El
ser humano siempre ha querido superar los límites a su conocimiento
y a su poder. Por un lado todos vemos como evidente que tenemos
limitaciones, pero los hitos de esa frontera no siempre han estado en
el mismo sitio. Los indios de Jamaica estuvieron absolutamente
seguros que Cristóbal Colón poseía un poder sobrenatural cuando el
29 de febrero de 1504 les pronosticó un eclipse de luna. Pero
también Colón se hubiese quedado boquiabierto si le hubiesen pasado
una vídeollamada de la reina Isabel. Por una parte anhelamos conocer
más: el agricultor si podrá cosechar lo que ha sembrado, el
asalariado cuánto tiempo estará contratado, el negociante si su
inversión será exitosa, quién es el que me hace daño; pero
también tener más poder: para que la pareja me ame, para vengarme
de un enemigo poderoso, para tener más dinero y éxito. El saber y
el poder en sí mismos me parece que son moralmente neutrales. Es
cada ser humano que lo convierte en bueno o malo. Una pistola en
manos de uno sin escrúpulos puede producir un criminal, pero en
manos de uno justo puede hacer un héroe. Puedes usar tus mejores
conocimientos financieros para estafar a la gente o para asesorarlas
debidamente.
Esta
pugna entre saber, poder y ética ha tenido distintos matices y
enfoques en cada cultura y época. Durante la Edad Media esa pugna no
solo se ocupó de los fines sino incluso de los medios para alcanzar
cierto tipo de saber y poder. En la mentalidad cristiana medieval se
aceptaba que había un conocimiento natural (que nacía de los
sentidos y la ciencia) y uno sobrenatural (surgido de la revelación
divina). Pero frente a ellos siempre hubo quienes afirmaron tener una
tercera vía: un conocimiento y poder cuyas raíces se mezclaban
entre lo natural y lo sobrenatural, pero que claramente no podían
atribuirse ni a la ciencia ni al Dios cristiano.
Aunque
esas prácticas son variadísimas y casi innumerables, creo que
podemos dividirlas en dos grandes grupos. Primero las que están
centradas en el conocimiento de algo inalcanzable por el intelecto humano: ahí podemos poner a todos los tipos de adivinos (que leen
la mano, las estrellas, las entrañas de los animales, que hablan con
los muertos, etc, etc.), los cuales solo pretenden avisar sobre
hechos, peligros u oportunidades. En el segundo grupo están los que
pretenden tener un poder eficaz superior a las fuerzas humanas (volar, causar tempestades, etc.) que se aplican especialmente en tres grandes esferas: sanar males
incurables, insuflar odio o amor , proteger o causar daño en el
cuerpo o en los bienes. Estos son los curanderos, hechiceros, brujos,
chamanes, etc. que aseguran poder otorgar a quien quieren salud, dinero y amor, o lo
contrario.
Francisco de Goya, "Vuelo de brujas" (c. 1798), en Museo del Prado de Madrid. Foto de Art History Feed en Wikicommons. |
Es
fácil comprender que en aquella época debió ser difícil
distinguir entre un mero curandero (que curaba dislocaciones de
huesos y aplicaba ungüentos y hierbas) de un auténtico brujo (que
usaba conjuros o incluso invocaciones al demonio). Debió ser difícil
distinguir entre un espíritu científico que tanteaba los umbrales
de la geología y la química, de un alquimista que buscaba una
varita y una fórmula mágica para transformar un hombre en ratón.
En esa época en que las ciencias estaban en pañales, es
comprensible que se mezclase conocimientos y técnicas legítimas, o
al menos inocuas, con otras dañinas o con simple charlatanería. Y
es comprensible que la Iglesia mirase con desaprobación estas
prácticas e incluso que al reprimirlas cometiese excesos e
injusticias.
En
la actualidad muchos quisieran una legislación más severa al
respecto, pero parece que el gran movimiento económico que producen
(y del que sacan tajada periódicos y televisiones) hace que las
autoridades lo consideren una especie de "estafa y mal legal",
pues reconocen el fraude al bolsillo, lo dañino para la salud y la
adicción que puede causar, pero hacen poco o nada por atajar esta plaga.
Foto del diario "Faro de Vigo" del 22/05/16: "Detenido un vidente senegalés en Pontevedra por estafar más de 7000 euros a dos mujeres" |
Lo
dicho sirva como introducción a una serie de textos (del s. IX hasta el XII) que voy a ir
publicando sobre la posición que tuvo la Iglesia durante la Edad
Media sobre los poderes sobrenaturales que adivinos y brujos aseguraban poseer. Esos textos nos mostrarán que inicialmente la Iglesia tuvo hacia la brujería una actitud bastante escéptica, lo cual contrasta con la actitud que irá tomando fuerza a partir del s. XIV y que desembocará en la caza de brujas.
