Una mujer sumamente inteligente, disfrazándose de hombre, logra infiltrarse en la jerarquía católica y alcanzar la tiara pontificia, pero en el ápice de su gloria ocurre un hecho inesperado: durante una procesión la heroína da a luz un niño ante el estupor de todos y muere. Solo el trabajo colectivo de la fantasía popular fue capaz de crear esta versión medieval y femenina de Ícaro que desafía con ingenio los límites celestiales infranqueables, pero que en el mismo momento en que parece haber triunfado, de improviso lo natural y lo sobrenatural se conjugan para hacer fracasar tal osadía.
El lector moderno encontrará sobre este argumento muchos artículos, pero por desgracia casi ninguno (por no decir abiertamente ninguno) se detiene con seriedad sobre los pilares en los que se funda este relato, es decir los textos latinos más antiguos que lo transmiten. La atenta lectura y comparación de los testimonios más antiguos arrojará una luz más clara.
Antes hay que declarar que debe descartarse la presencia de esta leyenda en el Chronicon del monje irlandés Marianus Scotus († 1082), en la Chronica del monje benedictino Sigebert de Gembloux († 1112), en el Liber pontificalis del bibliotecario francés Petrus Guillermus († c. 1142), en la Chronica del obispo alemán Otón de Freising († 1158), en la Chronica del benedictino Richardus Pictaviensis († 1173), en el Pantheon del capellán imperial Gotifredus de Viterbo († c. 1198), y en los Otia imperialia del erudito Gervasio de Tilbury († c. 1235). Me ha parecido oportuno citar nominalmente estos autores, porque todavía en muchísimos artículos se les sigue citando como fuentes de la leyenda de la papisa, a pesar que desde el s. XIX se sabe con absoluta certeza que la leyenda fue agregada en esas obras por otras manos posteriores entre el s. XIV-XVI.
Los textos genuinos más antiguos que recogen esta leyenda por escrito y que han llegado hasta nosotros son de la segunda mitad del s. XIII. El orden en que los cito no prejuzga ninguna relación de dependencia.
A) La primera edición (a. 1250) de la Chronica universalis mettensis verosímilmente fue escrita por el dominico Jean de Mailly († c. 1260), y en el manuscrito más antiguo la leyenda no aparece en el cuerpo del texto sino al pie de la página que se ocupa de los papas y emperadores de finales del s. XI. Esta nota fue escrita por una mano distinta a la que escribió el cuerpo, y es difícil saber si fue hecha con aprobación del autor o posterior a su muerte, pero en cualquier caso fue añadida poco antes o después de la muerte del autor. Sea quien sea quien la añade, no lo agrega como un hecho cierto sino que está por verificar.
B) El Tractatus de diversis materiis praedicabilis del dominico francés Etienne de Bourbon († 1261), una obra que no es histórica sino una recopilación de historias edificantes para usar en la predicación al pueblo, también incluye esta leyenda. El autor no específica cuál es su fuente, pero muchos estudiosos afirman (quizás demasiado a prisa) que lo copió de la Chronica universale mettensis, apoyados en las semejanzas de ambos textos.
C) La primera edición de la Chronica minor auctore minorita erphordiensi fue escrita por un anónimo fraile franciscano de Erfurt (Turingia), el cual escribió hasta el a. 1265.
D) Dos textos no escritos en latín. La historia versificada Weltchronik del poeta vienés Jansen Enikel († c. 1290) también pertenece a esta grupo de textos primarios de la leyenda, pero no lo incluyo porque al estar escrito en alemán medieval sale de nuestro campo. De todos modos es un texto que no ofrece ningún dato, pues se limita en sus versos a mostrar la paradoja de una mujer (sin dar su nombre) que llega a ser papa. La papisa junto con Silvestre II, que el autor considera siervo del diablo, son puestos como ejemplo de papas indignos. El texto puede verse en: Jansen Enikel, Weltchronik, V, 22285 – 22320, en MGH, Dt. Chron., t. 3, p. 434.
Comparación entre los textos
Las semejanzas entre los relatos A) y B) son evidentes, y a partir de esto se ha afirmado que la Chronica universalis es la primera y única fuente escrita que canalizó la leyenda, y por tanto todos los demás escritos serían reflejo o deformación de ella.
Sin embargo la comparación de A) y B) muestra que hay diferencias que no se pueden explicar con esa hipótesis.
Es notable que en A) faltan dos elementos claves de la leyenda: que ella había estudiado y que era extranjera, pues ese vuelo previo a su llegada a Roma es esencial para construir la figura de la heroína y entender su triunfo y glorificación. Es evidente que estos dos elementos Etienne no los pudo tomar de A), y es demasiado suponer que él mismo, al compilar su voluminosa recolección de anécdotas (más de 600 folios), en un rapto genial trazó dos líneas básicas de la leyenda.
