martes, 26 de agosto de 2014

Anécdotas de Augusto, emperador e intelectual

El pasado 19 de agosto se cumplieron 2000 años de la muerte del emperador Augusto († 14 d. C.). Al nacer (63 a. C.) recibió el nombre de Gayo Octavio, como su padre. Cuando fue adoptado (45 a. C.) por su tío, el dictador Julio César, pasó a llamarse Gayo Julio César Octaviano. Y finalmente cuando se convirtió en el primer emperador de Roma (27 a. C.) fue oficialmente llamado César Augusto.
Desde siempre ha sido justamente alabada su figura como estadista, legislador y mecenas del arte, que tomó de la mano la vetusta república oligárquica de Roma, dividida por incesantes guerras civiles, y la convirtió en un pujante Principado, que supo organizar todas las fuerzas heterogéneas que formaban el colosal imperio y forjar las bases jurídicas, administrativas e ideológicas de la unidad del Imperio.
En las últimas décadas novelas y series de televisión también han divulgado y puesto en primer plano su faceta como astuto político, que siendo solo un joven, supo navegar en las turbulentas aguas de la política romana, sabiendo escoger con oportunidad los tiempos para unirse o apartarse de los distintos bandos, aparecer o desaparecer del primer plano, hasta finalmente quedar como el único e indiscutible dueño de Roma.
Menos se ha hablado sobre su faceta como escritor, en gran medida con razón, pues prácticamente todas sus obras se han perdido o solo nos han llegado escasos fragmentos.
Aunque perdidos, sabemos con total certeza que escribió un Rescripta Bruto de Catone, que fue una respuesta al panegírico que había escrito Bruto el Joven († 42 a. C.) en alabanza de Catón de Útica († 46 a. C.), que era el icono de una facción de la aristocracia. También escribió unas Hortationes ad Philosophiam (Exhortaciones a filosofar); unas memorias conocidas como Commentarii de Vita Sua, que abarcaban hasta el final de la guerra cantábrica (24 d. C.); terminó una obra sobre geografía italiana que había proyectado M. Vipsanio Agripa, el notable general, arquitecto de acueductos y geógrafo, y que tituló Descriptio Italiae; escribió una Vita (Biografía) de su estimado hijastro Druso el Mayor, muerto prematuramente el a. 9 a. C. También incursionó en la poesía con un poema titulado Sicilia y un libro de epigramas (del que solo han llegados unas líneas). Incluso empezó a escribir una tragedia sobre el mitológico héroe griego Ajax, pero disgustado por el resultado, la destruyó. Solo han llegado hasta nosotros algunas epístolas y su Index Rerum a Se Gestarum, que escribió poco antes de morir, y que contiene un apretado resumen de toda su actividad. Por el carácter y la brevedad de la obra fue esculpida en numerosos monumentos y gracias a eso ha llegado hasta nosotros como ejemplo de su estilo ágil y conciso.

Representación del joven Augusto como sumo pontífice. En el Museo Nazionale Romano. Foto de Wikipedia.

La agudeza de su inteligencia y su personalidad también ha quedado reflejado en pequeñas anécdotas de la vida diaria, que felizmente para nosotros fueron conservadas por varios escritores romanos. A continuación veamos algunas, tomadas principalmente de Macrobio.


Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 2
Él había escrito una tragedia sobre Ajax y la había destruido porque le desagradaba. Después Lucio Vario, escritor de tragedias, le preguntó qué fue de su Ajax, y él le dijo: “Cayó bajo la esponja”.
Aiacem tragoediam scripserat, eandemque, quod sibi displicuisset, deleuerat. Postea Lucius Varius, tragoediarum scriptor, interrogabat eum, quid ageret Aiax suus, et ille: “In spongiam -inquit- incubuit”.
Nótese que en latín “spongia” significa esponja (que se usaba como una mota para borrar lo escrito) y también la cota de malla de los guerreros. Por lo tanto la frase indica que “cayó bajo la esponja” es decir que la obra fue borrada; pero al mismo tiempo puede significar: “yace en su cota de malla”, evocando que Ajax enloqueció y luego se suicidó a causa de la disputa por la armadura de Aquiles.


Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 3
El mismo Augusto, ya que uno tembloroso le daba una solicitud, y ora la tendía, ora la retiraba, le dijo: “¿Piensas que estás dando un as a un elefante?”.
Idem Augustus, cum ei quidam libellum trepidus offerret, et modo proferret, modo retraheret, “Putas -inquit- te assem elephanto dare?”.
El hombre que tembloroso ante la presencia del poderoso Augusto no sabe si hace bien entregando su solicitud o es un atrevimiento que le puede costar caro, es bien representado con la figura del que quiere colocar un as (la moneda más pequeña, como un céntimo) en la trompa de un inmenso y temible elefante (pensemos que el elefante era usado como arma de guerra y estaban lejos de verlos como hoy vemos a los apáticos elefantes de circo o zoológico).

Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 6.
Su afabilidad se mostró con Herenio, un joven entregado a los vicios, al cual, ya que le ordenó abandonar el campamento y él suplicante dijese este lamento: “¿Cómo volveré a mi patria? ¿Qué diré a mi padre?, le respondió: “Dile que yo no te caía bien”.
Urbanitas eiusdem innotuit circa Herennium, deditum uitiis iuuenem, quem, cum castris excedere iussisset et ille suplex hac deprecatione uteretur: “Quomodo ad patrias sedes reuertar? Quid patri meo dicam?”, respondit: “Dic me tibi displicuisse”.


Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 8
A Galba, cuyo cuerpo estaba deforme por una joroba, que defendía una causa en su presencia y frecuentemente decía: “Corrígeme, si algo desapruebas”, le respondió: “Yo puedo aconsejarte, no puedo enderezarte”.
Galbae, cuius informe gibbo erat corpus, agenti apud se causam, et frequenter dicenti: “Corrige in me, si quid reprehendis”, respondit: “Ego te monere possum, corrigere non possum”.
En latín “corrigere”, como "corregir" en castellano, significa enmendar un error (a lo que se refiere Galba), pero también enderezar o remediar un defecto físico (a lo que se refiere Augusto).


Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 11.
Habiendo oído que entre los niños menores de dos años que en Siria Herodes, rey de los judíos, ordenó matar, también había matado a su propio hijo, dijo: “Mejor es ser un puerco de Herodes que un hijo de Herodes”.
Cum audisset inter pueros quos in Syria Herodes, rex Iudaeorum, intra bimatum iussit interfici, filium quoque eius occisum, ait: “Melius est Herodis porcum esse quam filium”.
La autenticidad de esta anécdota ha levantado suspicacias entre los estudiosos; primero por la alusión al episodio del evangelio de Mt 2: 16 (la matanza de los inocentes); y segundo por el hecho que la ejecución de los hijos de Herodes el Grande ( 4 a. C.), Alejandro, Aristóbulo y Antípatro contaron con la aprobación del mismo Augusto. A pesar de todo no es inverosímil que Augusto (que solo formalmente dio el consentimiento, y no tuvo nada que ver en el juicio) lanzase esta censura contra el sanguinario rey. La frase hace referencia a la costumbre judía de no comer carne de cerdo, por lo tanto un cerdo estaba más a salvo en la corte de Herodes que los propios hijos del rey.



Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 12.
Fue llevado por uno a una cena bastante parca y casi cotidiana, pues él casi no se negaba a nadie que le invitaba. Así pues tras la cena, yéndose vacío y sin ningún festejo, mientras se despedía solo le susurró esto: “No sabía que yo te era tan familiar”.
Exceptus est a quodam cena satis parca et quasi quotidiana, nam paene nulli se inuitanti negabat. Post epulum igitur, inops ac sine ullo apparatu discedens, uale dicenti, hoc tantum insusurrauit: “Non putabam me tibi tam familiarem”.

