Nos equivocamos si creemos que Cornelia sólo era una madre consagrada a sus hijos y su hogar, ya que desde los tiempos de Augusto se prefirió exaltar su fecundidad, el haber sido "mujer de un solo hombre", su desapego a las "vanidades femeninas" y su dedicación a los hijos.
En realidad ella fue mucho más. Sabemos que ella estuvo entre las primeras mujeres que se dedicaron al estudio: una cosa extravagante para los romanos de su época. No sólo procuró la mejor educación para sus hijos, con maestros griegos, sino que ella misma destacó en retórica. Por el testimonio indiscutible de Cicerón (legimus epistolas Corneliae Gracchorum matris: apparet filios non tam in gremio educatos quam in sermone matris. Brutus, 58, 211) y de Quintiliano (nam Gracchorum eloquentiae multum contulisse accepimus Corneliam matrem, cuius doctissimus sermo in posteros quoque est epistolis traditus. Inst. Orat. 1, 1, 6) sabemos que hablaba y escribía con elegancia y que una colección de cartas de ella se conservó por escrito.
De esa colección sólo han llegado hasta el día de hoy dos fragmentos, a través del historiador romano Cornelio Nepote (¿100 - 25? a.C.), el cual habría recogido algunos fragmentos "ex epistola Corneliae Gracchorum matris excerpta", probablemente incluidas en una biografía que éste escribió sobre sus hijos.
Mucho se ha discutido entre los estudiosos sobre la autenticidad de estos fragmentos, sobre todo por lo poco y lleno de vicisitudes que nos ha llegado de los escritos del propio Cornelio Nepote. Ha sido muy tentador para varios estudiosos pensar que esos escritos son "recreaciones literarias", o sea, meras ficciones o falsificaciones, atribuidas a propósito o por error a Cornelia, la madre de los Graco. Lo que nadie pone en duda es que se trata de genuino estilo y gramática de la aristocracia romana del siglo II a.C., es decir, la época en que vivió Cornelia. Por otro lado, en el contenido de la carta no se encuentra serias razones para negar su autenticidad: por lo tanto se puede afirmar con bastante seguridad que esos fragmentos pertenecen a aquella colección de cartas de Cornelia, atestiguadas por Cicerón y Quintiliano, y por tanto que nos encontramos ante el texto literario latino más antiguo escrito por una mujer, que ha llegado hasta nuestros días.
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"Cornélie, mère des Gracques" grupo de mármol de Jules Cavelier (1814-1894). Musée d'Orsay, París. |
La carta está dirigida a su hijo Gayo. Después del cobarde asesinato de Tiberio (133 a.C.), por su reformas políticas para impedir los abusos de los patricios ricos contra los plebeyos, su hermano menor, Gayo, quiso continuar sus reformas sociales, por lo cual se presentó a las elecciones y obtuvo el cargo de tribunus plebis, el año 123 a.C. La carta de Cornelia debe situarse poco antes de esa fecha, pues ella trata de persuadirle de que no se presente en política con la intención de vengar a su hermano, pues sus enemigos son muchos y poderosos.
A continuación, leemos los dos fragmentos que de esa carta nos han llegado hasta hoy:
Cornelio Nepote, De viris
illustribus, fragmenta 1:
1.
Texto de la carta de Cornelia, madre de los Graco, extraído del
mismo libro de Cornelio Nepote.
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1.
Verba ex epistula Corneliae Gracchorum matris ex eodem libro
Cornelii Nepotis excerpta
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Dices
que es bueno vengarse de los enemigos. A nadie más que a mí eso
le parece lo más grande y bueno, pero [sólo] si puede
conseguirse manteniendo a salvo la república. Pero eso no
puede ser, ya que nuestros enemigos en mucho tiempo y en gran número no
perecerán, y es preferible que ellos estén, como ahora están, a
que se arruine y perezca la república.
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Dices
pulchrum esse inimicos ulcisci. Id neque maius neque pulchrius
cuiquam atque mihi esse videtur, sed si liceat re publica salva ea
persequi. Sed quatenus id fieri non potest, multo tempore
multisque partibus inimici nostri non peribunt atque, uti nunc
sunt, erunt potius, quam res publica profligetur atque pereat.