Más sencillo y verosímil es pensar que Etienne está copiando, pero no la Chronica universalis, sino otro texto muy similar, una fuente escrita más antigua de la leyenda.
La tercera diferencia parece que confirma esta nueva hipótesis, pues ahí se nota claramente que es Etienne que resume o copia mejor la fuente. Es más lógico el relato que dice que fue llevada a media legua de distancia de la ciudad para ser apedreada ahí, y no que fue apedreada a lo largo de media legua. (Pero hay que notar que en B la frase “cum ascenderet” ha omitido por descuido “equum”, que le da pleno sentido. Es el único pasaje en que A se muestra superior a B).
En este momento incluso podemos pensar que A) copió a B), y no al revés. Sin embargo la cuarta diferencia quizás nos lleve más allá. Ambos epitafios son muy diferentes. El epitafio de A es una cruel burla contra el pontificado, que parece fuera de lugar en un epitafio. En cambio el epitafio de B es más coherente con el tenor del relato: es una piadosa y avergonzada súplica a Dios. Aquí también la jerarquía queda mal parada, pero a nadie le importa aquí las consecuencias teológicas, sino que la atención sigue en la heroína. Ella sigue siendo la protagonista. Es el remate final de su epopeya: ya ha pagado caro su osadía, pero su sombra alargada sigue estremeciendo a la jerarquía. Esta conclusión además sirve para explicar que el hecho no se haya difundido por los canales oficiales. Así mientras más se niegue, más firmemente se arraigará la leyenda en la mente de todos.
El epitafio de A), muy similar al de C), puede interpretarse como un error fortuito al transcribir el relato, cambiando “parce”, por “Petre”, y “prodere” por “prodito”, lo cual habría forzado una nueva interpretación del final.
Otra explicación sería que A) y C) siguen una tradición muy parecida pero con un final distinto al de B). De hecho C) muestra un final bastante distinto, donde desaparece la muerte de la heroína y es el demonio quien le roba el papel protagonista. Lo curioso es que en C) la frase final tiene pleno sentido, pero ya no como epitafio, sino puesta en boca del diablo.
Podemos pensar entonces que el final de A) y C) proviene de otra fuente. Esa otra tradición no tiene porque ser escrita, pues ya que la leyenda gozaba de gran popularidad debían existir distintas versiones orales. Por lo tanto los tres textos que han llegado a nosotros parecen ser una pequeña muestra de un trasfondo oral más antiguo, complejo y variado. O dicho con otras palabras: no fue un texto escrito el que originó la leyenda, no fue un escritor el que forjó la leyenda, no existe "una versión original", sino que ella debió surgir de la fantasía popular que a partir de un núcleo duro (mujer que llega a papa y es descubierta al dar a luz) fue construyendo diversas variantes.
En próximas entradas veremos que el estudio de la transmisión escrita de los siglos siguientes confirma que detrás existía un fértil “humus creativo popular”, el cual continuó enriqueciendo con detalles y variantes el núcleo de la leyenda, a pesar del "efecto ancla" de los textos escritos, que intentaban delimitar y fijar los contornos del relato, y a veces instrumentalizarla y reducirla a un simple "ejemplo de la necedad y presunción femenina" (y en esto el primero fue Etienne). Pero eso lo veremos en detalle en otra ocasión.
En conclusión: la comparación de los textos más antiguos nos muestra que la transmisión escrita no tuvo un desarrollo lineal, pues todos escriben en un arco de pocos años y las variantes no se pueden explicar únicamente por una única fuente escrita anterior perdida (aunque sin duda ya debió existir algún texto anterior a los que han llegado hasta nosotros). La leyenda tenía un sustrato oral más antiguo, variado y extendido que su reflejo en las fuentes escritas. La puesta por escrito sirvió para perennizar la leyenda, pero al mismo tiempo la sometió al “lecho de Procusto” de la ideología de los redactores, los cuales, al copiar, cambiar, o suprimir, intentaron encauzar la “carga explosiva” de la leyenda a sus propios intereses. Siglos después podemos decir que ellos fracasaron en tratar de cabalgar e instrumentalizar la poderosa leyenda fraguada de la inagotable, incesante y variada imaginación popular.
El lector moderno encontrará sobre este argumento muchos artículos, pero por desgracia casi ninguno (por no decir abiertamente ninguno) se detiene con seriedad sobre los pilares en los que se funda este relato, es decir los textos latinos más antiguos que lo transmiten. La atenta lectura y comparación de los testimonios más antiguos arrojará una luz más clara.
