Quinto Horacio Flaco (†
8 a. C) es un poeta romano que siempre ha gozado de popularidad: fue
apreciado entre prestigiosos autores romanos como Ovidio y
Quintiliano, en la Edad Media se valoró las vehementes llamadas a la
virtud de sus Epistulae, en el Renacimiento Petrarca lo tomó
como modelo de poeta, y en los siglos siguientes sus ediciones se
multiplicaron y muchos de sus versos se han convertido en slogan
populares, como el famosísimo “carpe diem” (Odas 1, XI 7).
Cada época parece haber encontrado en la poesía de Horacio algo en
que reflejarse. El poeta cristiano Prudencio (†
c. 413) no dudaba en considerar a Horacio una especie de “cristiano
anónimo” y las burguesías occidentales han creído identificar su
“aurea mediocritas” (Odas 2, X, 5) con una vida apartada de la
política o por lo menos de “los extremismos”, mientras que los
fascistas y gobiernos militaristas estaban encantados con su “dulce
et decorum est pro patria mori” (Odas 3, II, 13). Esto es posible
en gran parte por culpa (o mérito) del mismo Horacio que tuvo un
pensamiento ecléctico. Mientras que el poeta Lucrecio era un
ferviente apóstol del epicureísmo y cada verso de su obra proclama
su fe, no ocurre lo mismo en Horacio. Aunque estudió en Grecia y
conoció bien las dos corrientes rivales y de moda, el estoicismo y
el epicureísmo, sin embargo no llegó a optar abiertamente por
ninguna. En sus escritos hallamos guiños a ambas corrientes, aunque
en sus últimas obras su preferencia parece inclinarse más
claramente hacia el epicureísmo. De todos modos Horacio siempre se
detiene en los aspectos comunes (la exhortación a la virtud, la
crítica a las pasiones, el elogio a la vida sobria del sabio) y
evita entrar en las cuestiones cosmológicas, antropológicas y
teológicas que dividían ambas corrientes.
"Horacio". Oleo de Adalbert von Rössler († 1922) |
A continuación,
para saborear algo de su estilo directo un pasaje de uno de sus
famosos poemas: la dirigida al joven Lolio Máximo (Epístolas 1, 2, vv. 32-54).
Vehemente
exhortación a la virtud
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Para matar a un hombre
se alzan de noche los ladrones; ¿para cuidarte a ti mismo, no te despiertas? Pero si no quieres correr sano, correrás hidrópico, y si no pides antes que amanezca un libro y una lampara, si no vas a dirigir tu empeño a los estudios y acciones honestas, la envidia y la pasión te torturarán despierto. Pues ¿por qué te apresuras a remover lo que molesta a los ojos, si lo que está en el alma, difieres la hora de curarlo de año en año? |
Ut
iugulent hominem surgunt de nocte latrones; [32]
ut te ipsum serues, non expergisceris? Atqui si noles sanus, curres hydropicus, et ni posces ante diem librum cum lumine, si non [35] intendes animum studiis et rebus honestis, inuidia uel amore uigil torquebere. Nam cur, quae laedunt oculos, festinas demere, siquid est animum, differs curandi tempus in annum? |
Quien empieza, tiene la mitad de la obra; ¡atrévete a saber! ¡Empieza! Quien retrasa la hora de vivir rectamente, espera como el rústico mientras el río fluye: pero este, rápido, corre y correrá por todos los siglos. | Dimidium facti, qui
coepit, habet; sapere aude! Incipe! Uiuendi qui recte prorogat horam, [41] rusticus expectat dum defluat amnis: at ille labitur et labetur in omne uolubilis aeuum. |
Inutilidad
de las ambiciones
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Se busca plata y para
procrear niños una fértil esposa y se someten los bosques incultos con el arado: a quien le toca lo suficiente, que no desee nada más. Ni la casa ni la finca, ni los montones de bronce y oro apartan la fiebre del cuerpo enfermo del amo, ni las cuitas del alma: es necesario que el dueño tenga salud, si piensa gozar felizmente de los bienes acumulados. |
Quaeritur argentum
puerisque beata creandis uxor et incultae pacantur uomere siluae: [45] quod satis est cui contingit, nihil amplius optet. Non domus et fundus, non aeris aceruus et auri aegroto domini deduxit corpore febrem, non animo curas: ualeat possessor oportet, si conportatis rebus bene cogitat uti. [50] |
Al que arde en deseo o teme, la casa y los bienes le valen tanto como las pinturas al legañoso, los paños tibios al gotoso, las cítaras a las orejas afligidas por la suciedad acumulada. Si el recipiente no es puro, todo lo que metes, se agria. |
Qui
cupit aut metuit, iuuat illum sic domus et res
Sincerum est nisi uas,
quodcumque infundis acescit.ut lippum pictae tabulae, fomenta podagram, auriculas citharae collecta sorde dolentis. |
“Si no quieres correr sano, correrás hidrópico”. La sabiduría
y la virtud no son elementos opcionales o decorativos en la vida
humana que impunemente podemos dejar a un lado. La vida misma se
encarga de “castigar” al necio, pues la vida es una carrera que
debemos correr: o lo haremos bien, con sabiduría y virtud, y por
tanto con felicidad; o lo haremos mal, con necedad y vicios y por
tanto desgracia e infelicidad. Esa es la primera gran verdad que
Horacio quiere hacer notar, casi gritar, al joven Lolio.
