viernes, 18 de enero de 2019

SAN ANTONIO ABAD: FIESTA, DEMONIOS, UN CERDO Y MUCHO MÁS


El eremita egipcio san Antonio (que no debe confundirse con el franciscano del s. XII san Antonio de Padua) es sin duda uno de los santos en los que más grande es el contraste entre la gran popularidad de su fiesta (cada 17 de enero) y el escaso conocimiento de su historia. Una serie de elementos felices (fogatas, repartición de panecillos, bendición de animales) han sin duda contribuido a que la fiesta se mantenga enraizada en numerosos pueblos, no solo los católicos mediterráneos, sino también en Latinoamérica y el mundo anglosajón. Pero sobre el mismo Antonio la mayoría solo tiene ideas confusas sobre sus tentaciones y sobre un simpático cerdito con el que suele ser representado.

Todavía en vida (y muchísimo más tras su muerte) san Antonio fue una súper estrella que gozó de fama en toda la Cristiandad, contando con miles y miles de seguidores que imitaron su estilo de vida eremítica y recibiendo peregrinos que acudían de todas partes para pedirle una gracia, consejo o simplemente verlo, siendo justamente considerado el padre del monacato cristiano.
"La fuente de San Antonio", 1986 (en Wangen im Allgäu, Alemania). Werner y Elsa Gürtner. Imagen de Wikimedia Commons

 El teólogo san Atanasio, famoso por su feroz controversia con la herejía arriana que negaba la divinidad de Jesucristo, llegó a conocer personalmente a Antonio y escribió la obra que es la mejor fuente para conocerlo: BIOΣ KAI ΠOΛITEIA TOY OΣIOY ΠATPOΣ HMΩN ANTΩNIOY (= Vida y conducta de nuestro santo padre Antonio. Cf. Migne, PG 46, col. 835 ss). Además hay muchos otros escritos que recogen diversas anécdotas, milagros y dichos, entre los cuales destaca los Apophthegmata Patrum (= Los dichos de los Padres. Cf. Migne, PG 65, col. 71 ss). Los estudiosos consideran que estos textos son fidedignos y que la mayoría fueron recogidos en vida de Antonio o poco después de su muerte, pero teniendo en cuenta que mucho se basa en los propios relatos de Antonio o en los recuerdos de sus interlocutores, hay que ser cautelosos respecto a la objetividad y exactitud de la información. Ya que nuestro blog es de latín, usaremos principalmente la selección de textos que usa Jacobus de Voragine en su Legenda Aurea (uso el ms. Clm 13029, del s. XIII, y como auxiliar el ms. Clm 14034: las palabras con *), haciendo algún añadido cuando su traducción se aparta mucho o resume mucho los textos griegos originales.


JUVENTUD
Antonio nació en Coma, un pueblo en el norte de Egipto, cerca de la gran metrópoli Heracleópolis Magna, cuyas ruinas todavía subsisten. Aunque según los datos de Atanasio nació entre 251-252, lo más probable es que fue algo más tarde. Su familia poseía tierras y buena posición económica, pero sus padres murieron cuando él tenía entre 18-20 años, quedándose a cargo de una hermana menor. Pero un día al entrar a un templo su vida cambió de rumbo:

Jacobus de Voragine, Legenda Aurea, f. 53v-54r
Antonio, cuando tenía veinte años y oyó leer en el templo: "Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tiene y dáselo a los pobres", vendiendo todos sus bienes, lo entregó a los pobres y se entregó a la vida eremítica.
Antonius, cum uiginti esset annorum et audiret legi in ecclesia: "Si uis perfectus esse, uade et uende omnia quae habes et da pauperibus", omnia sua uendens, pauperibus erogauit* et heremiticam uitam duxit.

