jueves, 24 de julio de 2014

Medicina Medieval: De "El Médico" a Trota, la Médico


El lunes pasado tuve ocasión de ver la película “El médico” (Philipp Stötzl, Alemania, 2013), que está inspirada en la novela de Noah Gordon, The Physician (1986), y que en su momento fue gran éxito de ventas, especialmente en España y Alemania. Si alguien no ha leído el libro ni visto la película, en resumen narra una historia ambientada en el s. XI: el inglés Rob Cole, que desde niño posee el don de presentir la muerte de una persona, tras aprender los rudimentarios conocimientos médicos que le transmite un barbero, decide viajar a Persia para aprender en la escuela de Avicena ( 1037), el sabio más brillante de aquella época. Rob Cole logra convertirse en el mejor estudiante de medicina, a la vez que encuentra el amor de su vida. Tras la muerte del sha de Persia, que lo protegía, Rob Cole vuelve a Occidente a compartir lo que ha aprendido.
No voy a valorar la película ni su relación con la novela (un tema más adecuado para los blogs de cine y literatura), pero no puedo evitar apuntar que en la película se dice que la madre de Rob muere a causa de “la enfermedad del costado” (en la novela muere al dar a luz), y más adelante dan a entender que se trata de apendicitis, enfermedad que Rob puede estudiar en un cadáver, y luego incluso, casi al final del film, operar exitosamente al sha que padece el mismo mal (nada de esto aparece en la novela).
Parece inevitable que novelas y películas del llamado género “histórico” estén llenas de atropellos a la Historia, y los que somos aficionados (me incluyo) constantemente tenemos que hacer la vista gorda, y pensar “es una película”, “el pobre guionista de Hollywood qué sabía”, “sigámosle la corriente”. Pero sin duda a veces los errores (y horrores) históricos son tan patentes como gratuitos (por el puro gusto de insultar la inteligencia del lector-espectador).
En el caso de esta película, hemos de saber que el “mal del costado” (dolor lateris) era uno de los nombre que se daba en la Antigüedad y la Edad Media a la pleuritis (pleurisis). De hecho el término griego “pleurá” significa “costado”. Era una de las tantas enfermedades cuyos síntomas la medicina antigua sabía describir, aunque no conocía su origen ni conocía un tratamiento eficaz. Una víctima célebre de esta enfermedad fue el emperador Carlomagno:
Einhardus, Vita Karoli, 30 (MGH, SS, t. 2, p. 459)
Y mientras pasaba ahí el invierno, en el mes de enero cayó en cama, devorado por una fuerte fiebre. De inmediato, ya que la fiebre no cesaba, él se impuso una abstinencia de alimentos, creyendo que con esta moderación podía vencer o al menos mitigar el mal.
Cumque ibi hyemaret, mense ianuario, febre ualida correptus, decubuit. Qui statim, ut in febribus solebat, cibi sibi abstinentiam indixit, arbitratus hac continentia morbum posse depelli uel certe mitigari.
Pero atizando a la fiebre el mal del costado, que los griegos llaman “pleuresía”, y ya que mantenía todavía la abstinencia, y sustentaba el cuerpo solo con alguna bebida, murió, tras recibir la sagrada comunión, al séptimo día después de que cayó en cama.
Sed accedente ad febrem lateris dolore, quem graeci “pleuresin” dicunt, illoque adhuc inediam retinente, neque corpus aliter quam rarissimo potu sustentante, septimo postquam decubuit die, sacra communione percepta, decessit.

El colmo es que de un manotazo Rob descubre el apéndice y realiza una apendicectomía. Sepamos que la primera descripción científica del apéndice fue hecha por Berengarius Carpus en 1522, pero no hubo una visión clara de su nombre, posición y función hasta el s. XVIII, tras el trabajo de decenas de médicos. Las primeras intervenciones para extirpar el apéndice fueron obra de Claude Amyand (1735) y Mestivier (1759), aunque no fue hasta la contribución (1883) de Reginald Fitz cuando la apendicitis fue científicamente descrita y distinguida de otras enfermedades intestinales. Y correspondió a Thomas Morton realizar la primera exitosa extirpación del apéndice como tratamiento ante una apendicitis (1887).
Mujer aquejada de pleuresía.
John Arderne, “De arte phisicali de cirurgia”, Ms X 188 (s. XV), p. 4, en la National Library of Sweden.

Para saborear algo de auténtica medicina medieval podemos hojear los textos de la primera institución occidental creada para la enseñanza y el ejercicio de la medicina, conocida como Escuela Médica Salernitana, que es probable que tuviese sus orígenes entre los monjes benedictinos. Ya en el siglo XI tenía altos exponentes como Garioponto ( c. 1056), autor de un Passionarius (manual de enfermedades), el erudito arzobispo Alfano ( 1085), autor de un tratado sobre el pulso, y a la médico Trota, autora de obras sobre ginecología y cosmética. Con la llegada de Constantino el Africano ( c. 1087) y sus numerosas traducciones de obras médicas clásicas griegas y recientes de árabes y judíos, la Escuela Salernitana alcanzó su máximo apogeo, y con razón Salerno fue llamada Hippocratica Ciuitas.