“Para matar a un hombre se alzan de noche los ladrones ¿Para cuidarte a ti mismo, no te despiertas?”. Durante la niñez y la
juventud se vive como en un sueño, del cual hay que despertar a
prisa, si no quieres que la vida te triture. Todo ser humano que ha
llegado a este mundo cuando alcanza la juventud se encuentra en una
encrucijada: dejarse arrastrar por el camino ancho de los pasiones o
asumir los trabajos del camino estrecho de la virtud.
“Si
no pides antes que amanezca un libro y una lampara, si no vas a dirigir tu
empeño a los estudios y acciones honestas, la envidia y la pasión te torturarán despierto”. Desde Sócrates y Platón
toda la filosofía griega ha hecho una ecuación entre saber y
virtud: mientras más conocimientos tuviese una persona, más
virtuosa sería, pues tenían la convicción que el que obra mal, en
el fondo siempre obra por ignorancia; para ellos es extraño el
concepto judeo-cristiano de una “gracia y una sabiduría”
infundida y revelada externamente desde Dios para alcanzar la
perfección. En el caso del epicureísmo este imperativo de
“conocer”, adoptaba un carácter más cosmológico, en la medida
que a diferencia de las otras corrientes filosóficas, su visión era
completamente revolucionaria: el universo estaba formado por átomos
que se regían por sus propias leyes, también este mundo, las
plantas, animales y el ser humano seguían estas leyes, en las cuales
nada tenían que ver los dioses, que vivían apartados e indiferentes
a la incesante fragua creadora y destructora de universos, entre cuyo
oleaje brevemente el hombre aparece para intentar ser feliz antes de
volver a ser engullido por la naturaleza. Solo el que obtiene este
saber, según Epicuro, podrá librarse de las angustias de la mente,
del miedo a los dioses y a la muerte, y llevar una existencia plena y
feliz, en cuanto nos es posible, viviendo solos en un mundo extraño
y hostil.
"¡Atrévete a saber! ¡Empieza!" (= sapere aude! Incipe!). Es
imperativo que el joven se ponga pronto manos a la obra, que tenga el
coraje de empezar a enterarse de cómo son realmente las cosas,
empezar a leer y a saber. Y no quedarse boquiabierto ante la vida,
como el necio que pierde las horas mirando el río pasar con la
absurda esperanza que en algún momento dejará de fluir.
“A
quien le toca lo suficiente, que no desee nada más.” En esta otra
sección Horacio empieza enumerando los pilares de la economía
romana: comercio, familia y agricultura (no menciona la conquista) y
condena como locura el consagrar todas las fuerzas y el tiempo a
“buscar plata”. Pues la ambición y la avaricia suelen consumir
el tiempo, el alma y la salud de quienes se hacen sus esclavos,
víctimas de una sed insaciable, encadenados a una rueda que no deja
nunca de girar. El sabio es el que sabe decir “basta”, sabe qué
es lo necesario para vivir, sabe apreciar el valor de las cosas y
sabe disfrutar de ellas; se sirve de las cosas, no es esclavo de las
cosas. Entonces disfruta y es feliz con lo que tiene, obtiene la
dulzura de todas las cosas; en cambio el necio, aunque sea rico,
siempre está hambriento, inquieto, disgustado: destruye las cosas y
finalmente no obtiene nunca el placer que esperaba. El sabio lo
observa y se ríe, porque sabe que “si el recipiente no es puro,
todo lo que metes se agria.”