Antonio regaló sus tierras a los vecinos y el dinero que obtuvo con la venta de sus muebles lo repartió a los pobres, reservando una parte para su hermana, que fue puesta bajo la custodia de unas mujeres consagradas a Dios. Libre de toda atadura Antonio se retiró a las afueras de su pueblo, cerca de un anciano ermitaño, buscando liberar su mente de todos los pensamientos e inquietudes de la vida terrena y llenarla solamente de Dios, luchando contra el desánimo y la opresión de la vida pobre y solitaria. Quizás de esta época proviene la siguiente anécdota, también narrada en la Sanctorum senum apophthegmata (Migne PG 65, col. 82), que resume la actividad monástica en orar y trabajar:

Jacobus de Voragine, Legenda Aurea, f. 54v-55r
Antonio, estando afligido por el tedio en el éremo, dijo: "Oh Señor, quiero ser salvado pero mis pensamientos no me lo permiten". Y alzándose salió fuera. Y vio a uno que estaba sentado y trabajando, luego se levantaba y estaba orando. Era un ángel de Dios y le dijo: "Haz así y te salvarás".
Antonius, dum in heremo tedio afficeretur, dixit: "Domine, uolo saluus fieri et non permittunt me cogitaciones meae". Et surgens exiuit foras. Et uidit quendam sedentem atque operantem, deinde surgentem et orantem. Erat enim angelus Domini et dixit ei: "Sic fac et saluus eris".

Así, visitando y aprendiendo de otros eremitas y entregándose al ascetismo y la oración, Antonio fue venciendo todos los pensamientos que lo apartaban de su propósito, en especial las tentaciones de la carne. Tan firmemente resistió que el mismo demonio, según relata Antonio, se declaró vencido:

Jacobus de Voragine, Legenda Aurea, f. 54r
En cierta ocasión, habiendo vencido por la fuerza de la fe al espíritu de fornicación, el diablo se apareció bajo la forma de un horrible muchacho negro postrado ante él y reconoció que había sido vencido por él.
Quadam uice, dum spiritum fornicacionis uirtute fidei superasset, dyabolus in specie pueri nigri ante eum prostratus apparuit et se ab eo uictum confessus est.

Pero tras este halago el demonio lanza un último intento y declara con grandilocuencia que es el espíritu de fornicación (πνευμα πoρνείας) que ha seducido a tantos que quisieron vivir honestamente. Pero Antonio, viendo aquel hombrecillo negro, débil y despreciable, respondió con aplomo:

"Te has aparecido ante mí bajo una forma vilísima. En adelante no te temeré".
"Vilissima michi apparuisti specie. Te ultra non timebo".
"La tentation de saint Antoine" (hacia 1877), Paul Cezanne. Imagen de Wikimedia Commons


EN LA CRIPTA
Y así, confiando plenamente en el poder de Dios y la debilidad del demonio, pasados ya los años juveniles (Atanasio apunta que entonces tenía 35 años) Antonio se siente capaz de ir más allá en su particular gesta espiritual. Elige como morada un panteón del cementerio de su pueblo natal. Ahí se encierra, rogando a un familiar que le lleve pan cada cierto tiempo. Esto era una abierta declaración de guerra al demonio. Los paganos consideraban los cementerios como lugar tabú para los vivos y morada de fantasmas y espíritus malignos. Y ahí, en su propio terreno, Antonio fue para quedarse y desalojarlo. El demonio, que no había podido doblegarlo con placeres, asume ahora un aspecto violento y cruel. Es entonces que ocurre aquel célebre combate (representado por tantos pintores) entre Antonio y una legión de espíritus malignos que bajo la forma de leones, serpientes, escorpiones y otras fieras y reptiles irrumpen en la cripta, rajan las cuatro paredes y lo atormentan entre horribles rugidos y aullidos:

Jacobus de Voragine, Legenda Aurea, f. 54r
En otra ocasión, mientras moraba en un panteón, una multitud de demonios lo hirieron de tal modo que un familiar lo sacó en hombros casi muerto. Y aunque todos los que se habían congregado lo lloraban como difunto, al dormirse todos, de improviso Antonio se recuperó y se hizo llevar por el familiar de nuevo al antedicho panteón.
Alia uice, dum in quodam tumulo latitaret, multitudo demonum eum adeo lacerauit quod minister eum quasi mortuum propriis humeris asportauit. Cumque eum omnes qui conuenerant quasi mortuum plorassent, dormientibus cunctis, subito Antonius reuiuiscit et a ministro ad predictum tumulum se iterum portare fecit.
Él, aunque ahí yacía en tierra por el dolor de sus heridas, sin embargo por su fuerza de ánimo retaba a los demonios a combatir. Entonces ellos aparecieron bajo forma de diversas fieras y de nuevo lo laceraron cruelísimamente con dientes, cuernos y uñas.
Qui cum ibi ex dolore uulnerum prostratus iaceret, uirtute tamen animi ad conflictum demones excitabat. Tunc illi in formis uariis ferarum apparuerunt et eum iterum dentibus, cornibus et unguibus crudelissime lacerauerunt.
Entonces de improviso un resplandor admirable apareció ahí y ahuyentó a todos los demonios. Y Antonio de inmediato quedó curado. Y entendiendo que ahí estaba Cristo, dijo: "¿Dónde estabas, buen Jesús, dónde estabas? ¿Por qué no estuviste desde el principio para ayudarme y sanar mis heridas?"
Tunc subito splendor mirabilis ibi apparuit et demones cunctos fugauit. Antonius autem continuo sanatus est. Ibique Christum adesse intelligens, ait: "Vbi eras, bone Ihesu, ubi eras? Quare a principio non affuisti ut me iuuares et uulnera mea sanares?"
Y el Señor le dijo: "Antonio, yo estaba aquí, pero esperaba ver tu combate. Ahora, ya que has combatido valerosamente, haré que seas famoso en todo el mundo".
Cui Dominus: "Antoni,* hic eram, sed expectabam uidere certamen tuum. Nunc autem, quia uiriliter dimicasti, in toto [col] orbe te faciam nominari".

"Die Versuchungen des Heiligen Antonius". Panel del altar de Isenheimer (1512-16), Matias Grünewald. Imagen de Wikimedia Commons.

EN PISPIR
Después Antonio decidió apartarse a un lugar más solitario y asentarse en un lugar desértico, los cuales también eran vistos como dominio de espíritus malignos. Así cruzó a la ribera oriental del Nilo a una montaña llamada Pispir (hoy, Der el Memum) y ahí se encerró en una pequeña fortificación abandonada pero que contaba con agua. Dice Atanasio que mandó a sus familiares que fuesen solo dos veces al año para arrojarle pan por encima del muro y que nadie se atrevía a entrar por los gritos y ruidos que causaban los demonios atormentando a Antonio.
Pero mientras él estaba enclaustrado sin ver a nadie, la fama de su ascetismo y santidad volaba por todas partes. Y pronto muchos imitadores se establecieron en las cercanías de Pispir. Tanto creció la expectativa de familiares y discípulos que finalmente el año 305 derribaron la puerta y lo obligaron a salir. Empezó entonces una nueva etapa en la vida de Antonio: sanaba enfermos, exorcizaba endemoniados, instruía a los que empezaban la vida ascética, relataba sus experiencias, atendía a los que iban a pedir consejo.

Jacobus de Voragine, Legenda Aurea, f. 54r-54v
Antonio relata de sí mismo diciendo: "Una vez vi un diablo de gran tamaño que osó decir que él era el poder y la ciencia de Dios, y dijo: «¿Qué quieres que te dé, Antonio?» Pero yo, sin parar de escupirle en la cara, me lancé contra él, armado con el nombre de Cristo, y de inmediato se desvaneció".
Narrat Antonius de se dicens: "Vidi aliquando dyabolum celsum corpore, qui se Dei uirtutem et sapientiam ausus est dicere, et ait: «Quid uis ut a me tibi detur, Antoni?» At ego, sputum in os eius geminans, totum me in eum, Christi nomine armatus, ingessi et statim euanuit".

