En la Historia Karoli Magni, según la versión del Codex Calixtinus, encontramos un rico folclore medieval de Francia y algo del norte de España. El autor sin duda fue un monje: eso lo notamos en la insistencia en extraer lecciones morales de sus relatos: no sólo quiere entretener a sus lectores con relatos heroicos sino también quiere edificarlos como buenos cristianos. De su relato también podemos deducir que era benedictino, francés y probablemente que nunca llegó hasta Santiago de Compostela: siempre habla elogiosamente de los galos, de hecho el héroe de su relato es Carlomagno, siente gran aprecio por la abadía de saint-Denis de París, los detalles que ofrece suelen ser de lugares del camino de Santiago donde hay abadías benedictinas, no contiene ninguna descripción de Compostela, etc. En el mejor de los casos quizás realizó una parte del camino de Santiago y completó el resto del relato, cual Julio Verne medieval, a partir de los relatos recogidos por otros compañeros monjes y las populares canciones de los trovadores acerca de Carlomagno y Rolando.
Un ejemplo de ese folclore medieval lo tenemos en el relato De exemplo elemosinae mortui. Una de las principales fuentes de ingresos económicos para el clero eran los testamentos: aterrorizados ante la proximidad de la muerte, y convenientemente azuzados por frailes y confesores, muchos moribundos dejaban sus bienes a la Iglesia, en concepto de sufragios por su alma. Sin embargo todos estos esfuerzos muchas veces caían en saco roto porque no todos llegaban a poner por escrito su última voluntad y los herederos solían mostrarse poco dispuestos a soltar la imprevista ganancia. Aunque el confesor supiese cuál era la última voluntad del difunto, tenía que contemplar impotente cómo los herederos se lo llevaban todo. ¿Cómo solucionar esto? Con el relato de un caso ejemplar.
Monjes orando ante un féretro. Libro de las Horas de Isabella Chiaromonte (finales del s. XV). Ms Typ 0463, fol. 97, en Harvard University, Cambridge. |
VII. Un caso sobre la limosna para los
difuntos.
|
VII. De exemplo elemosine mortui
|
Pero debemos relatar un caso muy ejemplar que
entonces el Señor se dignó mostrar a todos nosotros sobre los
que injustamente retienen las limosnas para los difuntos.
|
Set quale exemplum Dominus tunc nobis omnibus
ostendere dignatus est de his qui mortuorum elemosinas iniuste
retinent, nobis est dicendum.
|
Pues estando acampado el ejército de Carlos en
Bayona, una ciudad de los vascos, un soldado de nombre Romaricus,
estando muy enfermo, próximo a morir, recibida la confesión y la
eucaristía del sacerdote, ordenó a un pariente suyo que vendiese
un caballo que tenía y que el dinero lo distribuyese entre los
clérigos y los pobres.
|
Cum igitur apud Bayonam, urbem basclorum,
Karoli exercitus hospitatus esset, miles quidam nomine Romaricus,
valde aegrotus, morti proximus, accepta poenitencia et eucaristia
a sacerdote, ut equum quem habebat venderet preciumque clericis
et egenis erogaret, cuidam consanguineo suo praecepit.
|
Muerto éste, aquel pariente, llevado por el
aguijón de la ambición, vendió el caballo por 100 sólidos, y
rápidamente gastó el dinero en comida, bebida y ropa. Pero ya
que el castigo del Juez divino suele suceder a las malas acciones,
pasados 30 días, por la noche, en sueños, se le apareció el
muerto diciendo: "Puesto que te encomendé dar en limosna mis
bienes por la redención de mi alma, has de saber que el Señor me
perdonó todos mis delitos, pero ya que injustamente retuviste mi
limosna, haz de saber que por 30 días fui retenido en las penas
infernales; pero que sepas que tú serás puesto el día de mañana
en el mismo lugar infernal de donde he salido, y yo me sentaré en
el Paraíso".
|
Quo mortuo, consanguineus ille, invidie stimulo
tactus, equum C. solidis vendidit, preciumque cibis potibusque vestibus velociter
expendidit. Sed quia malis factis divini Iudicis vindicta proxima
esse solet, transhactis XXX diebus, apparuit ei nocte, in extasi,
mortuus dicens: "Quoniam res meas pro anime meae redempcione
in elemosina tibi commendavi ad dandum, scias, omnia crimina mea
Deum mihi dimisisse, sed quia iniuste elemosinam meam retinuisti,
per triginta dies in tartareis poenis moras me intelligas fecisse;
te autem in eodem loco infernali unde egressus sum, die crastina
scias ponendum, et me in Paradiso sessurum".
|
Y así, dichas estas cosas el muerto se retiró y
el vivo se despertó tembloroso. El cual, habiendo narrado a
todos muy de mañana todo lo que oyó, y mientras todo el ejército
hablaba de tal suceso, de improviso en el aire hubo un clamor
sobre él, como el rugido de leones, lobos y terneros, y de
inmediato fue arrebatado, vivo y sano, de en medio de los
circundantes, entre aullidos por los demonios.
|
His itaque dictis mortuus recessit, vivusque
tremefactus evigilavit. Qui cum summo mane narraret cuncta quae
audierat, omnibus atque omnis exercitus de tanta re inter se
loqueretur, adfuerunt subito clamores super eum in aere, quasi
rugitus leonum, luporum et vitulorum et statim de medio
circumadstancium a daemonibus in ipsis ululatibus vivus ac sanus
rapitur.
|
¿Qué más pasó? Se le buscó 4 días por
montes y valles por soldados a caballo y a pie, y en ninguna parte
se le halló. Finalmente, después de 12 días mientras nuestro
ejército pasaba por un desierto de la tierra de los navarros y
alaveses, se encontró su cuerpo muerto y despedazado, en una
cumbre rocosa, cuyas faldas se hallan a tres leguas del mar,
distante 4 jornadas de la antedicha ciudad.
|
Quid plura? Quaeritur quatuor diebus per montes
et valles ab equitibus et peditibus, et nusquam invenitur. Denique
cum post duodecim dies exercitus noster per deserta telluris navarrorum et alavarum peragrasset, repperit corpus eius
exanimatum ac confractum in cuisdam silicis fastigio, cuius
ascensus tribus leugis habebatur supra mare, distans a praefata urbe IIII dietis.
|
En verdad los demonios arrojaron su cuerpo y se
llevaron su alma al infierno. Por eso, los que injustamente
retienen las limosnas de los difuntos, que se les encomendó
entregar, sepan que se condenarán para siempre.
|
Daemones vero eius corpus eiecerant, animamque ad
tartara rapuerant. Quapropter sciant qui mortuorum elemosinas sibi
ad dandum comendatas iniuste retinent, se dampnandos in aevum.
|
Esta obra completa puedes adquirirla en mi Librería Medieval.