Seguramente
todos nosotros recordamos la película “La Misión” (The Mission,
Reino Unido 1986), Óscar a la mejor fotografía, Globo de Oro a la
mejor música (Ennio Morricone) con una gran actuación de Robert de
Niro (capitán Rodrigo Mendoza) y Jeremy Irons (Padre Gabriel), y la
batalla final en que la misión es destruida. De ese modo esta
película representa lo que históricamente fue el dramático final
de las 7 “misiones Orientales” jesuitas: en 1750 el Tratado de
Madrid puso bajo control portugués dicho territorio; en 1754 los
jesuitas abandonan las misiones pero los indígenas se niegan a
obedecer; en febrero de 1756 un ejército español-portugués arrasa
la oposición y los indios son dispersados o subyugados.
Imágenes de la escena final de "La Misión" (Reino Unido, 1986) |
Pero los indios no siempre perdieron. Entre 1620 y 1638 esa misma región ya fue azotada por los traficantes de esclavos. En 1638 dos sacerdotes jesuitas equiparon y organizaron militarmente a miles de indios que se enfrentaron con éxito y repelieron a los traficantes. A finales de 1640 los traficantes volvieron con una expedición más numerosa y mejor equipada, dispuestos a castigar las misiones, pero fueron derrotados de modo decisivo en varios enfrentamientos (febrero - marzo 1641) en torno a la misión de Asunción de Acaraguá y Mbororé (hoy La Cruz, Corrientes, Argentina) por un ejército de indios dirigidos por varios sacerdotes jesuitas y una docena de soldados españoles.
En
la región de los Moxos (Beni, Bolivia), los indios también
sufrieron el mismo flagelo. Algunos enclaves portugueses en el Mato Grosso
estaban en el cruce de una importante red de tráfico de esclavos,
que no dudaba en adentrarse en territorio bajo dominio español. Eso
ocurría porque España nunca dio mucha importancia a la región
amazónica, la cual además era de difícil acceso y estaba habitada
exclusivamente por tribus indómitas (aparte de los misioneros). Por
todo ello, tanto indios como misioneros estaban abandonados a su
suerte, pues rara vez las autoridades enviaban algún pequeño puñado
de soldados para repeler a los intrusos.
El
jesuita F. J. Éder, del cual ya hablamos en la entrada del mes de
marzo (si quieres ver su biografía y las peripecias de su valiosa
obra, mira aquí), también nos ha transmitido el relato de la
victoria de una tribu amazónica sobre los traficantes de esclavos.
Indio con armas. Dibujo de Bender a partir de los esbozos de Éder. Foto de Gallica BNF. |
Éder
primero nos describe a los llamados “mamelucos”, que era el tipo
de traficante de esclavo que tuvo más presencia en su región.
Éder,
Descriptio Provinciae Moxitarum in Regno Peruano, Budae 1791.
Los mamelucos, o paulistas, llamados así por
la ciudad de Sao Paulo en territorio portugués, generados de
promiscuas uniones entre indios y africanos, están divididos en
varias tribus, que llaman castas, y esparcidos en gran número por
todo Brasil. Siempre fueron muy dados a revueltas y motines, hasta
el punto que a los reyes mismos, que intentaban reprimir su
audacia por medio del ejército, los obligaron, más de una vez
por las armas, a hacer la paz con ellos
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Mameluci, alias paulistae, ab urbe Sancti Pauli
iuris lusitanici adpellati, e connubiis cum indis ac aethiopibus
promiscue initis progeniti, in varias tribus, castas vocant,
divisi perque omnem late Brasiliam sparsi. Tumultibus ac
seditionibus tantopere semper erant dediti, ut reges ipsos, qui
audaciam ope militum coercere adtentabant, ad pacem secum
componendam armis non semel compulerint.
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Pero entre ellos se dividían por tantos odios
que actualmente no hay esperanza de calmarlos; de hecho apenas
pasa un día sin asesinatos; y no es un hombre solo que ataca a
otro, sino la tropa de familias enteras que se atacan mutuamente.
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Inter se autem ipsos tantis scindebantur odiis,
ut iis sedandis spes nulla hodiedum suppetat; vix ulla certe
praeterit dies absque caedibus; non vir modo virum invadit, sed in
aciem familiae integrae contra se mutuo educuntur.
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Muchos de ellos, para escapar de la vigilancia
y justo castigo de los prefectos, se refugiaron en la frontera de
Brasil, y pusieron sus bases en las colonias de portugueses, que
eran casi vecinas a los Moxos. Un fortín del Mato Grosso,
distante a catorce días de camino de nuestra parroquia, era el
refugio de la mayoría.
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Complures eorum, ut praefectorum vigilantiam
aut justam vindictam effugerent, ad fines Brasiliae se se
receperunt, et sedes [p. 278] in lusitanorum
coloniis, quae moxitis pene confines erant, collocarunt.
Mattogrosso, a nostri paroecia dierum quatuordecim itinere
sejunctum, oppidum erat plerorumque receptaculum.
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Pero el gobernador, encolerizado por sus
crímenes, expulsó a todos ellos de su nido, bajo pena de muerte
al que intentase volver.
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Verum gubernator sceleribus hominum irritatus e
nido illo suo omnes expulit, poena capitis proposita, siquis
reverti adtentaret.
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Por eso errantes y vagabundos comenzaron a
sembrar e incluso a cultivar campos alrededor del río Guaporé.
Pero cambiaron solo la localidad, no la actitud.
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Quare errones et vagabundi circa fluvium
Guapure, immo agros etiam colere, ac sementem facere inceperunt.
Sed locum mutarunt, non ingenium.