Jacobus de Voragine, Legenda Aurea, f. 54v (cf. Apophthegmata, Antonio, 3 y 6)
Uno interrogó a Antonio diciendo: "¿Qué debo hacer para agradar a Dios?" Y le respondió diciendo: "A donde vayas, siempre ten a Dios presente. En cualquier lugar mores, no te vayas de ahí pronto. En lo que hagas, aplica el testimonio de las sagradas Escrituras. Guarda estas tres cosas y serás salvo".
Interrogauit quidam Antonio dicens: "Quid custodiens placebo Deo?" Et respondens dixit: "Quocumque uadis, semper Deum prae oculis tuis habeas. In quocumque loco sederis, non inde cito recedas. In hiis quae agis, testimonium sacrarum Scripturarum adhibeas. Haec tria [col] custodi et saluus eris".
Cierto anciano eremita preguntó a san Antonio diciendo: "¿Qué hago?" Antonio le dijo: "No confies en tu propia justicia, se moderado con el vientre y la lengua y no te arrepientas de cosas del pasado".
Abbas quidam interrogauit beatum Antonium dicens: "Quid faciam?" Cui Antonius: "Non confidas in tua iusticia, uentris et linguae sit tibi continencia et ne penitearis de re transacta".

Atanasio, Vita sancti Antoni, n. 44 (Migne, PG 26, col. 907)
Así pues las celdas en los montes eran como santuarios, llenos de coros divinos de los que salmodiaban, los que leían la Biblia, los que ayunaban, los que oraban, los que exultaban por el premio futuro, los que trabajaban para dar limosnas, unidos por la mutua caridad y concordia. Y en verdad parecía que era como una región segregada a la piedad y la justicia.
Erant igitur in montibus monasteria quasi tabernacula, repleta divinis choris psallentium, lectionis studiosorum, ieiunantium, orantium, exsultantium spe futurorum, laborantium ad eleemosynas erogandas, mutua charitate et concordia iunctorum. Ac revera videre erat quasi aliquam segregatam regionem pietatis atque iustitiae.

Tríptico "Las tentaciones de san Antonio". 1540 (copia de la Gemäldegalerie de Berlín). Hyeronimus Bosch. Imagen de Wikimedia Commons.

El año 311 Maximino II, emperador de Siria y Egipto, promulgó edictos contra los cristianos, siendo algunos encarcelados o confiscados sus bienes. Para confortar a los que estaban en prisión y fortalecer a los fieles atemorizados Antonio dejó su retiro y fue a Alejandría, desafiando la orden que prohibía a los monjes entrar en la ciudad y anhelando sufrir el martirio por Cristo. Al terminar la persecusión (a. 313) volvió a su retiro y, ya que no había sufrido el martirio, hizo más rigurosos sus ayunos y se mortificó con el cilicio. Atanasio aprovecha para apuntar elogiosamente que nunca se lavó el cuerpo ni los pies. Pero una anécdota nos muestra que también sabía temperar sabiamente el rigor ascético:

Jacobus de Voragine, Legenda Aurea, f. 54v (cf. Apophthegmata, Antonio, 13)
En cierta ocasión un arquero vio a san Antonio festejando con sus monjes y esto lo escandalizó. Antonio le dijo: "Pon una flecha en el arco y extiende". Lo cual él hizo. Y ya que lo hizo por segunda vez y se lo mandase hacer por tercera vez, el arquero dijo: "Voy a estirar tanto que temo que se va a romper".
Quidam sagittarius beatum Antonium cum fratribus gaudentem quadam uice conspexit et ei displicuit. Cui Antonius: "Pone sagittam in arcum et trahe". Quod et fecit. Cumque hoc fecisset secundo et tercio fieri mandasset, dixit sagittarius: "Tantum trahere potero quod de eius fractione dolebo".
Antonio le dijo: "Igual es en la obra de Dios, pues si queremos estirar más de la cuenta, rápidamente nos quebraremos. Por tanto es necesario relajar el rigor de vez en cuando". Oyendo esto, aquel se marchó edificado.
Cui Antonius: "Sic est in opera Dei, quod si super mensuram tendere uellemus, cicius frangeremur. Expedit ergo aliquando rigorem relaxari". Haec audiens, ille aedificatus recessit.