Una de las obras médicas más populares durante la Edad Media fue el llamado “Regimen Sanitatis Salernitanum” (o también Flos Medicinae Scholae Salerni). Precisamente por su popularidad esta obra fue en unos casos abreviada, en otros ampliada, de modo que todavía hoy no existe pleno consenso, entre tantas distintas versiones, sobre cuál fue el texto original que compuso un anónimo médico-poeta (durante mucho tiempo falsamente atribuido al valenciano Arnau de Vilanova) que sintetizó magistralmente las normas del “vivir bien - vivir sano” de la Escuela Salernitana.
Flos medicinae scholae Salerni, editado por S. De Renzi, Nápoles 1859, p. 1
Toda la escuela de Salerno escribe al rey de los ingleses:
si quieres mantenerte incólume, si quieres vivir sano,
deja las preocupaciones, considera indigno enojarte,
abstente del vino, cena poco, no consideres inútil
alzarse tras un banquete, huye de la siesta meridiana,
no retengas la orina ni reprimas con fuerza el ano.
Si cumples bien estas cosas, vivirás muchos años.
Anglorum regi scribit schola tota Salerni:
si uis incolumem, si uis te uiuere sanum,
curas linque graues, irasci crede profanum,
parce mero, coenato parum, non sit tibi uanum
surgere post epulas, somnum fuge meridianum,
ne mictum retine, ne comprime fortiter anum.
Haec bene si serues, tu longo tempore uiues.
Si te hacen falta médicos, que te hagan de médicos
estos tres: el optimismo, el sosiego, una dieta moderada.
Si tibi deficiant medici, medici tibi fiant
haec tria: mens laeta, requies, moderata diaeta.

Mujer frente al espejo. John Arderne, “De arte phisicali de cirurgia”, Ms X 188 (s. XV), p. 1, en la National Library of Sweden.

Otra voz notable fue la médico Trota, de la cual por desgracia no conocemos sus datos biográficos, salvo que brilló en el s. XI entre sus colegas de Salerno y que escribió algunas obras médicas que hacen énfasis en aspectos ginecológicos y cosméticos. Uno de los manuscritos más valiosos de esta autora se halla en la Universidad Complutense de Madrid. He aquí algunos de sus consejos:

Practica secundum Trotam, BH Ms 119, f. 141r
Para dar color al rostro de las mujeres. Que coja una raíz de viticela y la deje secar en trozos pequeñísimos. Luego que lo pulverice y lo disuelva con agua fría, y se lo aplique al rostro con un algodón o un paño suave de lino, cuando va a dormir. Por la mañana, al levantarse, lavarse el rostro con agua y estará rubicunda por 3 días.
Ad colorandas facies mulierum. Accipiat radicem uiticellae et per subtilissimos merellos seccentur. Et deinde faciant puluerem et illum cum aqua frigida distemperatum, cum cotono uel cum subtili panno lineo, quando ibit dormitum, faciei superponat. In mane uero, cum surrexerit, cum aqua faciem lauet, et erit rubicunda per III dies.

Practica secundum Trotam, BH Ms 119, f. 143v
Para quitar los pelos de cualquier zona que quieras. Coge cal viva tamizada y ponla en agua hirviendo. Déjala hervir bien, moviéndola con frecuencia. Después agrega oropimente bien triturado con la cal en el agua hirviendo, agrega un poco de aceite, y remueve bien todo junto. Después para probarlo, mete ahí una pluma: si el preparado está en su punto, verás caer todos los pelos de la pluma. Esto se llama depilatorio.
Ad auferendos pilos de quocunque uolueris loco. Accipe calcem uiuam cribatam et in aquam feruentem mitte. Et eam assidue mouendo bene coquere dimitte. Postea auripigmentum bene tritum cum calce in aqua bullienti pone, et parum de oleo admisce, et bene omnia simul moue. Deinde ad illius probationem pennam plumatam ibi inunge, quod si coctum et bonum fuerit, de penna totam plumam decidere uidebis. Istud uocatur silotrum.
Otro depilatorio menos agresivo y no tan urticante. Toma tres partes de colofonia y una de cera, ponlas en una olla de barro y déjalo hervir bien. Ponlo tibio sobre las zonas peludas.
Aliud silotrum leuioris uirtutis et non adeo uritiuum. Accipe III partes colophoniae et I cerae, et in testa remitte, et bene bullire dimitte. Et tepidum super loca pilosa pone.

Glosario:
Viticela (clematis viticella): es un arbusto nativo de Europa, de flores azules, violetas o rosadas.
Oropimente: es un mineral compuesto de arsénico y azufre, que se encuentra en zonas volcánicas.
Colofonía: resina que brota de los pinos.

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