Macrobius, Saturnales, lib. II, cap. 4: 29
Al volver glorioso de la victoria de Accio, entre los que le felicitaban se acercó uno que tenía un cuervo al que le había enseñado a decir: “¡Ave César, victorioso comandante!”. El César admirado compró el ave por 20 mil monedas.
Sublimis Actiaca uictoria reuertebatur, occurrit ei inter gratulantes coruum tenens, quem instituerat haec dicere: “Aue Caesar, uictor imperator!”. Miratus Caesar officiosam auem uiginti milibus nummum emit.
Un socio del comerciante, al que no le había tocado nada de esa generosidad, aseguró al César que aquel también tenía otro cuervo, y le rogó que le obligase a traerlo. Traído, dijo las palabras que había aprendido: “¡Ave Antonio, victorioso comandante!”. Para nada enfadado, consideró suficiente ordenar que aquel dividiese el dinero con su camarada.
Socius opificis, ad quem nihil ex illa liberalitate peruenerat, affirmauit Caesari habere illum et alium coruum, quem ut afferre cogeretur rogauit. Allatus, uerba quae didicerat expressit: “Aue uictor imperator Antoni!”. Nihil exasperatus, satis duxit iubere illum diuidere donatiuum cum contubernali.
Saludado de igual modo por un loro africano, ordenó comprarlo. Admirado igualmente por una urraca, también la adquirió.
Salutatus similiter a psittaco, emi eum iussit. Idem miratus in pica, hanc quoque redemit.
Estos casos incitaron a un pobre zapatero para enseñar a un cuervo un saludo similar. El cual, agotado por el esfuerzo, muchas veces solía decir al ave que no respondía: “¡Trabajo y dinero perdidos!”.
Exemplum sutorem pauperem sollicitauit ut coruum institueret ad parem salutationem. Qui, impendio exhaustus, saepe ad auem non respondentem dicere solebat: “Opera et impensa periit!”.
Pero cierto día el cuervo empezó a decir el saludo enseñado. Al escucharlo, mientras pasaba, Augusto respondió: “Bastantes de esos aduladores tengo en casa”. Quedaba en la memoria del cuervo aquellas palabras que solía oír a su dueño, y agregó: “¡Trabajo y dinero perdidos!”. Ante eso el César sonrió y ordenó pagar por el ave lo que hasta ahora no había pagado por ninguna de ellas.
Aliquando tamen coruus coepit dicere dictatam salutationem. Hac audita, dum transit, Augustus respondit: “Satis domi salutatorum talium habeo”. Superfuit coruo memoria ut et illa, quibus dominum querentem solebat audire, subtexeret: “Opera et impensa periit!”. Ad quos Caesar risit emique auem iussit quanti nullam adhuc emerat.
La batalla naval de Accio (31 a. C.) entre Marco Antonio y Vepsanio Agripa (general de Augusto) fue el golpe definitivo que desequilibró la balanza a favor de Augusto. El astuto entrenador de pájaros había preparado uno en caso de triunfo de Marco Antonio y otro en caso que la victoria fuese para Augusto. Su plan pudo tener un final trágico cuando su envidioso socio lo denunció, pero para Augusto fue ocasión de mostrar que no era un sátrapa oriental sino un hombre magnánimo.
Gema del s. I que representa a Augusto entre los dioses y abajo una alegoría del triunfo de Roma. En el Kunsthistoriche Museum de Viena. De Wikipedia. Foto de A. Praefcke.



Quintiliano, Institutiones Oratorias, lib. 6, cap. 3, n. 79
Augusto, a los tarragonenses que le anunciaban que en su altar había brotado una palma, les dice: “Parece que la encendéis a menudo”.
Augustus, nuntiantibus tarraconensibus palmam in ara eius enatam: “Apparet -inquit- quam saepe accendatis”.
Hispania y las Galias estuvieron entre los primeros lugares donde se empezó a implantar el culto al genio del emperador, estando atestiguado también por Quintiliano la existencia en Tarragona de un altar dedicado a Augusto, cuando este todavía vivía. Era visto como un signo de buena fortuna que hubiese brotado una palma junto al altar, y ese hecho sería un buen argumento para los aduladores delegados de Tarragona; sin embargo Augusto frivoliza el asunto anotando con ironía que simplemente puede ser señal de la poca frecuencia o poca monta de los sacrificios que ahí se realizaban. Nótese que dice "encender" porque los sacrificios se quemaban sobre el altar.