jueves, 9 de enero de 2020

La Iglesia ante los poderes mágicos: el canon Episcopi


El ser humano siempre ha querido superar los límites a su conocimiento y a su poder. Por un lado todos vemos como evidente que tenemos limitaciones, pero los hitos de esa frontera no siempre han estado en el mismo sitio. Los indios de Jamaica estuvieron absolutamente seguros que Cristóbal Colón poseía un poder sobrenatural cuando el 29 de febrero de 1504 les pronosticó un eclipse de luna. Pero también Colón se hubiese quedado boquiabierto si le hubiesen pasado una vídeollamada de la reina Isabel. Por una parte anhelamos conocer más: el agricultor si podrá cosechar lo que ha sembrado, el asalariado cuánto tiempo estará contratado, el negociante si su inversión será exitosa, quién es el que me hace daño; pero también tener más poder: para que la pareja me ame, para vengarme de un enemigo poderoso, para tener más dinero y éxito. El saber y el poder en sí mismos me parece que son moralmente neutrales. Es cada ser humano que lo convierte en bueno o malo. Una pistola en manos de uno sin escrúpulos puede producir un criminal, pero en manos de uno justo puede hacer un héroe. Puedes usar tus mejores conocimientos financieros para estafar a la gente o para asesorarlas debidamente.
Esta pugna entre saber, poder y ética ha tenido distintos matices y enfoques en cada cultura y época. Durante la Edad Media esa pugna no solo se ocupó de los fines sino incluso de los medios para alcanzar cierto tipo de saber y poder. En la mentalidad cristiana medieval se aceptaba que había un conocimiento natural (que nacía de los sentidos y la ciencia) y uno sobrenatural (surgido de la revelación divina). Pero frente a ellos siempre hubo quienes afirmaron tener una tercera vía: un conocimiento y poder cuyas raíces se mezclaban entre lo natural y lo sobrenatural, pero que claramente no podían atribuirse ni a la ciencia ni al Dios cristiano.
Aunque esas prácticas son variadísimas y casi innumerables, creo que podemos dividirlas en dos grandes grupos. Primero las que están centradas en el conocimiento de algo inalcanzable por el intelecto humano: ahí podemos poner a todos los tipos de adivinos (que leen la mano, las estrellas, las entrañas de los animales, que hablan con los muertos, etc, etc.), los cuales solo pretenden avisar sobre hechos, peligros u oportunidades. En el segundo grupo están los que pretenden tener un poder eficaz superior a las fuerzas humanas (volar, causar tempestades, etc.) que se aplican especialmente en tres grandes esferas: sanar males incurables, insuflar odio o amor , proteger o causar daño en el cuerpo o en los bienes. Estos son los curanderos, hechiceros, brujos, chamanes, etc. que aseguran poder otorgar a quien quieren salud, dinero y amor, o lo contrario.
 
Francisco de Goya, "Vuelo de brujas" (c. 1798), en Museo del Prado de Madrid. Foto de Art History Feed en Wikicommons.

Es fácil comprender que en aquella época debió ser difícil distinguir entre un mero curandero (que curaba dislocaciones de huesos y aplicaba ungüentos y hierbas) de un auténtico brujo (que usaba conjuros o incluso invocaciones al demonio). Debió ser difícil distinguir entre un espíritu científico que tanteaba los umbrales de la geología y la química, de un alquimista que buscaba una varita y una fórmula mágica para transformar un hombre en ratón. En esa época en que las ciencias estaban en pañales, es comprensible que se mezclase conocimientos y técnicas legítimas, o al menos inocuas, con otras dañinas o con simple charlatanería. Y es comprensible que la Iglesia mirase con desaprobación estas prácticas e incluso que al reprimirlas cometiese excesos e injusticias.
En la actualidad muchos quisieran una legislación más severa al respecto, pero parece que el gran movimiento económico que producen (y del que sacan tajada periódicos y televisiones) hace que las autoridades lo consideren una especie de "estafa y mal legal", pues reconocen el fraude al bolsillo, lo dañino para la salud y la adicción que puede causar, pero hacen poco o nada por atajar esta plaga.