El
primer texto es el famoso "canon Episcopi". Se llama
"canon" porque así se llamaba a las decisiones emanadas
por los concilios, y en este caso se creía que había sido emanado
por el concilio de Ancyra (hoy Ankara) el a. 314, pero eso fue una
confusión y hoy se piensa que fue dictado por algún concilio en la
Francia del s. IX. Se llama "Episcopi" porque según la
costumbre eclesial los documentos se titulan con la primera o
primeras palabras. Este canon, que durante siglos marcó una postura
algo escéptica de la Iglesia respecto a los supuestos poderes
mágicos, es citado por primera vez por el abad Regino de Prüm (†
915) en una sección titulada "De incantatoribus, maleficis et
sortilegis". He dividido el texto en párrafos numerados para
referirnos más fácilmente a cada parte.
REGINO
PRUMIENSIS, Libri duo de synodalibus causis et disciplinis
ecclesiasticis, lib. 2, cap. 371, editado por F. Hermann
Wasserschleben, Lipsiae 1840, p. 354-356.
Capítulo
371. Sobre las mujeres que dicen que cabalgan con los demonios
durante la noche.
|
Capitulum
CCCLXXI. De mulieribus quae cum daemonibus se dicunt nocturnis
horis equitare.
|
1. Los
obispos y los ministros de los obispos se esfuercen en trabajar
con todas sus fuerzas para erradicar por completo de sus
parroquias el arte adivinatorio y hechicero, inventado por el
diablo, y si hallasen algún varón o mujer seguidor de dicha
maldad, que lo expulsen de sus parroquias ignominiosamente
infamado.
|
1.
Episcopi episcoporumque ministri omnibus viribus elaborare
studeant ut perniciosam et, a diabolo inventam, sortilegam et
maleficam artem penitus ex parochiis suis eradant, et si aliquem
virum aut feminam huiuscemodi sceleris sectatorem invenerint,
turpiter deshonestatum de parochiis suis eiiciant.
|
2. Pues
el Apóstol dijo:1
"Después de una y dos advertencias evita al faccioso,
sabiendo que quien es así se ha pervertido". Se consideran
pervertidos y capturados por el diablo quienes, abandonando a su
Creador, piden auxilio al diablo. Y por eso se debe limpiar la
santa Iglesia de tal peste.
|
2. Ait
enim apostolus: "Hereticum post unam et secundam admonitionem
devita, sciens quia subversus est, qui eiusmodi est".
Subversi sunt et a diabolo capti tenentur qui, derelicto Creatore
suo, a diabolo suffragia quaerunt. Et ideo a tali peste mundari
debet sancta Ecclesia.
|
3.
Tampoco se debe pasar por alto que algunas mujeres depravadas,
vueltas seguidoras de Satanás, engañadas por ilusiones y
fantasías de los demonios, creen y afirman que durante la noche
ellas cabalgan sobre ciertas bestias junto con la diosa de los
paganos Diana y con una innumerable multitud de mujeres, y que
recorren grandes distancias en el silencio de la medianoche, y que
como a una ama obedecen sus órdenes y que ciertas noches son
llamadas a su servicio.
|
3. Illud
etiam non omittendum quod quaedam sceleratae mulieres, retro post
Satanam conversae, daemonum illusionibus et phantasmatibus
seductae, credunt se et profitentur nocturnis horis cum Diana,
paganorum dea, et innumera multitudine mulierum equitare super
quasdam bestias, et multa terrarum spatia intempestae noctis
silentio pertransire, eiusque iussionibus velut dominae obedire et
certis noctibus ad eius servitium evocari.
|
4. ¡Pero
ojalá solo ellas pereciesen en su perfidia y no arrastrasen
consigo a muchos a la ruina de la apostasía! Pues una gran
multitud, engañada por este falso rumor, cree que estas cosas son
ciertas, y al creerlas se desvía de la recta fe y recae en el
error de los paganos, al creer que existe alguna divinidad o numen
aparte del único Dios.
|
4. Sed
utinam hae solae in perfidia sua perissent et non multos secum in
infidelitatis interitum pertraxissent! Nam innumera multitudo, hac
falsa opinione decepta, haec vera esse credit, et credendo a recta
fide deviat et in errorem paganorum revolvitur, cum aliquid
divinitatis aut numinis extra unum Deum esse arbitratur.