Antes hay que declarar que debe descartarse la presencia de esta leyenda en el Chronicon del monje irlandés Marianus Scotus († 1082), en la Chronica del monje benedictino Sigebert de Gembloux († 1112), en el Liber pontificalis del bibliotecario francés Petrus Guillermus († c. 1142), en la Chronica del obispo alemán Otón de Freising († 1158), en la Chronica del benedictino Richardus Pictaviensis († 1173), en el Pantheon del capellán imperial Gotifredus de Viterbo († c. 1198), y en los Otia imperialia del erudito Gervasio de Tilbury († c. 1235). Me ha parecido oportuno citar nominalmente estos autores, porque todavía en muchísimos artículos se les sigue citando como fuentes de la leyenda de la papisa, a pesar que desde el s. XIX se sabe con absoluta certeza que la leyenda fue agregada en esas obras por otras manos posteriores entre el s. XIV-XVI.
Ilustración del s. XV de
la papisa Juana, en J. Enikel, Weltchronik, Cod. Pal. Germ. 336, f.
203r. (Foto de Wikipedia).
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A) La primera edición (a. 1250) de la Chronica universalis mettensis verosímilmente fue escrita por el dominico Jean de Mailly († c. 1260), y en el manuscrito más antiguo la leyenda no aparece en el cuerpo del texto sino al pie de la página que se ocupa de los papas y emperadores de finales del s. XI. Esta nota fue escrita por una mano distinta a la que escribió el cuerpo, y es difícil saber si fue hecha con aprobación del autor o posterior a su muerte, pero en cualquier caso fue añadida poco antes o después de la muerte del autor. Sea quien sea quien la añade, no lo agrega como un hecho cierto sino que está por verificar.
Chronica universalis
mettensis, en MGH, SS, t. 24, p. 514:
Indaga sobre cierto papa, o más bien papisa
porque era mujer, la cual simulando ser hombre, por la agudeza de su
ingenio fue hecho notario de la curia, luego cardenal, y
finalmente papa.
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Require de quodam papa, uel potius papissa quia
femina erat, et simulans se esse uirum, probitate ingenii factus
notarius curie, deinde cardinalis, et tandem papa.
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Cierto día, al subir al caballo, parió un niño.
Y de inmediato atados sus pies por la justicia romana, es
arrastrado de la cola de un caballo, y apedreado por el pueblo a
lo largo de media legua.
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Quadam die, cum ascenderet equum, peperit puerum.
Et statim romana iusticia ligatis pedibus eius, ad caudam
equi tractus est, et a populo lapidatus per dimidiam leugam.
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Y donde murió, ahí fue sepultado. Y ahí está
escrito: “Oh Pedro, padre de padres, tendrás que mostrar el
parto de la papisa”.
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Et ubi obiit, ibi sepultus fuit. Et ibi scriptum
est: “Petre, pater patrum, papisse prodito partum”
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Inmediatamente después fue instituido el ayuno
de las cuatro témporas, que se llama “ayuno de la papisa”.
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Sub ipso institutum fuit ieiunium quatuor
temporum, et dicitur “ieiunium papisse”.
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Nota:
“Prodito” es un imperativo futuro, un matiz del latín para
indicar una acción que debe seguir cumpliéndose en el futuro. Su
significado es el de “revelar, dar a conocer, hacer público algo”.
Las témporas
eran tres días (siempre caían miércoles, jueves y viernes) de
ayuno y se realizaban 4 veces al año, más o menos según las 4
estaciones (= tempora).
Abajo a la izquierda puede verse la anotación de la leyenda en la Chronica universalis mettensis, BNF Ms. lat. 14593, f. 259r. |
Etienne de Bourbon,
Tractatus de diversis materiis praedicabilis, pars 5 (De dono
consili), art.: de prudentia, (BNF, Ms. lat. 15970, f. 574r).
Ocurrió una admirable audacia, mas bien locura,
hacia el año del Señor 1100, según dicen las crónicas.
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Accidit autem mirabilis audacia, immo insania,
circa annum Domini MC, ut dicitur in cronicis.
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Cierta mujer erudita e instruida en el arte de
persuadir, asumiendo ropas masculinas y fingiendo ser un hombre,
vino a Roma.
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Quaedam mulier litterata et in arte monendi
edocta, assumpto uirili habitu et uirum se fingens, uenit Romam.
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Y dotada de tanto empeño como erudición, es
hecha notario de la curia, después, con ayuda del diablo,
cardenal, después papa.
