio de Lucas, al entrar María a casa de Isabel
y saludarle, el niño que llevaba en el vientre (Juan) saltó de
alegría y ambas mujeres se llenaron del Espíritu Santo y hablaron
proféticamente (Lc 1, 39 - 55).
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