Foto del diario "Faro de Vigo" del 22/05/16: "Detenido un vidente senegalés en Pontevedra por estafar más de 7000 euros a dos mujeres"

Lo dicho sirva como introducción a una serie de textos (del s. IX hasta el XII) que voy a ir publicando sobre la posición que tuvo la Iglesia durante la Edad Media sobre los poderes sobrenaturales que adivinos y brujos aseguraban poseer. Esos textos nos mostrarán que inicialmente la Iglesia tuvo hacia la brujería una actitud bastante escéptica, lo cual contrasta con la actitud que irá tomando fuerza a partir del s. XIV y que desembocará en la caza de brujas.
El primer texto es el famoso "canon Episcopi". Se llama "canon" porque así se llamaba a las decisiones emanadas por los concilios, y en este caso se creía que había sido emanado por el concilio de Ancyra (hoy Ankara) el a. 314, pero eso fue una confusión y hoy se piensa que fue dictado por algún concilio en la Francia del s. IX. Se llama "Episcopi" porque según la costumbre eclesial los documentos se titulan con la primera o primeras palabras. Este canon, que durante siglos marcó una postura algo escéptica de la Iglesia respecto a los supuestos poderes mágicos, es citado por primera vez por el abad Regino de Prüm († 915) en una sección titulada "De incantatoribus, maleficis et sortilegis". He dividido el texto en párrafos numerados para referirnos más fácilmente a cada parte.