|
5. Por
eso los sacerdotes, en las iglesias que se les ha confiado, deben
predicar al pueblo en toda ocasión para que sepan que todo esto
es totalmente falso, y que tales fantasías son puestas en las
mentes de los infieles no por Dios sino por un espíritu maligno,
pues el mismo Satanás, que se transfigura en ángel de luz, tras
capturar la mente de alguna mujerzuela y someterla por la
infidelidad y la incredulidad, de inmediato se transforma bajo el
aspecto y similitud de diversas personas, y engañando en sueños
la mente que tiene cautiva, mostrando a veces cosas alegres o
tristes, a veces personas conocidas o desconocidas, la conduce al
extravío, y aunque esto solo lo experimenta la mente del infiel,
su mente supone que ocurre no en la fantasía sino corporalmente.
|
5.
Quapropter sacerdotes, per ecclesias sibi commissae, populo omni
instantia praedicare debent ut noverint haec omnimodis falsa esse,
et non a divino sed a maligno spiritu talia phantasmata mentibus
infidelium irrogari, siquidem ipse Satanas, qui transfigurat se in
angelum lucis, cum mentem cuiuscunque mulierculae ceperit et hanc
sibi per infidelitatem et incredulitatem subiugaverit, illico
transformat se in diversarum personarum species atque
similitudines, et mentem, quam captivam tenet, in somnis deludens,
modo laeta, modo tristia, modo cognitas, modo incognitas personas
ostendens, per devia quaeque deducit, et cum solus eius spiritus
hoc patitur, infidelis mens haec non in animo sed in corpore
evenire opinatur.
|
6. Pues
¿quién no es conducido fuera de sí mismo en sueños y visiones
nocturnas, y durmiendo ve muchas cosas que nunca vería despierto?
En verdad ¿quién es tan necio y bruto, que piense que todas
estas cosas que solo pasan en la mente, también ocurren
realmente?
|
6. Quis
enim non in somnis et nocturnis visionibus extra se ipsum educitur
et multa videt dormiendo, quae nunquam viderat vigilando? Quis
vero tam stultus et hebes sit, qui haec omnia, quae in solo
spiritu fiunt, etiam in corpore accidere arbitretur?
|
7. Cum
Ezechiel propheta visiones Domini in spiritu, non in corpore
vidit. Et Iohannes apostolus Apocalypsis sacramenta in spiritu,
non corpore vidit et audivit, sicut ipse dicit: "Statim fui
in spiritu". Et Paulus non audet se dicere raptum in corpore.
|
|
8. Así
pues se debe anunciar públicamente a todos que quien cree tales
cosas y similares ha perdido la fe, y quien no tiene la recta fe
en Dios, no es de Él, sino de aquel a quien cree, o sea del
diablo.
|
8.
Omnibus itaque publice adnunciandum est quod qui talia et his
similia credit fidem perdidit, et qui fidem rectam in Deo non
habet, hic non est Eius, sed illius, in quem credit, id est
diaboli.
|
9. En
verdad de nuestro Señor se escribió: "Todas las cosas
fueron hechas por Él".5
Por lo tanto todo el que crea que se puede crear algo, o cambiar a
mejor o peor alguna creatura o transformarla en otra especie o
forma, si no es por el mismo Creador, que hizo todo y por el que
todo existe, sin duda es un infiel.
|
9. Nam
de Domino nostro scriptum est: "Omnia per ipsum facta sunt".
Quisquis ergo aliquid credit posse fieri, aut aliquam creaturam in
melius aut in deterius immutari aut transformari in aliam speciem
vel similitudinem, nisi ab ipso Creatore, qui omnia fecit et per
quem omnia facta sunt, procul dubio infidelis est.
|
En
los n. 1-2 se exhorta a todos los ministros de la Iglesia a erradicar
de sus jurisdicciones a todos los que practican la adivinación y la
hechicería. Se considera indudable que ese conocimiento
(adivinación) y ese poder (hechicería) no es natural ni viene de
Dios, sino que proviene del demonio, es decir se obtiene invocando el
auxilio del demonio. Ya que los adivinos y hechiceros aspiran a algo
que el ser humano no puede saber ni realizar de modo natural,
entonces recurren al poder superior de los demonios. Por otro lado el
canon declara que los que invocan al demonio "han abandonado al
Creador", es decir deben ser considerados apóstatas, es decir
que han abandonado el cristianismo. Pues mientras que el hereje solo
distorsiona algunas verdades del cristianismo, pero mantiene al menos
el núcleo de la fe en Dios, el apóstata abandona en bloque toda la
fe, porque niega lo más esencial, y en lugar de adorar a Dios, adora
al demonio. Por último hay que notar que la única pena que se
impone al culpable recalcitrante es la expulsión ignominiosa de la
comunidad. En cambio la ley civil de los emperadores cristianos
imponía la pena de muerte, tal como el mismo Regino alega (cap.