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Lo
mismo de otro pasaje.
Con
palabras solemnes me atrevería a jurar que, excepto los que
asesinaron a Tiberio Graco, ningún enemigo me ha dado tantos
pesares y tantas angustias como tú con este asunto: el que, de
todos los hijos que tuve antes, debía aliviar y cuidar de parte
[de ellos], para que tuviese el mínimo de inquietud en la vejez,
y que en todo lo que hicieses quisieras agradarme en lo posible, y
tuvieses como impío hacer algo de gran importancia contra mi
opinión, especialmente a mí, a quien le queda un breve tiempo de
vida.
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Eadem
alio loco.
Verbis
conceptis deierare ausim, praeterquam qui Tiberium Gracchum
necarunt, neminem inimicum tantum molestiae tantumque laboris,
quantum te ob has res, mihi tradidisse: quem oportebat omnium
eorum, quos antehac habui liberos, partis [eorum] tolerare atque
curare, ut quam minimum sollicitudinis in senecta haberem, utique,
quaecumque ageres, ea velles maxime mihi placere, atque uti nefas
haberes rerum maiorum adversum meam sententiam quicquam facere,
praesertim mihi, cui parva pars vitae superest.
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¿Ni
siquiera este breve tiempo puede ayudar para que no me
contraríes y arruines la república? ¿Luego cuál será el final?
¿Alguna vez dejará nuestra familia de delirar? ¿Alguna vez
podrá tener mesura? ¿Alguna vez dejaremos de seguir recibiendo y
causando pesares? ¿Alguna vez se avergonzará de agitar y
perturbar la república?
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Ne
id quidem tam breve spatium potest opitulari, quin et mihi
adversere et rem publicam profliges? Denique quae pausa erit?
Ecquando desinet familia nostra insanire? Ecquando modus ei rei
haberi poterit? Ecquando desinemus et habentes et praebentes
molestiis insistere? Ecquando perpudescet miscenda atque
perturbanda re publica?
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Pero
si nada de esto puede ser, busca el cargo de
tribuno cuando yo muera: ¡por mí haz lo que quieras, con tal que yo no lo sepa!
Cuando
yo muera, me honrarás con sacrificios e invocarás el dios
paterno. ¿En ese momento no te avergonzarás de elevar preces al
dios de aquéllos, a los que vivos y presentes tuviste abandonados
y descuidados?
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Sed
si omnino id fieri non potest, ubi ego mortua ero, petito
tribunatum: per me facito, quod lubebit, quum ego non sentiam.
Ubi
mortua ero, parentabis mihi et invocabis deum parentem. In eo
tempore non pudet te eorum deum preces expetere, quos vivos atque
praesentes relictos atque desertos habueris?
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¡No
permita Júpiter que perseveres en eso ni que tal locura entre en
tu mente! Pero si perseveras, me temo que por tu propia culpa
recibirás tal desgracia para toda la vida que nunca podrás
sentirte satisfecho con seguridad.
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Ne
ille sirit Iuppiter te ea perseverare nec tibi tantam dementiam
venire in animum! Et si perseveras, vereor, ne in omnem vitam
tantum laboris culpa tua recipias, uti in nullo tempore tute tibi
placere possis.
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"Cénotaphe des Gracques", grupo en bronce de Eugène Guillaume (1822-1905). Musée d'Orsay, París. |
Por desgracia para Gayo, desoyó el análisis político de Cornelia que era certero: los poderosos terratenientes y aristócratas no le permitieron continuar con las reformas y en la primera ocasión lo condenaron a muerte, aunque Gayo antes de caer en sus manos prefirió suicidarse (121 a.C.).
Cornelia aparece ante nuestros ojos como una mujer inteligente, educada, fría en el cálculo político y al mismo tiempo con un amor maternal lleno de vehemencia: ella percibe que la actitud de su hijo sólo atraerá desgracias a él, a su familia y a la república, y por eso trata de apartarlo de su propósito con todos los argumentos que puede usar alguien que trata de salvar al que ama. Sin duda no se puede reprochar, ni a ella como madre ni a ellos como hijos, por hacer lo que debían de hacer: por eso ocupan un lugar en la Historia.