miércoles, 6 de junio de 2012

Lucrecio: poeta y médico del alma


En otro artículo pudimos saborear la habilidad del poeta Lucrecio para observar y describir la naturaleza, ahora os propongo un fragmento en el que se revela la finalidad de su poesía filosófica: el ser humano está enfermo interiormente y lo peor es que la gran mayoría desconoce el origen de su malestar, desconoce que la medicina está en la filosofía de Epicuro.
Lucrecio, como un hábil médico, en primer lugar presenta una detallada descripción de los síntomas de la enfermedad moral que oprime al hombre. Con pocas pinceladas nos retrata al romano rico, que lo tiene todo pero que siempre está insatisfecho y descontento de todo, una inquietud que le lleva de la ciudad a su villa en el campo, sólo para descubrir que ni dentro ni fuera encuentra lo que necesita. Lucrecio siente simpatía hacia sus conciudadanos: quizás durante un tiempo él mismo llevó esa misma vida vacía, que intenta llenarse con cosas variopintas y actividades frenéticas.
A continuación Lucrecio pasa a extirpar una de las flechas que atraviesan el corazón humano: el miedo a la muerte. La poesía y la pasión del predicador por momentos opacan la lógica y la fría fuerza argumentativa, pero el mensaje vibrante queda bien claro, para sus lectores de entonces como para los de hoy: la eterna muerte a todos nos aguarda, entonces no hay que luchar contra esta idea sino aceptarla con serenidad y valor.
A continuación los versos que constituyen el grandioso final del libro III (versos 1053 - 1094) de su poema De rerum natura.

Si los hombres, así como parecen darse cuenta
que llevan un peso en el alma que les agobia duramente,
también pudiesen conocer de qué causas se origina y por qué
hay como una mole de desgracia en el corazón,
no llevarían una vida así, como ahora generalmente vemos
que se ignora lo que se quiere y se busca sin cesar
cambiar de lugar como si así pudiese quitarse la carga.
Si possent homines, proinde ac sentire uidentur
pondus inesse animo quod se grauitate fatiget,
e quibus id fiat causis quoque noscere et unde
tanta mali tamquam moles in pectore constet,
haut ita uitam agerent, ut nunc plerumque uidemus
quid sibi quisque uelit nescire et quaerere semper
commutare locum quasi onus deponere possit.

Muchas veces sale fuera de su gran mansión aquél,
aburrido de estar en casa, y vuelve de inmediato,
ya que él se da cuenta que fuera nada es mejor.
Corre a [su] villa conduciendo los caballos precipitadamente,
apresurándose como si llevase auxilio a una casa en llamas;
bosteza en seguida, apenas ha llegado al umbral de la villa,
o cae en un sueño profundo y busca el olvido,
o incluso apresurándose se dirige a la Urbe y vuelve.
Exit saepe foras magnis ex aedibus ille,
esse domi quem pertaesumst, subitoque reuertit,
quippe foris nilo melius qui sentiat esse.
Currit agens mannos ad uillam praecipitanter,
auxilium tectis quasi ferre ardentibus instans;
oscitat extemplo, tetigit cum limina uillae,
aut abit in somnum grauis atque obliuia quaerit,
aut etiam properans urbem petit atque reuisit.

De este modo huye de sí mismo (pero sin duda ocurre que
no le es posible eludirse, está unido a su pesar) y se odia
por eso, porque el enfermo no sabe la causa de la enfermedad.
Si entendiese muy bien, dejando ya los bienes materiales, y
se esforzase por conocer primero la naturaleza de las cosas,
ya que de la eternidad, no del estado de una hora,
se trata, en la cual los mortales tienen todo el tiempo,
que queda después de la muerte y en el que deben permanecer.
Hoc se quisque modo fugit (at quem scilicet, ut fit,
effugere haut potis est, ingratis haeret) et odit
propterea, morbi quia causam non tenet aeger.
Quam bene si uideat, iam rebus quisque relictis
naturam primum studeat cognoscere rerum,
temporis aeterni quoniam, non unius horae,
ambigitur status, in quo sit mortalibus omnis
aetas, post mortem quae restat cumque manenda.

En fin, ¿qué tan dañina ansia por la vida nos empuja
a estar inquietos con tantas dudas en los peligros?
Pues un final cierto de la vida está fijado para los mortales
y no se puede evitar que comparezcamos ante la muerte.
Además siempre nos ocupamos y estamos en el mismo lugar
y viviendo [más] no se forja ningún nuevo deleite;
pero mientras falta lo que anhelamos, eso parece superar
lo demás; cuando se alcanza eso, después deseamos otra cosa
y la misma sed de vida [nos] tiene siempre hambrientos.
Denique tanto opere in dubiis trepidare periclis
quae mala nos subigit uitai tanta cupido?
Certa quidem finis uitae mortalibus adstat
nec deuitari letum pote quin obeamus.
Praeterea uersamur ibidem atque insumus usque
nec noua uiuendo procuditur ulla uoluptas;
sed dum abest quod auemus, id exsuperare uidetur
cetera; post aliut, cum contigit illud, auemus
et sitis aequa tenet uitai semper hiantis.

Y es dudoso qué fortuna trae el tiempo venidero,
o qué suerte nos ofrece o qué final nos acecha.
Ni prolongando la vida sustraemos un ápice
ni podemos alterar el tiempo de la muerte,
para que podamos estar muertos menos tiempo.
Posteraque in dubiost fortunam quam uehat aetas, quidue ferat nobis casus quiue exitus instet.
Nec prorsum uitam ducendo demimus hilum
tempore de mortis nec delibare ualemus,
quo minus esse diu possimus forte perempti.
Por tanto aunque viviendo quieras abarcar muchos siglos,
sin embargo esa muerte eterna igualmente [te] aguardará,
y no menos tiempo ya no existirá éste, que desde el día
de hoy llegó al final de la vida, y aquél
que murió hace muchos meses y años.
Proinde licet quot uis uiuendo condere saecla;
mors aeterna tamen nilo minus illa manebit,
nec minus ille diu iam non erit, ex hodierno
lumine qui finem uitai fecit, et ille,
mensibus atque annis qui multis occidit ante.



The Poncher Hours (hacia 1500), MS 109, fol. 156, en The J. Paul Getty Museum, New York.
La propietaria del devocionario, Denise Poncher, se enfrenta serenamente, con su libro de oraciones entre las manos, a la muerte, que ya se ha cobrado tres víctimas.
Para los estudiosos de latín unas pocas y breves indicaciones:
Pertaesumst : participio perfecto pasivo (en acusativo singular masculino) del verbo impersonal pertaedet. Es una forma arcaica que equivale a pertaesum.
Nilo : dativo y ablativo de nihil. Aunque nihil (menos habitual: nil) se considera indeclinable, sin embargo, tal como aquí vemos, en algunos autores aparece las formas nihilum (acusativo), nihilo (dativo y ablativo) e incluso nihili (genitivo).
Mannus: caballo de tiro, en concreto un tipo de caballo galo, pequeño y fuerte, percherón.
Periclis equivale a periculis. Illut equivale a illud.
Dubiost : forma arcaica del adjetivo dubius. En este caso equivale al ablativo dubio.

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