ÚLTIMA ETAPA
Ante la gran afluencia de seguidores, Antonio se retiró hacia el norte, pero esta vez lejos del Nilo, a un oasis en una zona desértica a unos 20 Km del Mar Rojo (donde tras su muerte se erigió el llamado Monasterio de San Antonio o Deir Mar Antonios, que hasta hoy acoge monjes coptos). El hallazgo de ese lugar ocurrió de modo providencial gracias a la ayuda de unos comerciantes árabes:

Atanasio, Vita sancti Antoni, n. 49-50 (Migne, PG 26, col. 915)
Ellos, como por orden de la Providencia, recibieron de buena gana a Antonio, y tras hacer con ellos tres días y tres noches de camino, llegó a un monte bastante alto, a cuyas faldas el agua era limpísima, dulce y bastante fría, un llano agreste alrededor del monte y unas pocas palmeras. Y así Antonio, como por impulso divino, se enamoró de aquel lugar.
Illi, tanquam ex Providentiae iussu, libenter virum recepere, confectoque cum illis trium dierum triumque noctium itinere, ad montem pervenit admodum excelsum, ad cuius radicem aqua erat limpidissima, dulcis, valdeque frigida, et planities extra montem paucaeque palmae incultae. Antonius itaque, quasi divinitus permotus, locum illum dilexit.


Ahí vivió en una soledad salpicada por las frecuentes visitas de sus admiradores, pero poco a poco se fue formando de nuevo una comunidad de anacoretas a su alrededor. Para autoabastecerse y tener algo con que agasajar a sus visitantes sembró un huerto, que además fue ocasión para mostrar su buena sintonía con los animales:

Atanasio, Vita sancti Antoni, n. 50 (Migne, PG 26, col. 915 y 918)
Pero al principio los animales del desierto, que se acercaban ahí para beber, dañaban con mucha frecuencia sus sembrados y cultivos. Él, cogiendo suavemente a uno, dijo a todos: "¿Por qué me dañáis vosotros, que no habéis sido dañados por mí? Salid y en nombre de Dios nunca os acerquéis aquí". Y desde aquella hora, como si respetasen la orden, nunca entraron en aquel lugar.
Ac initio quidem ferae solitudinis, potus causa istuc accedentes, eius satui et culturae saepius nocebant. Is, una placide apprehensa, omnibus ait: "Quid me laeditis, nihil a me lesae? Abite et in nomine Domini ne unquam huc appropinquate". Et ex eo tempore, quasi mandatum veritae, nunquam ad locum accessere.

Gracias a unos monjes que llevaron un camello con provisiones y lo acompañaron, Antonio pudo salir brevemente y volver a ver a su ya anciana hermana y alegrarse al ver que había vivido consagrada en virginidad e incluso era maestra de otras jóvenes. Ya en extrema ancianidad (hacia el a. 350) volvió a Alejandría por segunda y última vez, en esta ocasión para desmentir a los arrianos, que habían propalado que Antonio aprobaba sus ideas. Además de condenar públicamente dicha herejía, también se dio un baño de multitudes, pues paganos y cristianos pugnaban por verlo.