REGINO PRUMIENSIS, Libri duo de synodalibus causis et disciplinis ecclesiasticis, lib. 2, cap. 371, editado por F. Hermann Wasserschleben, Lipsiae 1840, p. 354-356.
Capítulo 371. Sobre las mujeres que dicen que cabalgan con los demonios durante la noche.
Capitulum CCCLXXI. De mulieribus quae cum daemonibus se dicunt nocturnis horis equitare.
1. Los obispos y los ministros de los obispos se esfuercen en trabajar con todas sus fuerzas para erradicar por completo de sus parroquias el arte adivinatorio y hechicero, inventado por el diablo, y si hallasen algún varón o mujer seguidor de dicha maldad, que lo expulsen de sus parroquias ignominiosamente infamado.
1. Episcopi episcoporumque ministri omnibus viribus elaborare studeant ut perniciosam et, a diabolo inventam, sortilegam et maleficam artem penitus ex parochiis suis eradant, et si aliquem virum aut feminam huiuscemodi sceleris sectatorem invenerint, turpiter deshonestatum de parochiis suis eiiciant.
2. Pues el Apóstol dijo:1 "Después de una y dos advertencias evita al faccioso, sabiendo que quien es así se ha pervertido". Se consideran pervertidos y capturados por el diablo quienes, abandonando a su Creador, piden auxilio al diablo. Y por eso se debe limpiar la santa Iglesia de tal peste.
2. Ait enim apostolus: "Hereticum post unam et secundam admonitionem devita, sciens quia subversus est, qui eiusmodi est". Subversi sunt et a diabolo capti tenentur qui, derelicto Creatore suo, a diabolo suffragia quaerunt. Et ideo a tali peste mundari debet sancta Ecclesia.
3. Tampoco se debe pasar por alto que algunas mujeres depravadas, vueltas seguidoras de Satanás, engañadas por ilusiones y fantasías de los demonios, creen y afirman que durante la noche ellas cabalgan sobre ciertas bestias junto con la diosa de los paganos Diana y con una innumerable multitud de mujeres, y que recorren grandes distancias en el silencio de la medianoche, y que como a una ama obedecen sus órdenes y que ciertas noches son llamadas a su servicio.
3. Illud etiam non omittendum quod quaedam sceleratae mulieres, retro post Satanam conversae, daemonum illusionibus et phantasmatibus seductae, credunt se et profitentur nocturnis horis cum Diana, paganorum dea, et innumera multitudine mulierum equitare super quasdam bestias, et multa terrarum spatia intempestae noctis silentio pertransire, eiusque iussionibus velut dominae obedire et certis noctibus ad eius servitium evocari.
4. ¡Pero ojalá solo ellas pereciesen en su perfidia y no arrastrasen consigo a muchos a la ruina de la apostasía! Pues una gran multitud, engañada por este falso rumor, cree que estas cosas son ciertas, y al creerlas se desvía de la recta fe y recae en el error de los paganos, al creer que existe alguna divinidad o numen aparte del único Dios.
4. Sed utinam hae solae in perfidia sua perissent et non multos secum in infidelitatis interitum pertraxissent! Nam innumera multitudo, hac falsa opinione decepta, haec vera esse credit, et credendo a recta fide deviat et in errorem paganorum revolvitur, cum aliquid divinitatis aut numinis extra unum Deum esse arbitratur.
5. Por eso los sacerdotes, en las iglesias que se les ha confiado, deben predicar al pueblo en toda ocasión para que sepan que todo esto es totalmente falso, y que tales fantasías son puestas en las mentes de los infieles no por Dios sino por un espíritu maligno, pues el mismo Satanás, que se transfigura en ángel de luz, tras capturar la mente de alguna mujerzuela y someterla por la infidelidad y la incredulidad, de inmediato se transforma bajo el aspecto y similitud de diversas personas, y engañando en sueños la mente que tiene cautiva, mostrando a veces cosas alegres o tristes, a veces personas conocidas o desconocidas, la conduce al extravío, y aunque esto solo lo experimenta la mente del infiel, su mente supone que ocurre no en la fantasía sino corporalmente.
5. Quapropter sacerdotes, per ecclesias sibi commissae, populo omni instantia praedicare debent ut noverint haec omnimodis falsa esse, et non a divino sed a maligno spiritu talia phantasmata mentibus infidelium irrogari, siquidem ipse Satanas, qui transfigurat se in angelum lucis, cum mentem cuiuscunque mulierculae ceperit et hanc sibi per infidelitatem et incredulitatem subiugaverit, illico transformat se in diversarum personarum species atque similitudines, et mentem, quam captivam tenet, in somnis deludens, modo laeta, modo tristia, modo cognitas, modo incognitas personas ostendens, per devia quaeque deducit, et cum solus eius spiritus hoc patitur, infidelis mens haec non in animo sed in corpore evenire opinatur.
6. Pues ¿quién no es conducido fuera de sí mismo en sueños y visiones nocturnas, y durmiendo ve muchas cosas que nunca vería despierto? En verdad ¿quién es tan necio y bruto, que piense que todas estas cosas que solo pasan en la mente, también ocurren realmente?
6. Quis enim non in somnis et nocturnis visionibus extra se ipsum educitur et multa videt dormiendo, quae nunquam viderat vigilando? Quis vero tam stultus et hebes sit, qui haec omnia, quae in solo spiritu fiunt, etiam in corpore accidere arbitretur?
7. Pues el profeta Ezequiel2 tuvo visiones del Señor en espíritu, no corporalmente. Y el apóstol Juan vio y escuchó los misterios del Apocalipsis en espíritu, no corporalmente, tal como él mismo dice:3 "Al instante caí en éxtasis". Y Pablo4 no osa decir que él fue arrebatado corporalmente.
7. Cum Ezechiel propheta visiones Domini in spiritu, non in corpore vidit. Et Iohannes apostolus Apocalypsis sacramenta in spiritu, non corpore vidit et audivit, sicut ipse dicit: "Statim fui in spiritu". Et Paulus non audet se dicere raptum in corpore.
8. Así pues se debe anunciar públicamente a todos que quien cree tales cosas y similares ha perdido la fe, y quien no tiene la recta fe en Dios, no es de Él, sino de aquel a quien cree, o sea del diablo.
8. Omnibus itaque publice adnunciandum est quod qui talia et his similia credit fidem perdidit, et qui fidem rectam in Deo non habet, hic non est Eius, sed illius, in quem credit, id est diaboli.
9. En verdad de nuestro Señor se escribió: "Todas las cosas fueron hechas por Él".5 Por lo tanto todo el que crea que se puede crear algo, o cambiar a mejor o peor alguna creatura o transformarla en otra especie o forma, si no es por el mismo Creador, que hizo todo y por el que todo existe, sin duda es un infiel.
9. Nam de Domino nostro scriptum est: "Omnia per ipsum facta sunt". Quisquis ergo aliquid credit posse fieri, aut aliquam creaturam in melius aut in deterius immutari aut transformari in aliam speciem vel similitudinem, nisi ab ipso Creatore, qui omnia fecit et per quem omnia facta sunt, procul dubio infidelis est.


