La palabra “leyenda”
proviene del término latino legenda (gerundivo neutro plural
de legere), que textualmente significa más o menos “lo que
se debe leer”. El término adquirió vida propia en la Edad Media,
cuando se utilizó en las rúbricas de los textos litúrgicos para
indicar cuáles eran las lecturas de la vida de los santos “que se
debían leer” cada día. El llamado “Oficio de lectura” era una
especie de florilegio de escritos de los santos y vidas de los
mártires principalmente, el cual fue introduciéndose en la
“Liturgia de las Horas”, que era el ciclo de oraciones que
marcaba el ritmo diario de conventos y catedrales (y ellas eran parte
esencial en la Europa medieval).
La popularidad de los
santos y la humana curiosidad sin duda contribuyeron a que cada vez
se diera más espacio a los relatos sobre vidas, milagros y martirios
de los santos. Aunque ya en los más antiguos escritores cristianos
encontramos relatos sobre algunos mártires, sin embargo fue en
Bizancio donde surgió la primera gran “fábrica” de estos
relatos, donde la fantasía oriental, hiperbólica por tradición,
fue supliendo lo que los datos no ofrecían. Así, a partir de los
recuerdos de tantos mártires que sufrieron y murieron bajo las
múltiples persecuciones romanas, en donde quizás apenas se
recordaba unos nombres y unos pocos datos sobre su muerte, la
fantasía popular fue construyendo relatos pormenorizados, con
diálogos y diversos personajes. Además se estableció una especie
de “competencia del dolor”: más grande o digno parecía el santo
que más hubiese sufrido; por lo tanto no bastaba con que la
tradición afirmase que había sido decapitado o crucificado: para
destacar entre los demás el juglar debía hacer pasar a su santo por
una serie de penurias, de modo que a veces debía hacer intervenir a
Dios para sanar las heridas o devolver los miembros y que el santo
pudiese continuar afrontando los nuevos tormentos que su imaginación
dictaba.
Este deseo de magnificar
la capacidad de sufrimiento del santo y detenerse en detalles
escabrosos produjo que esos relatos adquiriesen un tinte macabro. El
relato de una persona que es torturada y asesinada no puede ser plato
fácil, sin embargo la literatura cristiana ya tenía el ejemplo de
sobriedad de los evangelios al narrar la pasión de Jesucristo, o los
escritos de los primeros padres, como leemos en Eusebio de Cesarea:
“sería superfluo dar sus nombres, pero has de saber que hombres y
mujeres, jóvenes y viejos, doncellas y madres, soldados y civiles,
de toda raza y edad, algunos a través de azotes y fuego, otros por
la espada, han conseguido la victoria y recibido sus coronas”.
(Historia eclesiástica, VII, 11, 20). Pero la sobriedad de los primeros escritores cristianos no fue imitada por aquellos que fraguaban relatos de mártires y solo quería dejar boquiabiertos a sus ingenuos lectores.
Cuando estos relatos
llegaron a Europa encontraron rápida y entusiasta acogida, siendo
objeto de distintas colecciones, que parecen haber sido escritas en
colaboración por Walt Disney y Quentin Tarantino, pues ahí se
mezcla los más altos vuelos de ingenua fantasía con actos
sangrientos y violentos, ingredientes que a la vez que horrorizan a la audiencia
(ayer como hoy) al mismo tiempo la atraen. Estos dos elementos
seguramente echan bastante luz sobre algunos aspectos de la cultura y
la literatura occidental de los siglos siguientes hasta hoy.
Ilustración del Catalogus sanctorum, f. 4, edición Lugdunum1543. |
Todos esos elementos se dan en la leyenda de santa Bárbara, que fue
una de las santas más populares en la Edad Media, y su devoción se
mantiene muy extendida, incluso en el mundo anglosajón. Al leer su
historia comprendemos porque es patrona de los mineros, ingenieros,
bomberos y artilleros, y porque se invoca su protección contra los
rayos.
A continuación una de
las versiones más populares de su historia.
Petrus de Natalibus, Catalogus sanctorum et gestorum eorum, lib. 1, cap. 25, Vicenza 1493 (BDH p. 20)
La virgen Bárbara fue martirizada en la ciudad
de Nicomedia, en tiempos del emperador Maximiano bajo el
gobernador Marciano. Su padre, llamado Dióscoro, pagano y noble de
la ciudad, tras construir una alta torre, encerró ahí a su
bellísima hija Bárbara para que no sea vista por los hombres. Y
aunque muchos la habían pedido en matrimonio, ella, ya cristiana
en el alma, inspirada divinamente negaba su consentimiento.
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Barbara uirgo passa est in ciuitate Nicomedie,
tempore Maximiani imperatoris sub preside Martiano. Cuius pater,
Dioscorus nomine, eiusdem ciuitatis nobilis et paganus, turri excelsa
fabricata, filiam pulcherrimam Barbaram intromisit ne ab hominibus
uideretur. Cumque plurimi eam in coniugium peterent, illa, iam
animo christiana, diuinitus inspirata consensum denegabat.
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Y aunque el padre había ordenado a los obreros
hacer dos ventanas en las termas que había construido en la
torre, cuando él se fue, Bárbara hizo erigir una tercera.
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Et dum pater in balneo quod edificabatur in
turri, iussisset ab artificibus duas fieri fenestras, eo
discedente, Barbara tertia erigi fecit.
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Y bajando ella a las termas y pintando en el
mármol con el dedo la señal de la cruz, de inmediato apareció
en la piedra la señal de la cruz como si hubiese sido esculpida
con hierro. De igual modo también en la piedra se imprimieron las
huellas de sus pies.