Atanasio, Vita sancti Antoni, n. 70 (Migne, PG 26, col. 943)
Por eso, considerando sus acompañantes que tanta multitud le molestaba, apartaban a todos de él. Pero él, nada turbado, dijo que estos no eran más numerosos que aquellos demonios con los que peleaba en el monte.
Exinde, cum nonnulli rati cum tanta multitudine turbari, ab illo omnes abigerent. Nihil ille turbatus ait nequaquam plures illos esse iis quibuscum in monte pugnaret demonibus.

Al sentir llegar su hora última, Antonio mandó que sus pocas pertenencias (dos túnicas de piel de carnero y un manto) se entregasen a los obispos Atanasio y Serapio, y dejó su saco de cilicio para los dos monjes que lo asistían, a quienes dirigió sus últimas palabras: "Hijos, cuidaos. Antonio se marcha y no estará más con vosotros". Era el año 356. Según sus instrucciones fue enterrado en un lugar secreto. Pero tiempo más tarde, cuando ahí se erigió el monasterio que lleva su nombre, se veneraron sus restos. En el s. VII, debido a la expansión musulmana, las reliquias fueron puestas a salvo en Alejandría y luego en Constantinopla.
Vista del actual Monasterio de San Antonio (Gobernación de Suez, Egipto). Foto de Berthold Werner en Wikimedia Commons.

¿Y EL CERDO DE SAN ANTONIO?
La relación del cerdito no debemos buscarla directamente en la vida de san Antonio sino en la actividad de la orden de los antonianos, cuyos inicios conocemos gracias a Aymarus Falco, Antonianae historiae compendium, Lyon 1534.
En el s. XI un tal Jocelyn señor de Châteauneuf de L'Albenc (arrasada en el s. XVI), como muchos otros caballeros franceses, fue a Oriente a combatir a los infieles y como pago por sus servicios trajo en 1070 las reliquias de san Antonio a la entonces pequeña iglesia de Motte aux Bois (después llamada Saint-Antoine-en-Viennois y actualmente Saint-Antoine-l'Abbaye, en Isère). Poco después por iniciativa de cierto noble Gastón, sanado de ergotismo tras invocar a san Antonio, surge una cofradía laica (la Maison de l'Aumône) que funda un hospital para atender a los peregrinos y enfermos que acudían a venerar las reliquias del santo, en especial los mutilados por el "fuego sagrado". En 1297 el papa Bonifacio VIII convierte la hermandad en la Orden de San Antonio, la cual pronto se extiende llevando su actividad hospitalaria por toda Europa.
Para sustentar los pobres y enfermos de sus hospitales y preparar el "bálsamo de san Antonio" (hierbas y grasa de cerdo para la cicatrización) los antonianos solían criar cerdos o gozaban de ciertos privilegios al respecto. Por ejemplo cuando en 1131 murió Felipe, hijo mayor del rey Luis VI de Francia, al caer del caballo embestido por un cerdo, se prohibió que los cerdos fuesen sueltos por las calles de París, pero se exoneró de dicha prohibición a los cerdos de los antoninos, con la condición que llevasen una campanilla. Y en Londres los carniceros donaban a los antoninos cerdos, que iban con una campanita libremente por las calles para ser cebados por los ciudadanos. Hechos similares debieron ocurrir en donde estaban los antonianos y es así como un cerdito de mirada astuta se asoció al austero asceta.
Respecto a las hogueras sería fácil conectarlas con "el fuego de las tentaciones" que padeció el santo o con la enfermedad del ergotismo (antes llamada "fuego sagrado" o "fuego de san Antonio") tan asociada a la fundación y actividad de los antonianos. Pero realmente parece poco probable que esas ideas hayan sido alguna vez la causa de esa práctica. En cambio debemos considerar que desde tiempos anteriores al Cristianismo ha sido habitual en Europa prender fogatas en estas fechas en que las noches son tan largas. Por eso más bien creo que simplemente se debe explicar por la atávica alegría que nos causa ver arder una hoguera, como exorcizando con su luz y calor las largas y frías noches de invierno.