160-162 citando el Código Teodosiano) y también podemos leer en el
Código de Justiniano, C 9 18.
En
el n. 3 se explayan en una práctica que consideran especialmente
nociva. A partir de lo que dice el texto y lo que se lee entrelíneas
podemos sacar en limpio que era un culto pagano a la diosa Diana, que
parece exclusivamente femenino, que no se celebraba individualmente
sino en grupo, por lo tanto funcionaban como una asociación secreta
con algún tipo de liderazgo, que se celebraba por las noches (Diana
era identificada con la luna) y podemos suponer que la celebración
era en lugares apartados, para evitar ser detectados y porque Diana
era protectora de los bosques y la caza, que en estas reuniones se
consumiría (bebiendo o inhalando) sustancias alucinógenas, que
producen la sensación de disociarse del propio cuerpo y volar.
Otros
muchos testimonios medievales confirman que durante siglos
persistieron distintos cultos paganos en la Europa cristiana: eran
pequeños grupos en zonas remotas donde era débil la presencia de la
Iglesia. De hecho el cristianismo se expandió desde las ciudades al
mundo rural, pero ahí la resistencia fue tal, que los cristianos
identificaron a los no-cristianos con el término "paganus"
= aldeano, rústico, ignorante. No es de extrañar entonces que en la
Francia del s. IX todavía subsistía el culto a Diana en grupos de
mujeres rústicas, que suelen ser más aferradas a sus tradiciones y
con el aliciente que ese culto les brindaba un espacio de libertad
festiva exclusivamente femenino. Parece claro que estos ritos inofensivos con el tiempo irán perdiendo su genuino sentido festivo y religioso (orar por las cosechas, por el ganado y los hijos) y por influjo de la predicación de la Iglesia se transformarán en el maligno aquelarre satánico.
Fresco del s. IV de Diana cazadora, en el hipogeo entre vía Livenza y vía Po (barrio Pinciano, Roma). Foto de Andrea Barbati en su blog "Dice che a Roma", post del 10/12/12. |
En
el n. 4 se lamenta que muchos crean que realmente Diana pueda
hacerlas volar. Mientras estos grupos eran pequeños no serían
molestados, pero si tenían mucho éxito, era inevitable que la
noticia de sus actividades llegasen a oídos de los obispos y estos
pusiesen en marcha mecanismos (la predicación y el brazo secular)
para frenar y extirpar la infección.
En
los n. 5-7 se recalca que se debe predicar que todo es pura ilusión:
el demonio no concede el poder de volar, sino que únicamente crea
esa sensación en sueños y alucinaciones. Parece que el demonio
tiene nulo o escaso poder en el mundo real y solo puede obrar en la
imaginación o adoptar distintas apariencias para engañar nuestros
sentidos. Y por lo tanto parece que el texto sugiere que los
adoradores del demonio, nunca o por lo general, no obtienen ninguna
capacidad portentosa sino que son engañados para que piensen que son
poderosos. Toda o gran parte de la hechicería no sería más que
superchería.
En
los n. 8-9 se vuelve a subrayar que es incompatible la fe cristiana
con tales prácticas y por lo tanto se pierde la condición de
cristiano y se convierte en un infiel. Por último se recalca que las
transmutaciones (convertir un hombre en roca, o un animal en humano,
etc) son imposibles y creer en esto significa negar a Dios creador de
todas las cosas.
Conclusión:
este texto muestra un alto concepto de Dios Uno y Creador, que ha
creado el mundo y le ha impuesto unas leyes que nadie, ni siquiera el
demonio, puede quebrantar. No se dice nada sobre la posibilidad de la
adivinación ni se niega expresamente la eficacia de todo tipo de
hechicería, pero está claro que se recorta drásticamente sus
pretensiones más maravillosas, del mismo modo que se ha restringido
la capacidad del demonio para actuar en el mundo físico.
Notas
1 Tito
3, 10-11. San Pablo se refiere de modo genérico a todo el que
divide y perturba en cualquier modo la armonía de la comunidad.
Tradicionalmente se ha aplicado al hereje, es decir al que introduce
errores en la fe.
2 Ez
1, 1; 3, 12-14.
3 Ap
4, 2.
4 2
Cor 12, 2-3. Pablo dice que fue arrebatado "en espíritu"
al cielo, es decir que tuvo una visión del cielo.
5 Jn
1, 3.