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Et descendens in balneum depingensque digito in
marmore crucis signum, mox in petra signum crucis apparuit acsi
ferro sculptum esset. Similiter in et silicie uestigia pedum illius
impressa sunt.
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Y entrando la joven en una piscina llena de agua,
oró para que se santificase el agua, y sumergiendo su cuerpo,
ella misma se bautizó en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Luego, tras salir del agua, subiendo a la torre,
escupió al rostro de los ídolos y, mirando al cielo, adoró al
Dios verdadero.
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Et descendens puella in concam inundantibus
aquis, orauit ut sanctificaretur aqua, et submergens corpus
se ipsam baptizauit in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti.
Egressa igitur de aqua, turrem conscendens, in idolorum facies
conspuit et, respiciens in celum, Deum uerum adorauit.
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Luego, al volver el padre e interrogarla de
porqué había ordenado hacer tres ventanas en las termas, escuchó
de ella: “Porque son tres los que iluminan el mundo, el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo”. Al oír eso el padre, tras coger
su espada, la persiguió para matarla. Ella al huir y quedar
atrapada al pie de una montaña, oró al Señor y, partida la
roca, el monte dividido por el medio acogió a la virgen y la
arrojó por el otro lado.
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Rediens ergo pater et eam interrogans cur tres
fenestras in balneo fieri iusserat, audiuit ab ea: “Quia tres
sunt qui mundum illuminant, Pater et Filius et Spiritus Sanctus”.
Quod audiens pater, arrepto gladio, eam insequitur ut occideret
illam. Que dum fugeret et a montis crepidine preclusa artaretur,
orauit ad Dominum et, scisso lapide, mons per medium diuisus uirginem suscepit et ad aliam partem eiecit.
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Mientras subía el padre hasta ahí, habiendo
preguntado a dos pastores que apacentaban sus rebaños, si habían
visto a la joven fugitiva, uno de ellos, deseando salvarla, lo
negó con juramento; pero el otro, queriendo que muriese, la
señaló con el dedo. Y de inmediato él y sus ovejas se
convirtieron en piedras, que permanecen ahí hasta el presente.
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Quo dum pater ascendens, duos pastores greges
pascentes, interrogasset an puellam fugientem uidissent, unus
eorum cum iuramento negauit, eam saluare cupiens; alter uero ipsam
digito ostendit, eam occidi uolens. Moxque ipse cum pecoribus suis
in lapides conuersi sunt, usque in presens ibi manentes.
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El padre, tras capturarla, arrastrarla de los
cabellos y golpearla duramente, al día siguiente la entregó al
gobernador Marciano para que la castigase. Y habiendo ella
confesado a Cristo y respondido que los ídolos de los paganos
eran demonios, el gobernador ordenó desnudarla y golpearla con
nervios crudos y frotar sus heridas con sacos de cilicio. Después fue puesta en la
cárcel con los pies sujetos a un cepo; ahí es confortada por el
Señor que se le apareció de noche y sus heridas son cerradas.
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Quam pater apprehensam et per capillos tractam et
durissime cesam, Martiano presidi die sequenti tradidit puniendam.
Et dum Christum confiteretur et idola gentium demonia esse
contestaretur, iussit eam preses spoliatam et crudis neruis cedi,
ac cilicinis saccis plagas eius extergi. Deinde carceri immissam
pedibus in ligno constringi; ubi Domino sibi noctu apparente
confortatur ipsiusque uulnera consolidantur.
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Al día siguiente habiéndola el gobernador
confiado a la piedad de los dioses y habiéndose reído la virgen
de su locura, ordenó que se la colgase de los pies, se le rasgase
los costados con ganchos y se le aplicasen velas ardientes. Además
le golpearon la cabeza con martillos hasta que derramó por tierra
abundante sangre de la nariz. Luego hizo cortarle los pezones y
fue conducida desnuda por la ciudad.
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Quod dum die sequenti preses deorum pietati
ascriberet et uirgo eius insaniam derideret, iussit eam uersis
pedibus suspendi, et latera eius unguibus radi atque ardentes
lampades applicari. Insuper et caput malleis contundi donec de
naribus ipsius sanguis abunde stillaret in terram. Deinde
mammillas fecit precidi ipsamque nudam per ciuitatem circunduci.
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Habiendo orado al Señor, mientras era llevada
así, un ángel se le apareció, envolvió su cuerpo desnudo con
una estola blanca, le devolvió los pezones y sanó todas sus
llagas. Cuando el gobernador supo aquello, lleno de una rabia
descontrolada, mandó decapitarla.
Conduciéndola su padre al monte donde la había
capturado, con sus propias manos le cortó la cabeza, y de
inmediato él fue consumido por un fuego celestial.
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Dum autem sic ducta orasset ad Dominum, angelus
sibi apparens denudatum corpus eius candida stola contexit, et
mammillis restitutis plagas omnes sanauit. Quod dum preses
cerneret, furore nimio repletus, eam decollari mandauit.
Quam pater ad montem ubi eam comprehenderat
adducens, caput eiusdem manibus propriis amputauit, moxque ab igne
celesti consumptus est.
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El cuerpo de la virgen fue sepultado por
Valentiano, un cristiano de Nicomedia, en el segundo día antes de
las nonas de diciembre, y pasado el tiempo fue trasladado de ahí
a Constantinopla.
Después fue llevado a Venecia por algunos nobles
venecianos. Se dice que reposa en la iglesia de Santa María de
los frailes crucíferos.
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Corpus autem uirginis a Valentiano, quodam
christiano Nicomedie, sepultum est, die secundo nonas decembris,
indeque temporis processu Constantinopolim translatum.
Postmodum a uenetis quibusdam nobilibus Venetias
delatum. Requiescere dicitur in ecclesia Sancte Marie
cruciferorum.
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