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Et tam industria quam litteratura accepta, facta
est notarius curie, post, diabolo procurante, cardinalis, post
papa.
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Ella estando encinta, al subir *, parió. Al
saber esto la justicia romana, tras atarle los pies a las patas de
un caballo, es arrastrada fuera de la Urbe, y a media legua fue
lapidada por el pueblo.
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Hec impregnata, cum ascenderet *, peperit. Quod
cum nouisset romana iustitia, ligatis pedibus eius ad pedes equi,
distracta est extra Urbem, et ad dimidiam leucam a populo
lapidata.
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Y donde murió, ahí fue enterrada. Y sobre la
lápida puesta sobre ella se escribió este verso: “Impide,
Padre de padres, que se difunda el parto de la papisa”.
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Et ubi
fuit mortua, ibi fuit sepulta. Et super lapidem super
eam positum scriptus est uersiculus: “Parce, Pater patrum,
papisse prodere partum”.
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He aquí a que detestable final conduce tan
temeraria audacia. Tales son similares al diablo que quiso hacerse
semejante al Altísimo e igualar su grandeza.
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Ecce ad quam detestabilem finem ducet tam
temeraria praesumptio. Tales sunt similes dyabolo qui uoluit sibi
usurpare similitudinem Altissimi et sublimitatem equalare
Eius,
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Nota:
Etienne ha omitido en *: “al caballo” (= equum).
“Parce”
está en imperativo y “prodere” en infinitivo.
C) La primera edición de la Chronica minor auctore minorita erphordiensi fue escrita por un anónimo fraile franciscano de Erfurt (Turingia), el cual escribió hasta el a. 1265.
Chronica minor de
Erfurt (c. 1265) MGH, SS, t. 24, p. 184
Hubo otro antipapa, cuyo nombre y años de
gobierno se ignora.
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Fuit et alius pseudopapa, cuius nomen et anni
ignorantur.
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En verdad era una mujer —según
declaran los romanos― de buen
aspecto, gran sabiduría y, en apariencia, de vida ejemplar. Ella
se ocultó con ropa masculina hasta que es elegida papa.
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Nam mulier erat
―ut
fatentur romani―
et eleganti forme, magne sciencie
et, in ypocrisi,
magne uite. Hec sub uirili habitu latuit quousque in papam
eligitur.
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Y ella durante el papado quedó embarazada, y
estando preñada el demonio públicamente en una audiencia reveló
el hecho ante todos, gritando al papa este verso: “Oh papa,
padre de padres, tendrás que mostrar el parto de la papisa”.
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Et hec in papatu concepit, et cum esset
grauida, demon in consistorio publice coram omnibus prodidit
factum, clamans ad papam hunc uersum: “Papa, pater patrum,
papisse pandito partum”.
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Nota:
“Pandito” es un imperativo futuro, cuyo significa básico es
“desplegar, extender, abrirse” y también “dar a conocer, hacer
público”. Puesto en boca del diablo por su doble sentido entre blasfemo y obsceno. “Partus” significa la acción de parir, pero también
el fruto del parto, es decir la criatura.
Por esta misma época
Jacob van Maerlant († c. 1299) escribió
otra historia versificada en flamenco en la que también alude
brevemente a la papisa Juana aunque declara que: “Niet en bem ie
vroet of claer / weder het favele es of waer” (= yo no tengo claro
ni cierto / si esto es una fabula o es verdadero): Jacob van
Maerlant, Spiegel Historiael, IV, boek 1, 42, n. 69-70, Leiden
1863, p. 220.
El parto de la papisa. Boccaccio, De
mulieribus claris, Spencer Collection Ms 033, f. 69v. (Foto de
Wikipedia).
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Las semejanzas entre los relatos A) y B) son evidentes, y a partir de esto se ha afirmado que la Chronica universalis es la primera y única fuente escrita que canalizó la leyenda, y por tanto todos los demás escritos serían reflejo o deformación de ella.
Sin embargo la comparación de A) y B) muestra que hay diferencias que no se pueden explicar con esa hipótesis.
A) Chronica
universalis
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B) Tractatus
de Etienne
|
… por la agudeza de su ingenio ….
|
… erudita e instruida en el arte de persuadir
...
|
… vino a Roma.
|
|
…. apedreado por el pueblo a lo largo de media
legua.
|
…. es arrastrada fuera de la urbe, y a media
legua fue lapidada por el pueblo.
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“Oh Pedro, padre de padres, tendrás que
mostrar el parto de la papisa”.
|
“Impide, Padre de padres, que se difunda el
parto de la papisa”.