En los n. 1-2 se exhorta a todos los ministros de la Iglesia a erradicar de sus jurisdicciones a todos los que practican la adivinación y la hechicería. Se considera indudable que ese conocimiento (adivinación) y ese poder (hechicería) no es natural ni viene de Dios, sino que proviene del demonio, es decir se obtiene invocando el auxilio del demonio. Ya que los adivinos y hechiceros aspiran a algo que el ser humano no puede saber ni realizar de modo natural, entonces recurren al poder superior de los demonios. Por otro lado el canon declara que los que invocan al demonio "han abandonado al Creador", es decir deben ser considerados apóstatas, es decir que han abandonado el cristianismo. Pues mientras que el hereje solo distorsiona algunas verdades del cristianismo, pero mantiene al menos el núcleo de la fe en Dios, el apóstata abandona en bloque toda la fe, porque niega lo más esencial, y en lugar de adorar a Dios, adora al demonio. Por último hay que notar que la única pena que se impone al culpable recalcitrante es la expulsión ignominiosa de la comunidad. En cambio la ley civil de los emperadores cristianos imponía la pena de muerte, tal como el mismo Regino alega (cap. 160-162 citando el Código Teodosiano) y también podemos leer en el Código de Justiniano, C 9 18.
En el n. 3 se explayan en una práctica que consideran especialmente nociva. A partir de lo que dice el texto y lo que se lee entrelíneas podemos sacar en limpio que era un culto pagano a la diosa Diana, que parece exclusivamente femenino, que no se celebraba individualmente sino en grupo, por lo tanto funcionaban como una asociación secreta con algún tipo de liderazgo, que se celebraba por las noches (Diana era identificada con la luna) y podemos suponer que la celebración era en lugares apartados, para evitar ser detectados y porque Diana era protectora de los bosques y la caza, que en estas reuniones se consumiría (bebiendo o inhalando) sustancias alucinógenas, que producen la sensación de disociarse del propio cuerpo y volar.
Otros muchos testimonios medievales confirman que durante siglos persistieron distintos cultos paganos en la Europa cristiana: eran pequeños grupos en zonas remotas donde era débil la presencia de la Iglesia. De hecho el cristianismo se expandió desde las ciudades al mundo rural, pero ahí la resistencia fue tal, que los cristianos identificaron a los no-cristianos con el término "paganus" = aldeano, rústico, ignorante. No es de extrañar entonces que en la Francia del s. IX todavía subsistía el culto a Diana en grupos de mujeres rústicas, que suelen ser más aferradas a sus tradiciones y con el aliciente que ese culto les brindaba un espacio de libertad festiva exclusivamente femenino. Parece claro que estos ritos inofensivos con el tiempo irán perdiendo su genuino sentido festivo y religioso (orar por las cosechas, por el ganado y los hijos) y por influjo de la predicación de la Iglesia se transformarán en el maligno aquelarre satánico.

Fresco del s. IV de Diana cazadora, en el hipogeo entre vía Livenza y vía Po (barrio Pinciano, Roma). Foto de Andrea Barbati en su blog "Dice che a Roma", post del 10/12/12.

En el n. 4 se lamenta que muchos crean que realmente Diana pueda hacerlas volar. Mientras estos grupos eran pequeños no serían molestados, pero si tenían mucho éxito, era inevitable que la noticia de sus actividades llegasen a oídos de los obispos y estos pusiesen en marcha mecanismos (la predicación y el brazo secular) para frenar y extirpar la infección.
En los n. 5-7 se recalca que se debe predicar que todo es pura ilusión: el demonio no concede el poder de volar, sino que únicamente crea esa sensación en sueños y alucinaciones. Parece que el demonio tiene nulo o escaso poder en el mundo real y solo puede obrar en la imaginación o adoptar distintas apariencias para engañar nuestros sentidos. Y por lo tanto parece que el texto sugiere que los adoradores del demonio, nunca o por lo general, no obtienen ninguna capacidad portentosa sino que son engañados para que piensen que son poderosos. Toda o gran parte de la hechicería no sería más que superchería.
En los n. 8-9 se vuelve a subrayar que es incompatible la fe cristiana con tales prácticas y por lo tanto se pierde la condición de cristiano y se convierte en un infiel. Por último se recalca que las transmutaciones (convertir un hombre en roca, o un animal en humano, etc) son imposibles y creer en esto significa negar a Dios creador de todas las cosas.
Conclusión: este texto muestra un alto concepto de Dios Uno y Creador, que ha creado el mundo y le ha impuesto unas leyes que nadie, ni siquiera el demonio, puede quebrantar. No se dice nada sobre la posibilidad de la adivinación ni se niega expresamente la eficacia de todo tipo de hechicería, pero está claro que se recorta drásticamente sus pretensiones más maravillosas, del mismo modo que se ha restringido la capacidad del demonio para actuar en el mundo físico.
 
Notas
1 Tito 3, 10-11. San Pablo se refiere de modo genérico a todo el que divide y perturba en cualquier modo la armonía de la comunidad. Tradicionalmente se ha aplicado al hereje, es decir al que introduce errores en la fe.
2 Ez 1, 1; 3, 12-14.
3 Ap 4, 2.
4 2 Cor 12, 2-3. Pablo dice que fue arrebatado "en espíritu" al cielo, es decir que tuvo una visión del cielo.
5 Jn 1, 3.