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Después de describir su vida en asentamientos
“sin ley ni religión”, narra cómo esta escoria de la sociedad
se dedica al tráfico de esclavos:
.... De noche rodearon sus chozas, mataron a
los que osaron resistir, a los demás, tras robarles y saquear su
casas, cargados de cadenas, los llevaron consigo; a algunos los
retuvieron para su servicio, el resto lo vendieron en subasta como
ganado en Mato Grosso.
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[p. 279] ..... Cinxerunt de nocte eorum
tuguria, resistere ausos interemerunt, ceteros, direptis rebus et
exustis casis, catenis oneratos, secum abduxerunt; quosdam suis
usibus retinuerunt, reliquos in Mattogrosso tanquam pecudes sub
hasta vendiderunt.
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Tras
relatar otro ardid para capturar indios (se vestían de jesuitas para
ganarse su confianza), Éder pasa a referir la victoriosa defensa de
una tribu contra estos traficantes:
Pero el pillaje de los malvados no siempre se
libró del castigo.
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At non cessit nefariis praedatio semper e
sententia.
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La tribu salvaje de los caturí era más
numerosa que las otras y por ello más llena de valor y audacia;
ella, al oír la desgracia de los vecinos, ya que no dudaba que
también estaba en la mira, fortificó bien su aldea con palos
compactos y altos; además cavó profundos fosos alrededor, y con
hojas y ramas de los árboles cubrió los hoyos, de modo que no
levantaban sospecha de las fosas que yacían abajo; pero también
llamó a sus aliados para que le diesen apoyo en el momento
oportuno.
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Natio erat barbara caturinorum ceteris
numerosior ac proinde animis et audacia fidentior; quae strage
vicinorum audita, cum se quoque ad ictum designari minime
dubitaret, domicilia sua densis ac praealtis palis probe
communivit; puteos praeterea circumcirca profundos cavavit,
eorumque fauces arborum ramusculis et foliis sic contexit ut
nullam fossae subter latentis praeberent suspicionem, sed et
socios ad ferendas in tempore suppetias invitavit.
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Tras unos días llegaron unos ochenta
mamelucos, seguros de sí mismos y de obtener botín. Con gran
ferocidad atacan la improvisada empalizada; pero al dispararles
una lluvia de flechas, tienen que retroceder.
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Aderant post dies aliquot mameluci numero
octuaginta, sui atque praedae sicuri. Septa improvisa magna cum
ferocia invadunt; sed, effuso repente sagittarum imbre, pedem
referre coguntur. [p. 281]
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Mientras los caturí se lanzan al ataque, sus
aliados, puestos al acecho, salen de la selva vecina y persiguen a
los fugitivos: a muchos hieren gravemente, a 17 caídos en el foso
los acribillan con lanzas.
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Erumpunt interea caturini, emicant ex adsitis
silvis socii, in insidiis collocati, instant fugientibus: multos
gravissime sauciant, septem et decem in puteum delapsos lanceis
contrucidant.
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No mucho después, tras recobrar ánimos, los
mamelucos volvieron de nuevo y en mayor número.
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Collectis animis non multo post iterum
redierunt, et majore quidem numero.
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Pero los salvajes, atentos a todos sus
movimientos, pusieron centinelas en sitios convenientes y
advirtieron del peligro oportunamente a las aldeas limítrofes.
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Verum barbari in omnes eorum motus intenti
excubias locis opportunis disposuerunt, et confines populos de
periculo tempestive admonuerunt.
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Con la llegada de aquellos [aliados], los
mamelucos, ocupados en desmontar las vallas, de tal modo fueron
rodeados por todas partes que, tras perder 20 de los suyos y
muchos quedar heridos, fueron obligados a salir y huir en
desorden.
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Quorum adcursu mameluci, vellendis repagulis
occupati, sic undique circumventi erant, ut viginti suorum amissis
et plerisque sauciatis receptum ferro, sibi coacti fuerint aperire
atque palatim diffugere.
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Y en lo sucesivo no causaron ningún problema a
esa tribu tan belicosa.
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Neque genti tam bellicosae ullum deinceps
negotium facessiverunt.
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Algunas
notas:
En el Brasil colonial, la capitanía de Sao Paulo
abarcaba desde el Atlántico hasta la actual frontera con Perú y
Bolivia. La antigua denominación Mato Grosso indicaba la región que
ocupan los actuales estados brasileños de Rondonia, Mato Grosso y
Mato Grosso do Soul. El río Guaporé es llamado así hasta hoy en el
lado brasileño, mientras que en el lado boliviano se le llama
Iténez; este río, a lo largo de más de 900 km., es la frontera
entre la actual Bolivia y Brasil. Durante el s. XVII hubieron
incursiones y asentamientos portugueses en la región, pero la
fundación oficial de ciudades y el nombramiento de autoridades no
empieza sino hasta el s. XVIII.
No es lo mismo “Bandeirante”, “paulista” y
mameluco”. “Bandeirantes” son los miembros de una “bandeira”
o compañía paramilitar que se formaba en las zonas rurales.
Originalmente se formaban para la autodefensa de los colonos; más
tarde para formar expediciones en busca de oro o esclavizar indios.
Estas compañías estaban formados por gente de toda índole y
nación, y por lo general encabezadas por criollos portugueses.
Paulistas eran los criollos (hijos de portugués e indios) de Sao
Paulo; ahí la pobreza y la lejanía del poder central (durante mucho
tiempo Sao Paulo fue la única ciudad tierra dentro) creó un
sentimiento de independencia y aversión a la Corona y a la Iglesia.
Mamelucos eran el fruto del cruce racial entre negros e indios, y muchos
vivían de la delincuencia o enrolados en “bandeiras”.
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