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Es notable que en A) faltan dos elementos claves de la leyenda: que ella había estudiado y que era extranjera, pues ese vuelo previo a su llegada a Roma es esencial para construir la figura de la heroína y entender su triunfo y glorificación. Es evidente que estos dos elementos Etienne no los pudo tomar de A), y es demasiado suponer que él mismo, al compilar su voluminosa recolección de anécdotas (más de 600 folios), en un rapto genial trazó dos líneas básicas de la leyenda.
Más sencillo y verosímil es pensar que Etienne está copiando, pero no la Chronica universalis, sino otro texto muy similar, una fuente escrita más antigua de la leyenda.
La tercera diferencia parece que confirma esta nueva hipótesis, pues ahí se nota claramente que es Etienne que resume o copia mejor la fuente. Es más lógico el relato que dice que fue llevada a media legua de distancia de la ciudad para ser apedreada ahí, y no que fue apedreada a lo largo de media legua. (Pero hay que notar que en B la frase “cum ascenderet” ha omitido por descuido “equum”, que le da pleno sentido. Es el único pasaje en que A se muestra superior a B).
En este momento incluso podemos pensar que A) copió a B), y no al revés. Sin embargo la cuarta diferencia quizás nos lleve más allá. Ambos epitafios son muy diferentes. El epitafio de A es una cruel burla contra el pontificado, que parece fuera de lugar en un epitafio. En cambio el epitafio de B es más coherente con el tenor del relato: es una piadosa y avergonzada súplica a Dios. Aquí también la jerarquía queda mal parada, pero a nadie le importa aquí las consecuencias teológicas, sino que la atención sigue en la heroína. Ella sigue siendo la protagonista. Es el remate final de su epopeya: ya ha pagado caro su osadía, pero su sombra alargada sigue estremeciendo a la jerarquía. Esta conclusión además sirve para explicar que el hecho no se haya difundido por los canales oficiales. Así mientras más se niegue, más firmemente se arraigará la leyenda en la mente de todos.
El epitafio de A), muy similar al de C), puede interpretarse como un error fortuito al transcribir el relato, cambiando “parce”, por “Petre”, y “prodere” por “prodito”, lo cual habría forzado una nueva interpretación del final.
Otra explicación sería que A) y C) siguen una tradición muy parecida pero con un final distinto al de B). De hecho C) muestra un final bastante distinto, donde desaparece la muerte de la heroína y es el demonio quien le roba el papel protagonista. Lo curioso es que en C) la frase final tiene pleno sentido, pero ya no como epitafio, sino puesta en boca del diablo.
Podemos pensar entonces que el final de A) y C) proviene de otra fuente. Esa otra tradición no tiene porque ser escrita, pues ya que la leyenda gozaba de gran popularidad debían existir distintas versiones orales. Por lo tanto los tres textos que han llegado a nosotros parecen ser una pequeña muestra de un trasfondo oral más antiguo, complejo y variado. O dicho con otras palabras: no fue un texto escrito el que originó la leyenda, no fue un escritor el que forjó la leyenda, no existe "una versión original", sino que ella debió surgir de la fantasía popular que a partir de un núcleo duro (mujer que llega a papa y es descubierta al dar a luz) fue construyendo diversas variantes.
En próximas entradas veremos que el estudio de la transmisión escrita de los siglos siguientes confirma que detrás existía un fértil “humus creativo popular”, el cual continuó enriqueciendo con detalles y variantes el núcleo de la leyenda, a pesar del "efecto ancla" de los textos escritos, que intentaban delimitar y fijar los contornos del relato, y a veces instrumentalizarla y reducirla a un simple "ejemplo de la necedad y presunción femenina" (y en esto el primero fue Etienne). Pero eso lo veremos en detalle en otra ocasión.
En conclusión: la comparación de los textos más antiguos nos muestra que la transmisión escrita no tuvo un desarrollo lineal, pues todos escriben en un arco de pocos años y las variantes no se pueden explicar únicamente por una única fuente escrita anterior perdida (aunque sin duda ya debió existir algún texto anterior a los que han llegado hasta nosotros). La leyenda tenía un sustrato oral más antiguo, variado y extendido que su reflejo en las fuentes escritas. La puesta por escrito sirvió para perennizar la leyenda, pero al mismo tiempo la sometió al “lecho de Procusto” de la ideología de los redactores, los cuales, al copiar, cambiar, o suprimir, intentaron encauzar la “carga explosiva” de la leyenda a sus propios intereses. Siglos después podemos decir que ellos fracasaron en tratar de cabalgar e instrumentalizar la poderosa leyenda fraguada de la inagotable, incesante y variada imaginación popular.
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